Pepe Mujica:"La política ha abandonado las preguntas elementales y es un apéndice de la econometría"
En su chacra de las afueras de Montevideo, el ex
presidente uruguayo (2010-2015) dijo que "la sensibilidad por los más
débiles no es moderna" y explicó su idea de cómo se forjan la política y
la cultura.
A la chacra de José Mujica
en las afueras de Montevideo llegan micros de turistas de distintos
rincones del mundo para intentar conocerlo. Pepe y Lucía (Topolansky,
actual vicepresidenta del Uruguay) viven con sencillez y sobriedad. Mujica odia la palabra "austeridad". Dice
que es utilizada para reducir derechos y dejar sin trabajo a la gente.
“Vive como piensas, o pensarás como vives”, repite siempre este
personaje único a quien la izquierda del continente considera un faro.
En pleno Mundial visitamos a Mujica
junto a Victor Santa María, secretario general del SUTERH) y Alberto
Grille, director de la revista Caras y Caretas de Uruguay. Nos recibió
con su calidez habitual y pudimos grabar, además, casi dos horas de
diálogo. Se verán en “Latinoamérica Piensa” los próximos dos sábados a
las 23 por A24.
Nos sentamos en un pequeño living atestado de libros y
objetos de recuerdo mientras Lucía cocinaba milanesas fritas para el
almuerzo.
Cuando lo vimos, Mujica ya había estado en la celda de Curitiba con su amigo Luiz Inácio Lula da Silva, a quien define como el "pacificador" de las contradicciones del Brasil.
¿Cómo encontraste a Lula?
Lo vi bien, más delgado, siempre con su temperamento
jocoso, por un lado, y también horrorizado por lo que está pasando en
Brasil desde el punto de vista de la enajenación del patrimonio del
Estado y la transformación de la legislación laboral. Él considera que
todo este episodio, que incluye la destitución de Dilma, es parte
de un proyecto para cambiar las condiciones del país. Para que si un
día vuelven dirigentes progresistas al gobierno, se encuentren
prácticamente maniatados por compromisos establecidos a largo plazo a
nivel internacional. Quiere decir que temperamento jocoso pero
pensamiento bastante trágico. Lula es el único que está en condiciones
de permitir que Brasil vuelva a su natural alegría de vivir.
Al ingresar al penal, ¿qué recuerdo te trajo de tu propia experiencia como preso de la dictadura durante 14 años?
Es paradojal. Es la mueca que tiene la vida. Esa
cárcel donde está es muy moderna y se hizo en el tiempo de Lula. Está
en una buena celda, grande, con un televisor y una cama común y
corriente. No es para nada un lujo. Pero es una cosa decente. La cárcel mía no tiene comparación y espero que nunca a Lula le toque pasar algo parecido.
Habitualmente hablas contra la utilidad del rencor. ¿Cómo hiciste para transitar la prisión y vivir sin rencor?
Les tengo bronca al odio y al fanatismo. Una cosa es
la pasión y otra cosa el fanatismo. El odio es como el amor, ciego. El
amor tiene la ventaja de que es creador, reproductor. El odio es destructivo.
Si uno vive mirando para atrás intentando cobrar o algo por el estilo
cuentas incobrables y no se embebe hacia el futuro queda como dando
vueltas a una columna. La naturaleza es sabia. Estaría bárbaro que nos
hubiera puesto un ojo atrás para cuidarnos la espalda. Pero nos puso
dos ojos para delante: la vida es mañana, es porvenir. Tengo recuerdos
de dolor y de angustia. Pero hay que vivir por mañana. Tal vez sea una
cuestión de temperamento. Nunca pensé que me iba a morir preso. Nunca
pensé que cuando saliera no iba a seguir militando. Tampoco pensé que
iba a ser presidente ni nada por el estilo y que me iba a meter en esta
camisa de once varas. Estaba convencido de que iba a seguir luchando.
–¿Y de que te arrepientes?
Ufff. Tengo un montón de cosas. De lo que más me
arrepiento es de la falta de velocidad para disparar. Me comí la cana
porque me agarraron. Tendría que haber corrido un poco más rápido. Una
falla atlética. Volviendo al Brasil, Lula es un hombre de diálogo, un
reformista que permitió que casi 40 millones de personas salieran de la
pobreza. Pero a pesar de que es un hombre de consenso las élites económicas avanzaron hasta poner preso a un hombre inocente, destituyendo sin causa a una Presidenta.
