Yo soy español, español, español

Yo soy español, español,
español, y por eso me preocupa mucho cuando me asomo a la ventana y veo
multiplicarse las banderas en los balcones de mi barrio. Es la primera
vez que ocurre algo así en cuarenta años de democracia sin que haya un
Mundial o Europeo de fútbol. Repito: la primera vez en cuarenta años que
veo banderas españolas, españolas, españolas en los balcones de mis
vecinos sin pretexto deportivo, al tiempo que ciertos cánticos de
exaltación escapan de los estadios.
Yo soy español,
español, español, y como tal siempre pensé que uno de los mejores frutos
de nuestra democracia era la sustitución del viejo nacionalismo
español, español, español por una suerte de patriotismo blando e
inofensivo, desentendido de esencias históricas y señas de identidad
excluyentes. Muchos españoles, españoles, españoles nos sentíamos como
tales, incluso con orgullo, por motivos deportivos, culturales,
paisajísticos, gastronómicos y afectivos. A veces también por motivos
políticos (la ampliación de derechos sociales, el rechazo a la mentira
gubernamental tras el 11M, o el despertar del 15M), aunque no llegamos a
comprar el significante “Patria” que en su día intentó Podemos. El
regionalismo, el localismo incluso, el orgullo de ser andaluz, mostoleño
o de Carabanchel por encima de tu país, era una de las mejores cosas
que nos había pasado como sociedad.
Yo soy español, español, español, y me asusta mucho el nacionalismo, ese que, como bien dijo Vargas Llosa,
es una pasión “destructiva y feroz cuando la mueve el fanatismo”, y “ha
llenado la historia de guerras, de sangre y de cadáveres”. Pero si hay
un nacionalismo en esta península que haya sido destructivo, feroz,
fanático y dejado más sangre y cadáveres, ese es el nacionalismo
español, español, español, que en los últimos siglos defendió su
hegemonía mediante dictaduras, guerras, exilios, cárcel y asesinatos. Un
nacionalismo que tras la derrota de la idea de nación de 1812, se fue
volviendo cada vez más reaccionario, antiilustrado y antidemocrático.
Yo soy español, español, español y como tal me inquieta el despertar
del nacionalismo español, español, español. Nunca se fue, siguió
existiendo en la derecha política y en parte de la izquierda, pero
reciclado o disimulado en “patriotismo constitucional”. Seguía
defendiendo con firmeza su dominio y sus intereses, y chocaba a menudo
con los nacionalismos periféricos, pero al contar con todo un Estado
propio a su servicio no necesitaba una conexión emocional con una masa
social. Por eso éramos mayoría quienes nos sentíamos españoles,
españoles, españoles sin tender banderas en los balcones.
Yo soy español, español, español, y tampoco me tomo a broma la normalidad con que estos días la ultraderecha se
pasea por las calles, se suma a las manifestaciones, ondea aguiluchos y
reparte palizas, emboscada en ese nacionalismo español, español,
español que debe desvincularse cuanto antes de fascistas y denunciarlos
cuando se cuelen en sus manifestaciones.
Yo soy
español, español, español, y me preocupa mucho la crisis actual, la
posibilidad de fractura social y enfrentamiento, y precisamente por eso
creo que la mejor manera de defender España, España, España no es
blindando e imponiendo un modelo de país que deja fuera a muchos
catalanes pero también a muchos españoles, españoles, españoles. Muchos
deseamos que nuestros compatriotas de Catalunya sigan siéndolo porque
ellos lo quieran, no por imposición y porrazo. Y por supuesto contando
para cualquier solución con los catalanes que no quieren la
independencia, que son muchos como se vio el domingo.
Yo soy español, español, español y por eso quiero un futuro para mis
hijas en un país sin enfrentamientos territoriales, sin nacionalismos
agresivos, y con respeto democrático a minorías y mayorías, pero también
sin desahucios, sin paro estructural y precariedad de por vida, sin
desigualdad, trabajadores pobres, fracaso escolar, corrupción,
impunidad, fosas comunes, justicia politizada y emigración económica
forzosa para los jóvenes. El problema no es Catalunya, el problema es
esta España, España, España fallida y necesitada de reseteo para que no se quieran ir tantos catalanes y podamos seguir viviendo con o sin orgullo tantos españoles, españoles, españoles.
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Bien venido, Isaac Rosa. Y gracias por estar ahí; ya hace muchos años que no me siento española nada más que por el DNI. Admiro a los españoles como tú, pero me declaro insolvente patriótica y estoy convencida -mis maestros inmigrantes refugiados me lo enseñan cada día- de que la única patria y nacionalidad que merece la pena en este mundo es ser buena persona y lo más inofensiva posible para el resto de humanidad y de Planeta en general.
Mientras las patrias no se quieran adecentar, sean pirañas chupasangres y criadero de odios, "legalmente" separadoras y maltratadoras sociales y gestoras de genocidios sacrosantos en nombre de su "legalidad" omnimpresentable, que no cuenten con mi adhesión. Lo mismo me vale para ideologías y religiones, que son de la misma pasta que las patrias. Te aseguro, querido Isaac, que no hay cosa que me entristezca más que cada mañana las puñeteras patrias se asomen a mi vida para darme la razón en lo que desesperadamente deseo estar equivocada y dejar de tener razones, certezas demoledoras y tristísimas pruebas del nueve.
Por todo ello, sólo me importan los seres vivos, en cualquier estado natural en que se encuentren: sólido, líquido o gaseoso, o sea, como entes fisiológicos, conductuales y anímico-cognitivo-espirituales y que son parte de la conciencia común del planeta Yosotros. Si me sacan de ahí me quedo en nada, reducida a mera patriota involuntaria en cualquier formato del apego ansioso, perdida en el reino de Nuncajamás. Y viendo el panorama, la verdad, paso de patria, pero no de mis semejantes: todos los seres vivos. A veces pienso que a lo mejor sí tengo patria: el amor por el milagro de la vida en cada ser; del electrón a las galaxias, ida y vuelta, con todo lo que ese abrazo pilla por medio.

Por todo ello, sólo me importan los seres vivos, en cualquier estado natural en que se encuentren: sólido, líquido o gaseoso, o sea, como entes fisiológicos, conductuales y anímico-cognitivo-espirituales y que son parte de la conciencia común del planeta Yosotros. Si me sacan de ahí me quedo en nada, reducida a mera patriota involuntaria en cualquier formato del apego ansioso, perdida en el reino de Nuncajamás. Y viendo el panorama, la verdad, paso de patria, pero no de mis semejantes: todos los seres vivos. A veces pienso que a lo mejor sí tengo patria: el amor por el milagro de la vida en cada ser; del electrón a las galaxias, ida y vuelta, con todo lo que ese abrazo pilla por medio.
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