El búnker y las confluencias
Hace bastantes años
participé en un juego de rol llamado el Búnker. Se trata de un ejercicio
de trabajo colectivo en el que las personas que participan deciden
entre ellas qué perfiles de personas deben salvarse ante una inminente
destrucción nuclear global de nuestro planeta. Cada persona que
participa interpreta un rol determinado y tiene que argumentar por qué
tendría derecho a salvarse y entrar en ese hipotético búnker.
Los resultados de esa dinámica de grupo pueden ser muy variopintos y
depende en gran medida de las personas que participan en él. Los marcos
mentales de los que habla Lakoff están muy presentes en cada una de
nosotras e influyen en las decisiones vamos tomando a medida que
transcurre el juego. ¿Cómo concebimos la sociedad que debe resurgir de
las cenizas del mundo conocido?, ¿qué clase de personas y no otras son
las indicadas para reiniciar la humanidad? ¿quiénes tienen una mayor
capacidad argumentativa para convencer al resto de que su presencia en
ese nuevo mundo es indispensable? A pesar de todos estos condicionantes,
hay una idea común en la premisa de esta actividad: la humanidad tiene
que salvarse, y ese es el marco mental común.
Después de esta peregrina introducción es fácil pensar
“¿de qué diantres estamos hablando?”, y es verdad, ¿qué tiene que ver
esto con confluencias políticas de cara al 2019? En realidad, tiene
mucho que ver, tanto en su vertiente alegórica como en la vertiente
material.
En las pasadas elecciones, el resultado de
las confluencias electorales en Comunidad Valenciana fueron muy dispares
en función del municipio, y cuál fue uno de los factores determinantes,
las personas que en última instancia negociaron esas confluencias en
función de sus propios marcos mentales y necesidades, perdiendo de vista
ese marco mental común que había que construir: una unidad popular que
con todos los elementos en contra ( ley electoral) pusiera fin al
reinado de terror de saqueo y obras faraónicas de los bárbaros del
Partido Popular. Ese era el marco común que atrajo miles de personas y
movimientos sociales (hasta ahora ajenos a los partidos) a los espacios
de confluencias. El problema es que la vieja política es vieja por algo,
no porque sea tradicional o se haya quedado obsoleta, sino que, como el
diablo, es más sabia por vieja, y en este caso los partidos fueron más
persuasivos y tuvieron más capacidad de argumentación porque llevan toda
la vida haciéndolo.
En los próximos tiempos se
determinará por tanto de qué manera queremos vernos representadas en las
próximas elecciones autonómicas y municipales. En mayo de 2019 tenemos
que llegar con un proyecto transformador, despatriarcalizado y definido
desde una óptica feminista; esto último implica un definición real y
consecuente con la forma de hacer política que queremos. Habrá voces que
querrán marcar el devenir de los espacios reincidiendo en formas de
hacer política que contienen el peligro de no distinguir entre los
anhelos personales y el sentir comunitario, por eso es fundamental
articular mecanismos eficaces para que las bases decidan. Pero antes de
ponernos manos a la obra es primordial tener ese debate sincero y
sororo, sin que nos marque el camino el miedo a un sistema electoral
valenciano cuya barrera sigue sin bajarse al 3%, y tampoco forzadas por
cuotas y parcelas de poder. Hacerlo de otra manera sería un desastre,
como dice la expresión “ errare humanum est, sed perseverare diabolicum” [errar es humano, pero perseverar en el error es diabólico].
En palabras de Illueca y Monereo en su último libro “España, un
proyecto de liberación nacional” combatir: “ideas zombis: conceptos que
un día tuvieron pujanza y vitalidad deambulan por la vida consumidos,
sin rumbo, como muertos vivientes” y uno de esos muertos son las diputaciones provinciales.
Apostar por el cambio, requiere de una actitud transgresora, y eso se
consigue con valentía, pero la de verdad, la que se hace y no la que se
dice en campaña y luego queda en nada. Con esa actitud podremos hacer
políticas honestas para la anulada clase trabajadora que se encuentra
sumergida en una precariedad transversal bajo el paraguas, relato
vendido por el gobierno del Partido Popular, de una recuperación que es
al fin y al cabo resignación. Ese debe ser nuestro marco mental común
para afianzar políticas de cambio en nuestra comunidad.
De nosotras dependerá marcar la diferencia, incidiendo en la innovación
en las formas de hacer política, poniendo a disposición las
herramientas de las que disponemos hasta ahora, entre ellas, la
representación institucional en las Cortes Valencianas dependerá de
nuestra humildad y generosidad, cediendo y recibiendo de manera
constructiva.
Un obstáculo que nos encontraremos es
que algunas personas antepondrán el interés partidista, consecuencia de
una cultura de partido que en parte se ha cargado el parlamentarismo,
porque evidentemente funcionar como un bloque deviene en pensamiento
único y ello conlleva un estilo de gestión pública que no deja lugar a
la innovación, porque las viejas costumbres se contagian como la gripe.
Otra barrera a la que también nos enfrentaremos es la reticencia al
cambio y el desánimo por las experiencias vividas en 2015. No fue
sencillo ni lo será, siempre existirá el riesgo de que personas que
entendiendo mal el contexto se arroguen la antorcha del cambio y se
piensen legítimos protagonistas de ese espacio de unidad. Principalmente
huyendo de las fórmulas similares a esta: los votos que TE vas a llevar
TÚ (espacio en construcción) gracias a MÍ (partido político con una
estructura que mantener), tienen un precio (puestos de salida para las
elecciones). Así no habrá nada que hacer.
Así que, la
pregunta es, en estos años de experiencia y quizás desde mi crónica
ingenuidad política ¿las personas que componemos los partidos políticos
habremos hecho la suficiente autocrítica? Porque los experimentos con
gaseosa, que nos jugamos el regreso de la barbarie. Los partidos
políticos hemos perdido a personas valiosísimas por el camino y hemos
echado a tantas otras que con ilusión se acercaron a esos espacios. No
podemos volver a cometer errores del pasado. Por tanto ¿esta vez seremos
capaces de crear un espacio unitario de verdad? Sí o no. ¿Seremos
capaces de no subrepresentar a los movimientos sociales, seremos capaces
de aportar recursos del partido sin pedir luego a cambio, seremos
capaces de empoderar y ser facilitadoras y no acaparar los espacios?
Esas son las preguntas que tenemos que responder desde la
responsabilidad más absoluta y por eso hablo de marcos mentales en este
texto, ¿hemos conseguido cambiar nuestros marcos mentales propios para
poder hacer política de forma diferente al resto? Esa es la gran
pregunta que tenemos que respondernos antes de sentarnos a hablar.
Y si la respuesta es sí, pongámonos a trabajar.
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