La victoria de Opañel contra los Kikos
Tras más de tres años de protestas, los vecinos del madrileño
barrio de Opañel ganan la batalla a la parroquia, controlada por el
Camino Neocatecumenal, que pretendía construir una cripta con 230 nichos
en una zona verde
De la lucha vecinal ha surgido un movimiento social y cultural que ha recuperado las fiestas populares de la zona e impulsa un proyecto para la construcción de una biblioteca
De la lucha vecinal ha surgido un movimiento social y cultural que ha recuperado las fiestas populares de la zona e impulsa un proyecto para la construcción de una biblioteca

"Frente a la postura de la muerte de
la sociedad contemporánea, la parroquia busca dar un testimonio. Este
es el primero y más importante de los motivos que nos han impulsado a
llevar a cabo este proyecto. La nueva fase de Santa Catalina Labouré
busca confrontar los hábitos y tratos que se vienen imponiendo en los
últimos tiempos con respecto a la muerte: a lo largo de los años todo lo
que rodea a la muerte ha ido tomando un viraje escéptico e irreligioso.
Por ejemplo la incineración". Cuando Pepa Miñarro, vecina "de toda la
vida" del madrileño barrio de Opañel, en el distrito de Carabanchel,
leyó el boletín que la parroquia había dejado en el buzón de su casa no
salió de su asombro: la manera que tenía la iglesia de "confrontar" esos
hábitos hacia la muerte era construir un capilla decorada con pinturas
de Kiko Argüello, fundador de la movimiento ultra católico Camino
Neocatecumenal, y bajo ella una cripta con capacidad para 230
enterramientos.
Para Miñarro el proyecto no sólo era
un despropósito de concepción, sino de emplazamiento, ya que ocuparía
unos terrenos en medio del barrio que hacía años la parroquia se había
comprometido a destinar a uso social de todos los habitantes de la zona.
Este fue el comienzo de una lucha vecinal que ha durado más de tres
años pero que ha logrado la paralización de la construcción del
cementerio y que una parte de los terrenos, que no pertenecían a la
parroquia aunque los había hecho suyos, se destinen a la construcción de
una biblioteca.
Entre medias hay historias de corporaciones municipales
que se ponen de perfil cuando otros quieren hacer un uso lucrativo de
terrenos públicos, de otras que median para que termine un conflicto que
parece no tener fin y, sobre todo, está la historia de un barrio donde
una lucha común ha creado un movimiento vecinal que había desaparecido
hacía tiempo.

"Opañel ha estado muchos años sin asociación de
vecinos", explica Pepa Miñarro. De ahí que, cuando en marzo de 2014 los
habitantes de la zona recibieron el folleto de la parroquia explicando
el inminente proyecto de cripta, la organización para tratar de
paralizarlo se fuera creando sobre la marcha. "En mi caso, lo comenté en
la peluquería de mi hermana, con clientas y vecinas y decidimos empezar
a recoger firmas", recuerda Miñarro. Por otro lado, más habitantes del
barrio comenzaron a pegar carteles, unos y otros se fueron juntando,
crearon una página de Facebook
y en menos de dos meses lograron su primera victoria. Ante la oposición
generada en Opañel, Antonio María Rouco Varela, entonces arzobispo de
Madrid, suspendió el acto de colocación de la primera piedra de la
cripta. Si hubiera ido, se hubiera encontrado con más de 600 personas
diciéndole que no querían un cementerio en el barrio y sí un uso social
de los terrenos de la parroquia.
A partir de
entonces, los vecinos se organizaron para empezar a hablar con los
grupos municipales de la oposición, entonces PSOE e IU. Lograron el
apoyo de la vecina Asociación de Comillas y de las plataformas que desde
el 15M se reunían cada mes en la cercana plaza de Oporto. En su
búsqueda de información sobre el proyecto, descubrieron que los terrenos
eran de uso dotacional, lo que impedía lucrarse con ellos. Se trataba
de una circunstancia que no encajaba con los beneficios que la parroquia
pretendía obtener de los enterramientos, tal y como el párroco
explicaba en el folleto de hizo saltar todo cuando le preguntaban cómo
iba a financiarse el proyecto: "El proyecto en sí se financiará con los
donativos de los nichos. Hay que pensar en ello como un servicio: quien
dona dinero para un nicho contribuye directamente a la construcción del
complejo y a la misión de la iglesia. No hay que mirarlo desde un punto
de vista económico sino de servicio".
Concentraciones a la salida de misa
Los vecinos se empezaron a manifestar cada domingo en la puerta de la
iglesia, controlada por el Camino Neocatecumenal, movimiento más
conocido como los Kikos, por el nombre de su fundador, Kiko Argüello.
Los feligreses habitantes del barrio dejaron de acudir a Santa María
Labouré por su oposición al proyecto. El párroco se negaba a abrir a los
vecinos los terrenos que permanecían vallados desde hacía 15 años y el
conflicto iba creciendo entre los habitantes de Opañel y quienes cada
domingo acudían desde otras zonas de la ciudad escuchar misa.

