Las diputadas y diputados se han largado dos semanas
de vacaciones tras aplazar un pleno que les venía mal porque ya habían
reservado sus viajes de ocio familiares. España y ellos son así,
rumbosos y alegres. Tenemos problemas pero gozamos de un gobierno en
funciones y gastamos un presupuesto aprobado así que no hay prisa. Ya lo
decía Confucio o alguien. Si tienes solución para qué te preocupas y si
no la tienes por qué te preocupas.
Las negociaciones
para formar gobierno se hallan suspendidas en ese momento 'partida de
póker' que tantas veces hemos visto en el cine de tahúres. Todo se
vuelve cruzar miraditas furtivas o desafiantes, escrutar los tics en la
cara del contrario, los chasquidos de la lengua, los temblores en las
manos…. Cualquier signo que pueda revelar quién va de farol y quién
lleva efectivamente buena mano.
Rajoy y el PP hace tiempo que abandonaron la partida.
Jugaron al farol de la gran coalición pero no supieron aguantarlo. Les
perdió dar por hecho que la división interna del PSOE y la supuesta
debilidad de Pedro Sánchez bastarían para darles el gobierno. Pasaron y
no pidieron cartas una y otra vez y al final se quedaron sin jugada.
Ahora esperan a que unas nuevas elecciones les den los ases que
necesitan para completar un full con los diputados de Ciudadanos.
Las diputadas y diputados se han largado dos semanas de vacaciones tras aplazar un pleno que les venía mal porque ya habían reservado sus viajes de ocio familiares. España y ellos son así, rumbosos y alegres
Albert Rivera juega como si la banca fuera suya y
conviene reconocerle el mérito y la osadía. Sus cuarenta diputados por
si solos no sirven de mucho, ni le garantizan la mayoría a nadie, pero
maneja su mano como si llevara un póker de reyes y ha sabido hacerse
imprescindible cuando resultaba perfectamente prescindible. No va a
subir su apuesta. Tan pronto pueda se retirará para cobrar lo que ha
ganado hasta ahora.
En Podemos no están precisamente
para juegos ni metáforas. En unos meses se han convertido en todo cuanto
juraron que jamás serían; un partido político. Para muchos eso supone
un problema, aunque a mí me parece bien porque me gustan la política y
los partidos políticos; incluso aquellos donde la lucha por el poder se
libra a cara de perro y no hay amigos de la infancia, sólo conocidos de
la calle. No hay desavenencias ideológicas, tampoco organizativas, ni
siquiera ese caritativo invento de las “discrepancias tácticas”; sólo se
trata de dejar claro quién manda.
Podemos mantiene
su apuesta. O gobierno o elecciones. Pero la jugada se ha complicado. A
los votantes suele gustarles la pluralidad y la democracia interna pero
en los otros partidos. Para su propio partido prefieren la disciplina y
acostumbran a castigar la división
En el PSOE se
exponen a repetir casi el mismo error perpetrado por Rajoy. Asumir que
las querellas internas por el poder en la formación morada y la presión
por facilitar un gobierno que desaloje al Partido Popular de la Moncloa
bastarán para hacer temblar las piernas de las diputadas y diputados de
Podemos y sus confluencias y forzarles a aceptar cualquier gobierno del
PSOE parece una jugada arriesgada, que bien puede acabar en una mano
perdida.
A Pedro Sánchez más que a nadie le
conviene subir el envite y obligar a todos los demás a mostrar sus
cartas o pasar. Para ganar la partida hay que saber acabarla.
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