Por la boca muere el pez
La ley es el límite que como sociedad hemos fijado, la barrera a
partir de la cual no toleramos el comportamiento y lo sancionamos
Si Casado hubiera usado el imperativo categórico en su día, se hubiera dado cuenta de que aceptar un título expedido por una universidad sin realizar dichos estudios no podría ser nunca convertido en una norma universal
Si Casado hubiera usado el imperativo categórico en su día, se hubiera dado cuenta de que aceptar un título expedido por una universidad sin realizar dichos estudios no podría ser nunca convertido en una norma universal

Uno de los efectos más
evidentes que sin duda ha tenido ya la exposición razonada respecto a
Pablo Casado elevada por la juez al Tribunal Supremo es el de
descubrirnos hasta que punto la velocidad de los aprendizajes de éste
-primero lentos y luego vertiginosos- le ha provocado una importante
confusión de conceptos que muestran un panorama desolador. Casado y su
panoplia de jóvenes dirigentes para la renovación han mostrado en el
plazo de escasos días que no han digerido cuestiones básicas y que
pretenden gobernarnos con una sopa espesa de ideas sobre qué sea el
Estado de Derecho, la Ley, la Ética, la Moral o la Verdad que,
ciertamente, resulta preocupante. De los dirigentes salientes del
principal partido de la oposición podíamos esperar cinismo, tancredismo,
juegos malabares o directamente mentiras pero nunca que no tuvieran
claras cuestiones básicas sobre las que se asienta todo intento de
levantar el gobierno de una democracia occidental.
La
frase que me dejó más que muerta procede del propio Casado: “La ley es
la ética de la República. La ética la marca la ley” ya que descubre cómo
todo un licenciado en Derecho no sólo no parece haber entendido
cuestiones básicas sino que muestra una capacidad de extraer
conclusiones muy extravagante. Vamos a dar por bueno que algún
expresidente de la República Francesa en algún momento pronunciara la
frase “La ley es la ética de la República”. Y digo vamos a dar por bueno
porque no he encontrado en francés ninguna cita ni similar. En
cualquier caso si lo hubiera dicho hubiéramos entendido a qué se
refería.
La República es una forma del Estado y el Estado no es
un ser humano con capacidad moral. El Estado asume como barreras de su
actuación las condensadas en la ley como limites comunes adoptados por
los representantes de sus ciudadanos. Lo asombroso es la inferencia que
hace el líder del Partido Popular a continuación: “La ética la marca la
ley”. No sólo la conclusión que extrae de la frase es errónea -no dice
eso en absoluto- sino que muestra que no ha comprendido nada respecto al
papel de la ley en una sociedad democrática y mucho menos que tenga
claro el concepto de ética y moral y cómo el único sujeto moral posible
es el individuo. La moral es la ley de comportamiento que cada uno se
dicta a sí mismo y cuyo cumplimiento y castigo dependen también del
propio sujeto moral.
En la República, o en la
Monarquía Parlamentaria, da igual la forma que adopte el Estado en una
democracia occidental, la ley supone el mínimo ético pactado entre los
ciudadanos. La ley es el límite que como sociedad hemos fijado, la
barrera a partir de la cual no toleramos el comportamiento y lo
sancionamos. La ley es el mínimo comportamiento ético y, desde luego,
como norma de vida sólo a los seres con poca conciencia moral les
servirá. Dicho de otra manera, aquel individuo cuya única norma personal
de comportamiento sea no infringir las leyes será un ser de una ética
tan rala que no merezca ningún aplauso especial. Afortunadamente existen
millones de seres humanos que tienen un listón más alto y que aspiran a
ser mejores personas. No querer saber que existen comportamientos
humanos de una rectitud y una altura moral encomiable que deben ser
reconocidos por todos es o no vivir en este mundo o desear otro mucho
peor. Me gustaría aconsejarle al que se siente futuro presidente de este
país -quizá corriendo tanto como con sus cursos- que mejor se rija por
el imperativo categórico de Kant que constituye una guía magnifica, un
mandamiento autónomo, para regir el comportamiento humano de forma moral
en todas sus manifestaciones: obra de modo y manera que la máxima de tu
voluntad pueda ser elevada a ley universal.
Si
Casado en lugar de trastabillar con los conceptos hubiera usado el
imperativo categórico en su día, se hubiera dado cuenta rápidamente de
que aceptar que un título expedido por una universidad te pueda ser
entregado sin realizar los estudios y actividades necesarias para el
aprendizaje, por mucho que tu voluntad te lo pida, no podría ser nunca
convertido en una norma universal. La norma “entreguemos titulaciones
sin asistir a clase ni hacer exámenes a todos”, destruiría nuestro
sistema de educación y formación y acabaría con los principios de
mérito, esfuerzo y capacidad. Es imposible que lo que a él le fue dado
se convirtiera en la vara de medir para todos ergo no era ético.
La loca afirmación de Casado ha sido la más llamativa, pero el resto de
su núcleo duro no se ha quedado a la zaga. Maroto dice: “si la jueza no
ve delito, su trabajo ha terminado; no es habitual llevarlo al Supremo
para ver si allí ven algo”. Cierto es que el ex alcalde de Vitoria no es
jurista pero una persona pública no puede tropezarse tanto con el
concepto de la exposición razonada que recoge la Ley de Enjuiciamiento
Criminal ni puede aturullarse tanto con la verdad. La verdad, si hubiera
asomado siquiera la nariz al documento judicial en vez de refregarse
con el argumentario es que la jueza ¡no es que vea delito es que ve dos
en concurso ideal!
Cuando el ingeniero García Egea
afirmaba a la SER que “todas las acusaciones se han ido archivando una a
una” y “la jueza ha reconocido que todo se hizo correctamente” quiero
suponer que está asumiendo argumentos que le han pasado porque que una
mente de ingeniero se aparte tanto del duro dato objetivo y de la
realidad de lo que contiene la resolución de la instructora me resulta
inverosímil. Preocupante también que Dolors Montserrat no se cansé de
pregonar que “el caso es irrelevante” ya que carece de sentido dejar al
desnudo la poca visión política que esa afirmación demuestra. El caso no
es irrelevante ni lo era cuando decidieron elegir a Casado como líder.
Cualquier analista sensato ponía entre los elementos a valorar la
posibilidad cierta de que sucediera lo que de facto ha sucedido.
Así que ahí tiene el Partido Popular a sus renovadores, boqueando como
peces en el suelo de la lonja. No se que estarán pensando algunos de los
arrinconados cuando hayan leído con asombro estas manifestaciones. A mí
no es precisamente la caída o no del líder del PP lo que me inquieta
(ya les expliqué en Lo que destruyen).
Incluso siendo perverso, Casado es un hacedor nato de espacio para que
pesque el PSOE en el electorado del centro del eje de abscisas. De otros
no lo podemos predecir porque, recuerden, lo de que Soraya era la
candidata de la izquierda sólo lo dice la derecha.
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