El Ayuntamiento, que entonces estaba
dirigido por la 'popular' Ana Botella, respondía a los vecinos que poco
se podía hacer y la Comunidad de Madrid, también gobernada por el PP,
dio el visto bueno a la construcción del cementerio. "En un distrito [el
de Carabanchel] donde ya tenemos otros seis cementerios", apunta
Miñarro.
En ese tiempo, los vecinos, que ya se
presentaban como Plataforma de Opañel, también descubrieron que los
terrenos que se suponía que eran de Santa Catalina Labouré, iglesia
construida en 1995 tras una permuta entre el Arzobispado y el
Ayuntamiento de Madrid, no pertenecían al completo a la parroquia. De
los 6.300 m² que ocupaba el descampado anexo a la iglesia, lugar
destinado a la cripta, y que la parroquia había vallado tres lustros
antes, algo más de la mitad era espacio municipal. También averiguaron
que el templo carecía de licencia de funcionamiento.
Comenzaron a presentar varias denuncias, con el asesoramiento de
abogados y un arquitecto, José Manuel Calvo, que meses después se
convertiría en concejal de Desarrollo Urbano Sostenible tras las
elecciones municipales de 2015 que ganó Ahora Madrid. "El cambio de
corporación fue un punto de inflexión en nuestras protestas", explica
Miñarro, quien señala que a partir de ese momento los vecinos lograron
una interlocución municipal que no habían conseguido hasta entonces.
"Nosotros conocíamos la lucha de los vecinos, que venían reclamando un
uso social de los terrenos", señala Esther Gómez, concejala del distrito
de Carabanchel, y por parte de la Junta de Distrito y del área de
Desarrollo Urbano Sostenible se iniciaron las negociaciones y
mediaciones con el Arzobispado y los vecinos para dar salida al
conflicto.
La llegada del acuerdo
El acuerdo
llegó en febrero de este año en forma de reparcelación. La parroquia
abría los terrenos que no eran municipales, cambiaba de sitio su valla
para que el terreno tuviera un mejor acceso para el barrio y, sobre
todo, el Arzobispado se comprometía a no construir el cementerio. A
pesar de que los vecinos no lograron el uso social de todos los terrenos
anexos al templo -una nueva permuta hubiera significado un gran
desembolso para las arcas municipales- sí vieron el acuerdo como un gran
victoria. "Después de tantos años teníamos por escrito que el proyecto
de la cripta se paralizaba por fin", subraya Miñarro.
La segunda parte del acuerdo llegó en forma de compromiso por parte del
Ayuntamiento de construir una biblioteca. "La reivindicación inicial de
los vecinos era una piscina climatizada pero no hay suficiente terreno,
por lo que todos decidimos que fuera una biblioteca para el barrio, que
era la segunda petición", cuenta Miñarro.

El Pleno del Ayuntamiento aprobó por unanimidad en
verano el plan especial que reordenaba los terrenos que comparten lo que
será la futura biblioteca y la zona de Santa Catalina Labouré. Según
explica la concejala de Carabanchel, recientemente así se lo han
notificado al Arzobispado y ahora se está a la espera de que la
parroquia emprenda las obras de recolocación de la valla. El pasado
miércoles un portavoz de la institución católica respondió a eldiario.es
que aún no habían recibido la notificación administrativa y que, cuando
llegue, "se valorará qué hacer".
Mientras llega la
ansiada dotación vecinal, que no será antes de dos años, puesto que el
terreno es una zona verde, que primero debe ser modificada a dotacional
en el Plan General de Ordenación Urbana de Madrid con el visto bueno del
Gobierno regiona, y después seguir todos los pasos que marca la
Administración para construir un nuevo servicio público, los vecinos ya
han empezado a trabajar por lo que será su nueva biblioteca. Para ello
han fundado la Asociación Cultural la Higuera y el Almendro -por los dos
árboles centenarios que habitan el solar- y han pedido al Ayuntamiento
poder auto gestionar los terrenos como espacio vecinal cultural, con un
huerto y un espacio para compartir libros y actividades culturales.
"El movimiento social que hemos creado y que nació de la lucha es lo
más bonito y positivo de todo este tiempo", señala la vecina. Gracias al
impulso de estos habitantes, desde hace dos años se han vuelto a
celebrar las fiestas de Opañel cada septiembre, con el apoyo del
Ayuntamiento, que ha puesto a su disposición escenarios, pasacalles y
música, entre otras actividades. La asociación ahora solo espera que la
parroquia modifique la posición de su valla para que se pueda adecentar
el solar y empezar a "ocuparlo" socialmente.
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