Bajo ningún concepto o razón se debe permitir, por la salud
democrática del país y la salvaguarda de los derechos y el bienestar de
los ciudadanos, que el PP vuelva a gobernar
No dudamos de la complejidad del actual momento
político en nuestro país. Pero hay un presupuesto que los tres grandes
partidos minoritarios deberían asumir. Mas allá de sus razonables
discrepancias y de los respectivos programas de cambios sociales y
políticos mas o menos radicales, deberían coincidir en un objetivo común
y urgente y, por tanto, inaplazable: bajo ningún concepto o razón deben
permitir, por la salud democrática del país y la salvaguarda de los
derechos y el bienestar de los ciudadanos, que vuelva a gobernar el
Partido Popular. Es tanto el daño que este partido y su Gobierno han
hecho a las instituciones públicas y al ordenamiento democrático en
todos los ámbitos que, cualquiera que fuese el partido que por una razón
u otra favoreciese su continuidad en el Gobierno, merecería el máximo
reproche y un duro castigo electoral.
Prestemos una
especial atención a Podemos, que ahora se alinea con una fuerte cerrazón
a la izquierda. Conviene tener presente su planteamiento ante las
elecciones del 20D. El prólogo de su programa sostenía que "en democracia, el debate y la discrepancia son la norma y no la excepción". ¿Por qué no lo aplican en el actual proceso negociador?
Pero, además, dicho prólogo padece de un exceso que
vicia su actual posición. El programa estaba preparado "para ganar las
elecciones" o para "tomar las riendas del Gobierno de nuestro país".
Dicho presupuesto no se ha cumplido pues alcanzaron el 20,66% de los
sufragios. El proyecto, sin duda, era en exceso ambicioso para un
partido con apenas dos años de historia, por mas que haya obtenido un
amplio respaldo popular.
Conviene también tener
presente que en dicho prólogo el destinario del programa es "la gente",
concepto completamente indefinido. "Contrato con la gente", "apoyo de la
gente", "la gente decidirá…" y así sucesivamente. El "trabajador" es
escasamente citado en sus mas de 300 propuestas y, por supuesto, para
nada se citan realidades como la clase obrera, que deben estimar
conceptos caducos. Era pues un proyecto político presidido por un afán
inmediato de gobernar a partir de una base social indefinida que
calificaban como "transversal"; lejos, pues, de los presupuestos
clásicos de la izquierda. Además, pese a su denostado, con manifiesto
error, "régimen del 78", resulta que en su programa acepta plenamente,
entre otros preceptos, nada menos que el Art. 40.1 de la Constitución
para el desarrollo de la política económica y de empleo.
Hacemos constar estos antecedentes para plantear a dicho partido,
Podemos, la necesidad de revisar profundamente su posición en la actual
etapa política con un objetivo absolutamente prioritario: la expulsión
del PP del Gobierno, ya. Y deseamos hacerlo a partir de un antecedente
histórico que deberían tomar en consideración. Tuvo lugar en Italia en
la década de los setenta. Y lo describe perfectamente Enrico Berlinguer,
Secretario General del Partido Comunista Italiano (PCI) en un acto
celebrado en Barcelona el 28 de mayo de 1978. Decía que el PCI, con
cerca de un 30% de los votos, "aunque no está todavía presente en el
Gobierno, ha entrado a formar parte de una nueva mayoría parlamentaria
que comprende la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el Partido
Social Demócrata y el Partido Republicano". Y lo hacía, añadía, para
hacer frente a "los grupos conservadores y las fuerzas reaccionarias"
que, como aquí el PP, "intentan directamente llevar la economía y la
sociedad al caos, para subvertir las instituciones democráticas, para
dar un golpe a la libertad y a los derechos democráticos". Además de la
fuerza política de aquel partido, no podemos ignorar el acierto con que
aplicaba el magisterio de Gramsci.
Ciertamente, desde
la distancia histórica y política, entendemos que debe tomarse en
consideración por los actuales dirigentes de Podemos que, de aceptar,
sin tantas reservas ni rechazos, el apoyo a la coalición
PSOE-Ciudadanos, pueden estar seguros de que no solo no traicionan a su
electorado sino que abren la perspectiva histórica de una sociedad
nueva, mas justa, mas humana y mas libre. Representaría una amplia
mayoría parlamentaria y una mayor fidelidad al principio de la soberanía
expresado por el sufragio popular.
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