Cristina Pardo

Alfonso Rus, Rita Barberá, Mariano Rajoy y Francisco Camps.
Mariano Rajoy reunió hace unos días en el Congreso a
sus diputados y senadores para insuflarles ánimos ante lo que parecía
directamente un funeral de Estado. El presidente de un partido superado
por los escándalos de corrupción señalaba, cual doncella mancillada:
"Esto se acabó y ya no se pasa por ninguna". En mi opinión, es otra de
las muchas declaraciones desafortunadas de Rajoy, porque intenta
mostrarse inflexible ante las chorizadas que caen en cascada sin que él
en este momento tenga control alguno para detenerlas, taponarlas o
dosificarlas. Y no solo eso, sino que él sabe –tan bien como yo, porque
seguro que tiene mucha más información– que no se ha acabado. Lo de la
Comunidad Valenciana tiene todavía que reventar. Altos cargos del PP
están avisando ya de que quedan por salir grabaciones y alarmantes
enriquecimientos personales. "Habrá mucha miseria humana", me comentaba
recientemente un dirigente regional.
Cuando Rajoy
decía "esto se acabó", se daba la circunstancia de que en el auditorio
faltaba una persona. Rita Barberá, que se hizo senadora porque según
ella tenía mucho que aportar, no estaba allí para escuchar lo que de
alguna manera había provocado. Génova no ha podido aún con Rita. No han
conseguido todavía que se digne a dar una explicación pública a los
ciudadanos, más allá de un comunicado que sacó a regañadientes y después
de horas de negociación con la dirección del PP. Lo único que han
logrado es que lo niegue todo en un papel. No me cansaré de decir que
aquel dirigente público señalado que decide ocultarse, traslada
automáticamente a nuestro subconsciente la sensación de que es culpable.
Resulta irritante, además de increíble, el argumento del
desconocimiento. ¿Todos los miembros del grupo municipal del PP habían
implantado presuntamente un sistema de financiación paralelo y ella
nunca supo de dónde salía el dinero ni de qué color era? Ya está bien.
Distinto es –algo que sí se baraja en Génova- que se esté aferrando al
sillón con la convicción de que el PP valenciano no es el único que se
ha financiado de manera irregular y que, por lo tanto, no la pueden
dejar caer. Estoy segura de que en cuestión de días u horas aumentará la
presión sobre la exalcaldesa para que dé un paso atrás. Pero Rajoy no
puede decir “esto se acabó”, porque paralelamente no hay ningún
dirigente del partido que en estos momentos esté en condiciones de
garantizar que el funcionamiento era distinto en el resto de Comunidades
Autónomas. En todo caso, ya hace tiempo que Barberá no estaba en
condiciones de representar al PP. Por ejemplo, cuando antes de las
elecciones la prensa le preguntó por los elevados gastos en regalos,
viajes y comidas con dinero público, y los justificó alegando que no le
gustaba el “cutrerío”. A nosotros tampoco y nos tenemos que aguantar.
Finalmente, el "esto se acabó" de Rajoy se producía
horas antes de la imputación del partido (otra) por el borrado de los
ordenadores de Bárcenas. Y se produce cuando el PP aún no es capaz de
tratar dialécticamente a Rato con la misma severidad que a su
extesorero. En definitiva, mientras no se animen a refundar el partido y
a hacer una limpieza generacional que no nos digan "esto se acabó",
porque su palabra ya no vale nada. No tienen credibilidad en esta
materia. Hubiera sido al menos una muestra simpática de sinceridad que
Rajoy dijera "continuará muy corrupción y mucho corrupción, pero se
acabó aquello de aquí no se va ni Rita". Y fuera.
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