
EFE
Si en vez de alcaldesa de Valencia, Rita Barberá hubiese sido mayor
de San Francisco, ya tendríamos tres películas, una serie de televisión
con cinco temporadas, dos obras teatrales, cuatro novelas, dos cómics y
por supuesto un musical. Los creadores españoles tenemos menos
reflejos, porque apenas hemos sacado unos cuantos sketches televisivos, chistes y tuits, desaprovechando el potencial dramático de un personaje así.
Tanto si es una comedia, como un drama o un musical, la acción se
desarrollaría íntegramente en su piso valenciano. Ese donde la
exalcaldesa lleva días encerrada, asomándose furtivamente por la ventana, tras la cortina, esquivando a fotógrafos y ciudadanos que gritan al pasar por su portal.
En su encierro, Barberá, que por supuesto viste su
uniforme rojo y perlado, pasea de un lado a otro del salón, fiera
enjaulada. Habla sola, o con fantasmas, los de aquellos que la han
acompañado durante décadas y ahora la dejan tirada. Como una reina shakesperiana
asomada a la torre del castillo, ve el bosque moverse, avanzar hacia
ella, y cómo caen una tras otra las defensas a su alrededor: primero
perdió la Alcaldía, luego fueron capturadas todas las piezas cercanas
(su equipo de concejales, del primero al último), ahora el partido le
empieza a dar la espalda, los periódicos amigos ya no la protegen, salen
filtraciones en prensa, hasta que cualquier día llamen a la puerta y no
sea el lechero sino la policía judicial. Ni el aforamiento, que parecía
la última trinchera, parece resistir, una vez que el Supremo ha empezado a moverse.
A ella, que no había quien le tosiera, que respondía con chulería a cualquiera que por la calle le criticase, véanla ahora, tras la cortina, incapaz de poner un pie en la acera
En su desvarío, la mujer enclaustrada se encara a gritos con quienes hoy le piden cuentas: periodistas, enemigos políticos, compañeros de
partido, y ciudadanos, todos los que antes la aclamaban en sus paseos y
ahora celebran su desgracia. A ella, que no había quien le tosiera, que
respondía con chulería a cualquiera que por la calle le criticase,
véanla ahora, tras la cortina, incapaz de poner un pie en la acera,
comiendo lo que le suben del supermercado hipster junto al portal, con lo que le gustaba ir al mercado y saludar a los tenderos.
En distintos momentos de la trama, Rita abre la ventana y se asoma, y
entonces la terraza de su casa se convierte en el balcón del
ayuntamiento, donde presenciamos varios flashbacks en formato musical. Ahí está, la alcaldesa de España, en plan Don’t cry for me Argentina:
echando pregones falleros, saludando a sus ciudadanos, lanzando
petardos, inaugurando edificios emblemáticos, recibiendo al Papa, dando
la salida de un Gran Premio de Fórmula Uno, despidiendo a los barquitos
de la Copa América con un pañuelo. La terraza se convierte también en
escenario de plaza de toros, desde donde lanza mítines vibrantes y oye
cómo el presidente la piropea.
Por la noche, insomne,
se hace la misma pregunta que Jaume Matas, que Urdangarín, que todos
los que han caído antes que ella: “¿Por qué yo? ¿Qué he hecho mal?” El
estupor del poderoso es incomprensible para mindundis como nosotros,
pero viven en un sentimiento de irrealidad próximo al delirio: son
víctimas, el mundo está confabulado contra ellos. Estupor, y rabia por
la ingratitud: con lo que ha dado ella, con toda la piel que se ha
dejado por los valencianos, con lo que ha cambiado Valencia bajo su
mando. ¿La van a lapidar por la calderilla de unas cuantas facturas? ¿Tiene tanta importancia la financiación del partido, si a cambio todos se desvivían por la ciudad?
Venga, algún productor que se anime. Y que se dé prisa, o se le juntará
con el siguiente éxito en las carteleras, que ya se ve venir: "Esperanza, el musical".
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Isaac Rosa, lo has bordao! Gracias, como siempre.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Isaac Rosa, lo has bordao! Gracias, como siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.