
La infanta Pilar, hermana del rey Juan Carlos, una de las personas que aparece en los papeles de Panamá / EFE
Los papeles de Panamá han confirmado lo que todos
sabíamos: Hacienda nunca fuimos todos. Por un lado, parece legítimo
intentar exprimir las ventajas fiscales, en tanto en cuanto las permite
la ley. Incluso podría llegar a entender que algunas de las personas que
figuran en esa lista interminable tengan su dinero repartido por el
mundo, de la misma forma que su trabajo se desarrolla en múltiples
países. Pero me resulta del todo inexplicable y absolutamente lamentable
que haya políticos que busquen atajos para pagar menos, teniendo en
cuenta que son ellos los que fijan qué impuestos debemos soportar los
demás. Solo por esa indignante falta de ejemplaridad creo que es
exigible, como mínimo, la dimisión.
Por lo que se
refiere a España, y con la información de la que disponemos a día de
hoy, hay casos especialmente sangrantes. Me refiero, por ejemplo, a
Josep Lluis Núñez. No tanto por quién es, sino por la altanería y la
sensación de impunidad con la que parece actuar este hombre. Solo una
persona convencida de estar por encima del bien y de mal, se lanza a
abrir sociedades en las Islas Vírgenes mientras se le investiga en
España por un delito fiscal que además finalmente le llevó a la cárcel.
También me parece verdaderamente escandaloso, mucho más
si cabe, todo lo que rodea a la sociedad opaca de Pilar de Borbón. Es
muy chocante que la apertura y cancelación de su compañía coincida al
milímetro con el reinado de su hermano Juan Carlos I. En todo caso, ella
es una persona que de rondón también representa a España y, por lo
tanto, no debería hacer ingeniería fiscal fuera del país. No hay excusa.
De hecho, se ha pasado la vida cultivando la imagen de patrocinadora de
buenas causas pidiendo dinero en mercadillos benéficos. Así aportaba
también su granito de arena a la foto perfectamente artificial de la
familia real. Pilar de Borbón ha emitido un estrafalario comunicado para
justificar su sociedad panameña. Asegura que su marido llevó a cabo
actividades profesionales fuera de España por culpa de la amenaza de
ETA, que está al día con el fisco y que nunca hubo afán de ocultación.
Es sencillamente increíble. Tan estrafalario es el comunicado como sus
escuetas declaraciones públicas, arrancadas en plena calle y carentes de
toda humildad: “El escándalo lo han montado ustedes”, en alusión a los
medios de comunicación. Probablemente, Pilar de Borbón vivía más
tranquila en aquellos años en los que el mensajero tapaba de alguna
forma las polémicas que afectaban a la familia. De hecho, recuerdo que
la prensa le preguntó un día por Iñaki Urdangarin y ella apeló a la
presunción de inocencia y terminó diciéndoles a los periodistas “¡a
callar!”. Pilar de Borbón no puede dimitir de nada, porque ya no figura
ni siquiera en la cada vez más raquítica composición de la familia real.
Es tía del rey Felipe, pero no. Y a callar.
Mientras tanto, se ha abierto el plazo para hacer la declaración de la
renta y supongo que nos pilla a todos con unas ganas locas. Hace unos
días, Jordi Évole le preguntó a Rajoy con qué autoridad puede pedir el
PP el pago de impuestos si, según Hacienda, abonaron en negro las obras
de su sede. El Presidente contestó: “Con la autoridad de que la ley dice
que hay que pagar”. Sencillo, ¿verdad? Es mucho más lógica esa
afirmación que la irritante cantinela de que la ley es igual para todos.
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