"No soy fatalista": Naomi Klein habla sobre Puerto Rico, la austeridad y la izquierda
En su nuevo libro, Naomi Klein argumenta que Puerto Rico es víctima tanto de la economía como de una tragedia natural

El libro más reciente de Naomi Klein, La Batalla por el Paraíso: Puerto Rico y el Capitalismo del Desastre,
analiza los esfuerzos de recuperación tras el huracán María. Es la
primera vez que la reconocida periodista y escritora estudia el caso de
Puerto Rico, basándose en un viaje que realizó a principios de año.
Klein conversó con el periodista de the Guardian Oliver Laughland sobre su libro y sobre el futuro de la isla.
Estuve en Puerto Rico poco después del huracán María y me resultó un
trabajo especialmente fuerte. Me recordó a cuando tuve que cubrir la
crisis del agua en Flint, Michigan, y observé una población entera sin
infraestructura, abandonada por el gobierno. ¿Qué impacto personal tuvo
en usted el haber visitado la isla?
Cuando estuve en Puerto Rico, conocí gente de Detroit,
Michigan, que estaban allí para dar charlas sobre gestión de emergencias
y el impacto en las escuelas. También había personas de Nueva Orleans,
que compartían información sobre lo que sucedió en el sistema educativo
luego del huracán Katrina. Eso me pareció conmovedor y diferente: que
este tipo de intercambios de base, de una comunidad a la otra,
estuvieran sucediendo tan pronto tras el desastre.
Donde existen comunidades mayoritariamente de color, cualquier crisis
económica o desastre natural se convierte en un pretexto para desarmar
cualquier intención de autogobierno, de democracia, e imponer medidas de
austeridad. Los llamados "programas de ajuste estructural" a menudo se
llevan a cabo justo después de un desastre natural, para aprovecharse
del estado de emergencia de la gente. La realidad es que es muy difícil
promover la participación política cuando la gente tiene que hacer una
fila de tres horas para conseguir agua y alimentos. Mantenerse con vida
se convierte en un trabajo de tiempo completo. Es una táctica política
increíblemente cínica, y aún así la gente se las arregla para
resistirla, incluso bajo estas circunstancias tan extremas.
Lo que realmente me conmovió en Puerto Rico fue ver la capacidad de
organización en circunstancias casi imposibles, y creo que eso habla de
la profunda historia de resistencia a la colonización que tiene la isla,
y la infraestructura activista que ya existía antes de María, en
términos de resistencia a lo que los puertorriqueños llaman 'La Junta',
el consejo de control fiscal.
Yo no sabía que el
movimiento antiausteridad en Puerto Rico había alcanzado su punto máximo
justo unos meses antes de María. Las Festividades de los Mayos del año
pasado fueron la segunda manifestación más masiva de Puerto Rico, siendo
la mayor las protestas contra la base de la Marina estadounidense en
Vieques.
Fueron capaces de reconstruir esa
infraestructura, no sólo de resistir, sino de unirse y decir: "¿Qué es
lo que queremos?" Y yo eso no lo había visto nunca. He visto resistencia
ante un impacto. "Basta. No pagaremos por vuestra crisis", si piensas
en los movimientos masivos en las plazas en el sur de Europa.
Pero creo que nunca antes había visto lo que vi en Puerto Rico, que es
gente reuniéndose en comunidades como Mariana, sin agua, sin
electricidad, para soñar juntos y decir: "Vale. Por supuesto que no
queremos que cierren nuestras escuelas, y no queremos que se venda
nuestro tendido eléctrico, y no queremos más austeridad, pero también
sabemos que diciendo solamente 'No', no llegaremos donde queremos
llegar, y las cosas como están son inaceptables. Entonces, ¿cómo debería
ser nuestro sistema eléctrico, en un mundo ideal? ¿Cómo podríamos
transformar nuestro sistema alimentario? ¿Cómo deberíamos transformar
nuestro sistema educativo?" Esto es lo que me pareció más emocionante.
La Batalla por el Paraíso
trata muchos temas que usted ha analizado en escritos anteriores
–capitalismo del desastre, las batallas contra el neocolonialismo y la
discriminación arraigada–, por eso me pregunto si ésta es la primera vez
que pensó en Puerto Rico en el contexto de un trabajo más amplio.
Cuando publiqué La Doctrina del Shock,
comencé a recibir invitaciones para visitar Puerto Rico y críticas de
puertorriqueños por no haber hablado de la isla en mi libro. El año en
que se publicó el libro, 2007, fue un año crucial para Puerto Rico.
En 2006, los puertorriqueños experimentaron un shock extremo cuando
caducaron las tasas impositivas que se les habían ofrecido a empresas
estadounidenses para construir fábricas en Puerto Rico. Ése fue el
comienzo de la actual crisis de deuda. Así que ya estaban con muchos
problemas, cuando encima llegó la crisis financiera mundial, haciendo
tambalear la economía de Puerto Rico. Y eso se convirtió en el pretexto
para poner en práctica severas medidas de austeridad. Peor que en
Grecia, peor de lo que se llevó a cabo en el sur de Europa.
Pero no, no había visitado Puerto Rico. Estaba gestionando las cosas
para ir, y luego supe de un grupo de académicos de la Universidad de
Puerto Rico, que formaron una organización llamada PAReS, que me
invitaron más o menos un mes después del paso de María, diciéndome:
"Tienes que venir".
Una de las
imágenes más recordadas de los días posteriores al paso del huracán es
la de Donald Trump visitando San Juan y lanzando rollos de papel a una
multitud de gente mientras se paralizaban los esfuerzos de recuperación
en la isla. Fue un momento que enfureció a mucha gente. ¿Qué cree usted
que dice esa imagen sobre la respuesta del actual gobierno ante el
desastre?
