
En la lotería de la investidura se juega el premio
gordo de la presidencia de gobierno, sí. Pero hay otro premio en el
bombo, del que nunca hablamos y que no es pedrea: ser el líder de la
oposición. De cómo se resuelvan las votaciones de investidura de aquí a
mayo saldrá un gobierno, pero también una oposición. Y ni uno ni otro
banco tienen dueño claro.
Hasta ahora, el reparto de
papeles era rutinario: dos grandes partidos, uno ganaba el gobierno y el
otro se quedaba en la oposición, donde cogía fuerzas para las
siguientes elecciones. Pero el 20D dejó un parlamento donde no hay
papeles asignados.
Yo soy de los convencidos de que habrá gobierno. No me
pregunten quién, que mis poderes adivinatorios solo llegan para jugarme
un café a que no se repetirán unas elecciones que ya no quiere nadie.
Habrá gobierno, no la semana que viene, pero lo habrá, aunque sea sobre
la campana como en Cataluña. Y la elección de un gobierno repartirá
medallas entre solo tres de los cuatro grandes partidos: uno gobernará
(oro), otro lo apoyará con sus votos (plata), un tercero se abstendrá
(bronce), y el último votará en contra. Pero este último, el que no
entre en ningún pacto, también tendrá premio, y no precisamente de
consolación, reclamará para sí toda la legitimidad de ser líder de la
oposición. El único que se opuso, el que no facilitó gobierno.
Como el PSOE no quiere un pacto de izquierda contando con los
independentistas, las famosas “matemáticas” obligan a que bailen tres
grandes a la vez. Y las combinaciones son limitadas: PP-PSOE-Ciudadanos
(gran coalición); PSOE-Cs con PP absteniéndose; PSOE-Cs con Podemos en
la abstención; o el improbable PSOE-Podemos con abstención de
Ciudadanos. No hay más. PSOE y Ciudadanos entran en todas las
combinaciones, y solo hay dos partidos con opciones de quedarse fuera:
PP o Podemos.
Sánchez y Rivera ya se han lanzado a
bailar, mientras Rajoy e Iglesias miran el baile sentados, muy quietos.
Los dos saben que el que consiga aguantar hasta el final sin mover un
músculo se habrá ganado liderar la oposición durante toda la
legislatura, dure lo que dure.
Siempre se dice eso de
que "el poder desgasta, sobre todo al que no lo tiene". Pero en esta
legislatura los gobernantes se van a chamuscar a menudo, con un
parlamento fragmentado, Europa apretando las tuercas, Cataluña por
resolver, y la incertidumbre económica que sigue en el horizonte. Un
tiempo en que liderar la oposición va a lucir mucho. Para el PP, la
oposición sería un balneario donde regenerarse y esperar tranquilamente a
las siguientes elecciones mientras los otros se desgastan en acuerdos
inestables. Para el joven Podemos, la oposición es una incubadora donde
pasar un tiempo calentitos, ir madurando, coger experiencia, afianzar su
base social, con todo el terreno despejado por la izquierda.
Así visto, tanto PP como Podemos tienen hoy más alicientes para votar
en contra que para abstenerse. Pero no caben los dos en el banco
opositor, y uno de los dos tendrá que salir a la pista para que siga
el baile.
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Mientras la tómbola reparte los premios, la ciudadanía deberá ,más que nunca, estar al loro, para que los bailarines del sarao politicante no la muelan a pisotones y a golpes desacompasados, ni la mareen dando vueltas sin ton ni son en la pista del desguace, a ritmo de troika y FMI, ese baile tan chungo que solo dominan los más torpes para la decencia y más listos para el enjuague.
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