Andalucía 1918: país de hambre y de incultura
Han pasado cien años, de ellos casi cuarenta con autogobierno.
Hemos mejorado, pero los problemas y el diagnóstico siguen. Centralismo,
dependencia, paro, hambre en los más desfavorecidos, educación
insuficiente, caciques y oligarcas
En enero de 1918 se
celebró la Asamblea de Ronda. En este año se conmemora su centenario y
se resalta que en ella se aprobaron los símbolos políticos de Andalucía,
su bandera y escudo. Su dimensión política ha querido ser disminuida,
como si otros cónclaves peninsulares contemporáneos hubieran adquirido
magnitud inasible. Un recuerdo institucional, por otra parte, tímido,
que solo quiere quedarse en los símbolos, lo menos que se despacha. Pero
creo que eso fue solo la guinda; es útil remarcarlo, claro, sobre todo
para aquellos que piensan que los símbolos andaluces son la elucubración
de un grupo de diseñadores modernos a sueldo, al socaire de las
aspiraciones descentralizadoras de 1978. Y no.
Los asambleístas se reunieron en Ronda en unas condiciones internas y
externas muy significativas. La Gran Guerra europea, la Revolución Rusa,
con sus interpretaciones locales; por otra parte, la descomposición
interna del régimen político español, la monarquía borbónica, y, cómo
no, las hambrunas y las continuas guerras de Marruecos, una sangría para
el pueblo al dictado de los intereses de las oligarquías norteñas
españolas.
Los reunidos en Ronda sabían o creían que algo iba a
pasar y, en todo caso, que algo debería de pasar. La situación de
Andalucía era insostenible, la agitación se extendía, las condiciones
económicas de la "a veces, decían, nación más civilizada" eran
insoportables, "un país de hambre y de incultura". Pretendían menear las
conciencias, afirmar y dar visibilidad, como sujeto político, a una
Andalucía que debía integrarse en igualdad en el concierto español. En
una España que debía, no ya regenerarse, sino renovarse. Tiempos nuevos,
ideas nuevas, hombres nuevos.
El centralismo
denunciado se mostraba no sólo un sistema ineficaz sino, además, el
vector separador de los pueblos de España, a los que enfrentaba,
constantemente, como herramienta de perpetuación del propio centralismo.
También entonces había conflicto catalán. La solución para los
asambleístas, contra el vicio del centralismo separador, no era otra que
acabar con el caciquismo y la oligarquía, soportes y consecuencias de
la monarquía corrupta, en lo económico y en lo político. Para ello, los
asambleístas, tributarios de los principios federales contenidos en el
proyecto de Constitución federal de Antequera de 1883, proponían una
federación ibérica, cimentada en los valores republicanos, progresistas,
para construir una nueva España, solidaria, respetuosa con sus pueblos,
igualitaria.
No es de extrañar que no haya mucho
entusiasmo en resaltar lo defendido en Ronda. Por eso nos quedamos en
los símbolos. Tras la terminación de aquel encuentro, tanto desde
Sevilla como desde Granada, se pedía a los poderes centrales, con
federación o sin ella, un estatuto integral de autonomía para Andalucía,
por primera vez en su historia; a la Asamblea de Ronda siguió la de
Córdoba. Construir desde los municipios, era la idea, otro orden
territorial para España, otro reparto del poder, y permitir que
Andalucía, por sí, pudiera salir de su atraso secular.
Ni más ni menos, esa es la actualidad del pensamiento de Ronda.
Respeto, entendimiento entre los pueblos , federalismo, valores
republicanos. Y sin perder de vista la justicia social, la educación,
que a eso se referían los asambleístas cuando afirmaban la incultura de
los andaluces.
En su programa, educación, siempre
educación, para todos y por todas las comarcas andaluzas, reparto de la
tierra, crédito públicos, aprovechamiento de los recursos naturales,
repoblación forestal, agua, riqueza, trabajo, emprendimiento,
comunicaciones, frenar la emigración forzosa. Y separación de poderes, y
acabar con la corrupción judicial. ¡Cómo no os vamos a recordar!
Han pasado cien años, de ellos casi cuarenta con autogobierno. Hemos
mejorado, pero los problemas y el diagnóstico siguen. Centralismo,
dependencia, paro, hambre en los más desfavorecidos, educación
insuficiente, caciques y oligarcas, los modernos corruptos de hoy,
atentados constantes contra el medio ambiente, déficits en las
comunicaciones, monocultivo productivo, nueva emigración. Las
estadísticas de los problemas que ya señalaban los asambleístas de Ronda
no son las mejores, ni en igualdad, ni en educación... Valgan de
ejemplo Granada que lleva más de tres años sin tren; Algeciras, que
sigue enclavada: siendo el mejor puerto del sur de Europa, solo unos
tímidos 26 kilometros nos alumbran con el nuevo Gobierno central;
Almería que sigue olvidada de su corredor, con una de las agriculturas
más competitivas de la UE, y así podríamos seguir.
El
recuerdo de Ronda no es solo el de banderas y escudos. Debería ser una
llamada de atención a nuestras conciencias, de lo que nos queda por
hacer, de que dependemos de nosotros mismos. Un llamamiento a los que
entonces llamaban ya las clases neutras, para que confiemos en nosotros.
No renunciar a la visibilidad y al protagonismo, no dejarse corroer por
los vicios de siempre, que han pasado cien años.
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