Creo que toda la respuesta de este
gobierno ha expresado una indiferencia total hacia la vida de los
puertorriqueños, incluido aquel momento en que el presidente lanzó
rollos de papel, pero también el show que montó con el gobernador
Ricardo Rosselló sobre lo afortunados que fueron los puertorriqueños
porque supuestamente casi no había muerto gente.
En
ese momento, creo que el número oficial de fallecidos era de 16. El día
siguiente eran 64, lo cual es significativo, porque Rosselló fue
completamente cómplice del gobierno de Trump en el encubrimiento del
número oficial de muertos al detener activamente el conteo de
fallecidos.
Creo que, más que el momento en que lanzó
rollos de papel, el momento que mejor lo define fue cuando durante esa
visita dijo: "Qué afortunados sois. Esto no ha sido como Katrina". Y
ahora sabemos, gracias a un estudio reciente de Harvard que se publicó
en el New England Journal of Medicine, que el
número de muertos probablemente ascendió a 5.000 o más. Creo que toda la
respuesta del gobierno fue insultante y un encubrimiento.
Por supuesto que es difícil hablar de forma contrafáctica, pero me
pregunto, dada la larga historia de explotación de la isla, si usted
piensa que un gobierno demócrata hubiera actuado de otra forma.
Es una buena pregunta, pero no sé si puedo responderla. Sí pienso que
el enchufismo en muchos contratos parece ser peor durante gobiernos
republicanos. Algunos de estos contratos fueron entregados como si
fueran huchas para contratistas con conexiones políticas aunque no
tuvieran ninguna experiencia o fueran increíblemente ineptos.
Esto ya lo hemos visto en Irak, o en Nueva Orleans tras el huracán
Katrina. Pero fue Obama quien aprobó la Ley Promesa. Fue Obama quien
firmó las designaciones de los siete miembros de La Junta. Está muy pero
muy claro que la mayor causa de muerte no fue el impacto inicial de la
tormenta, sino el colapso de la infraestructura, y el colapso no hubiera
sucedido sin más de una década de asfixiante austeridad económica. No
se puede culpar sólo a Trump por eso. Es una culpa absolutamente
compartida con los demócratas y con Obama.
Estamos muy cerca de las elecciones de mitad de legislatura y cientos
de miles de puertorriqueños están abandonando la isla para asentarse en
Estados Unidos, la mayoría elige Florida, un estado clave políticamente.
¿Usted cree que el tratamiento de Puerto Rico tendrá peso en este ciclo
electoral?
Ciertamente, eso espero. Los
republicanos han hecho enfadar a mucha gente de Florida, porque además
allí vive una comunidad muy grande de haitianos y el gobierno de Trump
les ha quitado el estatus de "inmigrantes temporalmente protegidos" a
decenas de miles de haitianos. Eso no sólo afecta a esas personas, que
de todas formas no tienen derecho a votar porque no son ciudadanos
estadounidenses, sino que son parte de redes, son parte de comunidades y
muchos haitianos sí votan.
Muchos puertorriqueños
que ya viven en Florida ahora están recibiendo a familiares que, si
están registrados, podrán votar, y creo que ellos también están muy
enfadados. Es una situación muy ventajosa para los que quieren despoblar
parcialmente a la isla y les da oportunidades para apropiarse de
tierras para desarrollos turísticos, pero sí que cambia la demográfica
electoral de una forma significativa, en un estado clave como Florida
que puede definir elecciones. Así que creo que esto puede derivar en
repercusiones políticas importantes.
En este momento, la dicotomía central en Puerto Rico es entre un
movimiento de base que busca una forma de recuperación radical e
innovadora y el gobierno actual, con su agenda de austeridad y
privatizaciones. Como le dijo a usted
Manuel Laboy Rivera, secretario de comercio puertorriqueño, las
decisiones políticas que se tomen durante el próximo año determinarán el
futuro de la isla durante los próximos 50 años. ¿Qué lado de la
dicotomía cree usted que "ganará"? ¿Tiene esperanzas en lo que pueda
suceder en el futuro?
Tengo esperanzas en
una nueva formación política en Puerto Rico representada por JunteGente,
una coalición que surgió tras María y que está generando reuniones por
todo el archipiélago para presentar una plataforma que sea realmente
popular y coherente.
Creo que la alcaldesa Carmen
Yulín Cruz es una importante voz política en Puerto Rico, que de muchas
formas está recogiendo estas voces y enfrentándose a las fuerzas que
quieren privatizar la isla. Pero es realmente muy difícil.
Mercedes Martínez, directora de la Federación de Maestros de Puerto
Rico, dice: "Los capitalistas nunca duermen". Ella dice mucho esa frase,
porque cuando los sindicatos o los grupos progresistas logran alguna
victoria, deben volver a pelear las mismas batallas una y otra vez. Los
sindicatos han ganado varias veces y han logrado detener varios intentos
de cerrar las mismas escuelas, pero la lucha no se detiene nunca.
No suelo definirme como una optimista, pero tampoco soy fatalista. No
soy fatalista porque veo que los movimientos populares están aprendiendo
de otros movimientos e intentando ver cómo pueden hacer mejor las
cosas, y evolucionar, y convertirse en nuevas formaciones políticas, y
meterse en la política electoral. En Puerto Rico veo esto a un nivel que
no lo he visto en ninguna otra situación post desastre.
Esta transcripción ha sido editada y resumida para mayor claridad.
La Batalla por el Paraíso: Puerto Rico y el Capitalismo del Desastre fue impreso por Haymarket Books. Todas las regalías serán donadas a JunteGente, una coalición de organizaciones puertorriqueñas que resisten ante el capitalismo del desastre y buscan una recuperación sana y justa para la isla. Para más información, visite juntegente.org.
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