¿Cómo ves hoy la Argentina?
Viejo, yo soy uruguayo. O sea, un argentino al que patearon del puerto de Buenos Aires. Ésa es la historia verdadera y no me conviene hablar mucho de cómo veo a la Argentina. Sería como meterme en un pueblo que es mi pueblo pero al mismo tiempo quedaría mal interpretado.
Somos una misma nación, separada en dos países.
Sin duda. Lo que te puedo decir con preocupación, por historia, es que cuando a la Argentina le va mal a nosotros nos termina golpeando fuerte.
Lo que más me asusta es esto del endeudamiento, porque después hay que
pagar en algún momento y sé lo que pasa. Esta historia se repite.
También estoy aburrido con la repetición de que la Argentina está
fundida. Y no, no está fundida. La Argentina está jodida pero no está
fundida. Porque después reflota. Tiene la desgracia de tener demasiados
recursos naturales y cae en el despilfarro, pero es mi pueblo. Me duele.
¿Qué debería haber hecho la
izquierda para dar la discusión del poder real en América Latina y para
que estas cosas no ocurrieran?
Creo que la historia real no es fácil de compaginar
con lo que nos puede parecer. Es un conjunto de acciones y reacciones y
de limitaciones. Llegar al gobierno está muy lejos de llegar al poder. Y
pienso que probablemente de esos 40 millones de personas que salieron
de la pobreza, la inmensa mayoría, lo va a atribuir a su esfuerzo, a
Dios, a cualquier cosa, menos a entender la política, que en su misión
más esencial tiene que ver cómo se reparte la riqueza pública en una sociedad.
Ese fenómeno se le escapa y entonces se ha incrementado la cantidad de
consumidores. Que no equivale a la cantidad de ciudadanos que se dan
cuenta del drama que viven. Por eso uno de los más graves problemas, que
no es de hoy, es también en el fondo el esquema que tuvo mi generación.
¿Cuál sería el problema?
Pensábamos que el mundo cambiaba modificando las
relaciones de producción y de distribución. Cambiando la estructura
parecía que tendríamos un hombre distinto o mejor. Y no nos dimos cuenta
tal vez (es mi interpretación) de que un sistema es a su vez generador de una cultura que le es funcional a largo plazo.
Así como era funcional la resignación de la Edad Media a que esto fuera
un valle de lágrimas porque luego vendría el paraíso. Esta etapa de
sociedad hiperconsumista, donde estamos embarcados todos, es funcional a
la lucha de la ganancia y a que seamos todos consumidores.
Hemos sustituido las viejas religiones por la
nueva religión, que es el mercado. Eso es más fuerte que los ejércitos y
que las cuestiones de fuerza, porque es una cultura tácita, subliminal,
que está jugando en el seno de todos los hogares. Entonces hay 40
millones que salieron de pobres que demandan más y son prepotentes,
potenciales consumistas. Y nos parece que eso es equivalente a ser más
felices.
¿Qué pueden hacer los sectores
populares para impulsar esa reforma cultural de valores teniendo en
cuenta que el proceso que vivió América Latina se vinculó,
principalmente, a la ampliación principalmente de derechos relacionados
al consumo?
Cuidado con el análisis grosero. No es que no haya
que intentar multiplicar los bienes de la sociedad. Es otra historia. Lo
que pasa que esta cultura nos lleva de la mano, por un lado al
despilfarro de medios que terminan siendo bastante superfluos y por otro
a no atender necesidades vitales que una parte central de las
poblaciones tiene. Si los africanos pudieran comer como los perros
europeos no estarían peleando con la muerte. Ni ahogándose en el
Mediterráneo. Acá hay una profunda cuestión ética, y la política hace
mucho que la abandonó las preguntas más elementales y se transformó en
un apéndice de la econometría: ¿es más feliz la gente? ¿Nos preocupamos de eso, o nos preocupamos solo del desarrollo? Es
muy discutible que estemos mejor porque haya aumentado el PBI. ¿Es más
feliz la sociedad japonesa que los muy poquitos aborígenes que quedan en
la Amazonia?
