Doce adolescentes, de entre 12 y 14 años, propinan
una descomunal paliza a una niña de 8, compañera de colegio, según el
relato de la agredida y de testigos. Doce adolescentes se habrían
dirigido así –probablemente a la voz de uno, dos o tres líderes– a
secundar una agresión de extrema crueldad sobre una criatura a la que ya
han derribado al suelo. Y la patean y crujen a golpes. Sin que nadie
mueva un dedo por ella. Hay que ponerse en la mente de todas y cada una
de estas alimañas para hacerse idea de la escena.
La
pequeña vuelve a clase. Pasará más de una hora allí sentada. También es
necesario situarse en su lugar, su dolor y sentimientos. Cuando la madre
la recoge han de ir al hospital. El parte médico refleja múltiples
daños: el más grave, desplazamiento del hígado. Parece ser que no es un
riñón como se dijo en principio, sino el hígado, órgano esencial para la
vida. No añade ni quita grados a la salvajada.
Los datos afirman que se ha producido un sensible incremento de los casos de bullying
en los colegios, y que muchas víctimas no lo cuentan en casa. Temen,
probablemente, mayores represalias. Los agredidos son preferentemente
niños que por cualquier circunstancia –peso, procedencia– son diferentes
al conjunto. La tribu, insegura, ordena la homogeneidad.
Y ahora, en la ceremonia habitual, toca aumentar o restar importancia
al caso, eludir o incrementar responsabilidades, responder al puño de
hierro con más mano dura, llenar horas de palabrería de consumo, si es
el caso. Son muchos los casos de hecho.
Los
adolescentes son espectadores de violencia en las pantallas, argumentan
en descargo. Como siempre. Y a los 12, 13 y 14 años, incluso a los 5 si
se apura, se sabe que patear entre doce a un ser humano notablemente
menor que cada uno de ellos produce efectos desastrosos. Para eso lo
hacen. Sin apenas motivo. Para desahogar el odio y el miedo. Lo que no
es atenuante alguno.
Estos 12 bárbaros opositan a maltratar en grupo de mayores y subir sus fechorías a la Red. Javier Gállego, Crudo, se refería a estos asaltos en manada, de los que todos somos responsables. Unos más que otros, sin duda.
No es la violencia que se contempla en las pantallas, ficticia o real,
el mayor problema. Es la violencia como sistema, la violencia
estructural que se está imponiendo en nuestras vidas. El ver triunfar el
matonismo con todas sus trampas y zancadillas. Apoyado. La justicia
cuando actúa de parte. El desprecio y perversidad con los débiles, como
en los grupos menos evolucionados. Termina dejando una raza de cafres.
Cuántas heridas han causado ya las políticas para la desigualdad y las consecuencias que acarrean. España lidera esa brecha en Europa. Reiteradamente.
En particular desde que gobierna el PP. Con alarmantes cifras de
pobreza infantil o desprotección social. Cuántas secuelas deja y dejará
la pobreza inducida. Cuántos niños, jóvenes, adultos y ancianos
apaleados contabilizamos desde todos los flancos de la injusticia. Menos
mal que ya se puede pedir un Jet privado como quien llama a un taxi con una APP estupenda.
La ley de la selva empieza a definir nuestro mundo de nuevo, reeditando
la historia de la barbarie. El Reino Unido, que aprobó un Brexit entre
la ira y el desconocimiento, empieza a pensar –ahora– cómo ponerlo en
práctica con temibles sesgos de xenofobia. La raza Brexit se afirma por
boca de su presidenta Theresa May cuando muestra cierta comprensión a
las agresiones a inmigrantes porque quitan el trabajo a los locales,
en pura demagogia de la peor especie. Pensando en elaborar listas hasta
de escolares extranjeros, los inmigrantes se convierten en moneda de
cambio para la negociación de una salida ventajosa de la UE.
May declara que solo admitirán en el país "a los mejores".
Hitler no lo hubiera dicho mejor. Y es la avanzadilla insolente de lo
que está ocurriendo en Europa. La vida de miles de refugiados es ya para
muchos, para los dirigentes en la práctica, calderilla.
¿Violencia en las pantallas o en la vida? A poco que descuidemos su
protección emocional, nos encontramos con el hígado destrozado por la
bilis de ver al partido más corrupto de la reciente historia de España a
punto de volver a formar gobierno. Podría estar listo antes de que
acabe el mes. Apoyado por un obsceno golpe en las filas del PSOE cuyos
extremos dejan con la boca abierta y sapos en el estómago. Y por ese
devenir de periodistas y medios cómplices. No llegan a ocultar noticias
de intolerables atropellos desde el buen periodismo, sin embargo. La
Cátedra de Corrupción que tenía instalada el PP, según El Mundo, se suma con sus cutres "powepoint" a este continuo sinsentido.
No es para espíritus sensibles ver los panegíricos que montan al
"hombre tranquilo" designado por Susana Díaz –otra incomprendida, leo–
como gestor con mando en plaza. Y produce un absoluto empacho de
inmundicia oír a Javier Fernández, tan respetuoso con la corrupción del
PP, nuevas alusiones a la cal viva –ahora arrojada sobre Podemos–, que
este PSOE haría mejor en guardar si realmente fuera prudente.
La ley de la selva pero más puerca y rastrera. No se sale inmune de su ponzoñoso follaje.
La pobre niña brutalmente apaleada en un colegio de Mallorca ha de
apechugar con sus dolores, sus secuelas, y las que en el carácter deja
la atroz injusticia. Ojalá encuentre caminos de salida y crecimiento.
Los energúmenos que se ensañaron, presuntamente, con ella enfrentarán su
papel en la paliza, liderazgo para el mal, servilismo cómplice y
dañino. Guardan dentro serias lesiones en el ser de humanidad. No es una
chiquillada.
Faltan los que miran. Los que miran y callan. Los que miran y golpean, con manos y pies o con su silencio.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Gracias por tu voz y tu denuncia, RosaMª Artal. Lo que dices en tu análisis, desgraciadamente, es la pura realidad: España sufre un largo proceso de embrutecimiento y narcosis que está empeorando bajo el desgobierno obsceno y corrupto que nos acribilla y con un simulacro de oposición amuermada, cómplice y sin valores que se acopla a todo hasta a abstenerse para impedir el cambio, con tal de tener más peso para entorpecer y menos sustancia que aportar. Muy triste, si. Mucho. Porque la consecuencia de esa inútil falacia política, la pagan los más inocentes y desprotegidos. Los más vulnerables y olvidados. Como la niñita de la noticia. Un dolor y una vergüenza como españoles y como seres humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.