Tengo mis severas dudas. Y unos y otros marchamos
hacia lo mismo. Tenemos una única riqueza, que es el milagro de estar
vivos, pero la vida se nos va y no hay supermercado que nos venda años
de vida. Cuando compramos algo no compramos con plata, compramos con el
tiempo de nuestra vida. Ahora, si toda nuestra vida se va en pagar
cuentas... El mundo nunca produjo más que hoy en día pero ha crecido la desigualdad como nunca.
¿Cuál es la alternativa?
Es muy difícil imaginar cómo se construye una
correlación de fuerzas que implique desaprender muchas cosas que son
parte del sentido común de nuestras sociedades y construir un paradigma
que busque un equilibro entre el yo y el nosotros. Esta cultura necesita
que estemos dibujados como individuos. Somos antropológicamente
gregarios, necesitamos de la sociedad. El progreso humano es
consecuencia de nuestro instinto antropológico de agruparnos y funcionar
en sociedad. Lo que ha construido la civilización es la consecuencia de
haber vivido y erigido sociedades. Todo el progreso que nos rodea es
consecuencia de esa construcción. La civilización es la solidaridad intergeneracional. Pero somos individuos.
¿Y entonces?
Hay una gota importante de egoísmo en cada uno de
nosotros como la tiene todo ser vivo, porque estamos programados para
luchar por la vida y hay que conciliar ese egoísmo con la existencia,
con la necesidad de vivir en sociedad. Ése es el papel de la política. La política está para amortiguar los conflictos que tienen los individuos cuando construyen la sociedad.
Da para discutir mucho. Bien, yo no puedo cambiar el mundo. Lo que
puedo ir es educando gente para que no sea tan estúpida y la lleven
enganchada de acá (se toca la nariz). Tengo que luchar en varios
frentes.
¿Cuáles son los frentes?
Luchar para la comprensión de que vivir es hermoso y
de hay que pelear en esta vida para que no te lleve esta cultura que te
transforma en un pagador de cuentas. Tener libertad es tener tiempo libre para hacer lo que a vos te gusta.
¿Imaginabas que América Latina iba a ingresar en un período de retroceso como el de hoy en día?
Siempre lo desconfié. Yo tengo una interpretación
pendular de la historia humana. Se habla de izquierda recién a partir de
las divisiones en la Revolución Francesa. Pero toda la historia del
hombre arriba de la tierra es una constante oscilación entre visiones
más conservadoras y visiones mas humanísticas, hacia un lado y hacia el
otro. Me siento históricamente pariente de Epaminondas, de los Graco, de
Ashoka en la India. La sensibilidad hacia el dolor de los más débiles no es moderna.
Es tan vieja como que el hombre anda arriba de la tierra ha estado en
una lucha permanente. Por eso esta ola reaccionaria va a fracasar, nunca
va a triunfar definitivamente, porque la nuestra tampoco triunfa
definitivamente.
No hay derrota porque tampoco hay triunfo definitivo. La lucha es ir sumando escalones a favor de la civilización humana.
Creíamos que luchábamos por el poder. En realidad nuestra lucha es por
mejorar el contenido de esa herencia que se llama civilización.
¿Te imaginas nuevamente presidente de Uruguay?
No... Es es muy osado. ¿Vos sabes cómo se reproducen
los yuyos? Son maravillosos. Tiran semillas y semillas. ¿Sabes lo que
es domesticar un pasto y lograr que produzca semillas en una época más o
menos regular para poderlo cosechar? Eso es domesticar. Los pastos naturales tienen una larga época de semillación y van tirando semillas. ¿Por qué? Porque priorizan la lucha por la vida.
La semilla puede caer en un momento en que no hay
condiciones para germinar. Entonces viene una larga temporada en la que
van tirando semillas y semillas. Yo estoy en una etapa de la vida para
sembrar. Y para sembrar ideas. Para tirar estas ideas medio raras
que tengo. Para que otros las hagan pelota y me critiquen pero que no
se queden anquilosados repitiendo esquemas de hace 70 años.
–¿Tienes esperanzas de que esas semillas germinen?
Sí, siempre ha sido así.
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