Una vez constatada la fría realidad de que Pedro
Sánchez ha desoído todos los ultimatums, no se ha encomendado a la
sonrisa del destino que iba a hacerle presidente y ha optado por la
transversalidad firmando un acuerdo de legislatura con Ciudadanos.
Podemos afrontaba un dilema peliaguado al cual se ha visto abocado por
un exceso de tacticismo y puede que también algo de soberbia
intelectual. Los juegos de negociación resultan instructivos pero
negociar no es un juego.
Si la formación morada
optaba por cumplir sus avisos y ejercer su veto respecto a Ciudadanos
tenía que levantarse de la mesa con estruendo y decir no a seguir
negociando. Así lo ha hecho. Abandonaron la mesa con el mismo dramatismo
con que anunciaron que no se levantarían.
Pasada la euforia del momento tal vez empiecen a
constatar que pueden echarle toda la culpa a Sánchez y seguramente
funcione entre muchos de sus votantes. Pero también puede que a mucha
gente, electores de Podemos también, les cueste entender que los de
Pablo Iglesias rompan las negociaciones porque el PSOE pretende
continuar las políticas del Partido Popular y luego voten lo mismo que
va a votar el PP. Una contradicción de imprevisibles consecuencias
electorales.
La segunda opción pasaba quedarse en la
mesa. Si Podemos no ejecutaba su cacareado veto podría seguir
negociando, pero puede que desde una posición de mayor debilidad y con
serias dudas sobre su credibilidad. Su posición se había debilitado y
han preferido romper para evitar verse obligados a acabar aceptando un
acuerdo por debajo de sus expectativas.
Si algo han
clarificado estas semanas de negociaciones y performances ante la prensa
es que la presunta incompatibilidad entre Podemos y Ciudadanos tiene un
origen esencialmente electoral. No les conviene que les vean juntos por
si hubiera elecciones pero no porque no se puedan entender para
suprimir las diputaciones, aprobar un ingreso mínimo vital, instaurar un
impuesto sobre los grandes patrimonios o bajar el IVA cultural. Que
Iñigo Errejón haya recurrido a la caricatura del IBEX35 revela mucho
sobre sus dificultades para explicar sus legendarias incompatibilidades
programáticas.
Si en lugar de empeñarse en una forzar
una disyuntiva que ni siquiera sumaba los votos suficientes Podemos
hubiera empezado a negociar desde el primer minuto, a lo mejor hoy se
encontraba firmando un acuerdo y preparándose para empezar a gobernar,
en lugar de verse en la tesitura de elegir entre susto o muerte.
La política es el arte de lo posible. No el arte de echarle la culpa a
alguien para explicarle a la gente porque no se pudieron hacer las cosas
que se les habían prometido. La buena noticia es que en política casi
todo lo que se rompe un día se puede arreglar al siguiente.
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Está muy clara la responsabilidad de Podemos en el fracaso de Pedro Sánchez como lo está la de Pedro Sánchez en el poco empeño que ha puesto al cruzar el Rubicón de la investidura en dirección contraria al rumbo de la izquierda. Está claro que los cabezas pensantes de Podemos y Psoe no andan muy sobrados de lucidez pero sí lo están en soberbia y tozudez inexplicables en un momento como éste, donde andar con ultimatums y presiones partidistas y estratégicas solo empeora las cosas y las acabará poniendo en contra de los obstaculizadores de la gobernabilidad, a los que les importa un rábano el daño que están haciendo a su país con la obcecación y la torpeza de una soberbia tan necia como fuera de tiesto. Podemos y Sánchez han demostrado que no están a la altura del momento.
El desprecio, la prepotencia y el poco interés que ambos han mostrado por la negociación a cuatro de la izquierda y la falta de disposición a la escucha, demostrada en la ausencia de Iglesias y de Sánchez en las negociaciones, les deja a un nivel responsable adolescente, y políticamente, ínfimo. Tal vez han menospreciado la ocasión porque no fue iniciativa de ellos, los stars, sino de Alberto Garzón y UP/IU, que ha demostrado en todo momento el temple y la cordura de los sabios, lo mismo que Compromís y la desgracia electoral que conlleva el sistema D'Hondt con su arbitrario reparto de escaños, que nos ha deparado esta aberración de resultados en las urnas: los más torpes a la cabeza de la izquierda y el más capacitado para acertar con la cordura imprescindible para ser un portavoz digno, a la cola.
Las rabietas podemiles y las cabezonerías sociatas puede que tuviesen glamour en el patio del recreo para niños con problemas de adaptación, pero en un Parlamento de adultos a la busca y captura de presidente del Ejecutivo, en un país golpeado cruelmente por una crisis inhumana y una corrupción criminal que amenaza con volver a la carga en cuanto los jueces les den un respiro, deprime, la verdad, al mismo tiempo que va desbaratando las razones para votar a semejantes negados si se repiten las elecciones, que parece ser el verdadero propósito de estos líderes de la mediocridad infinita, incapaces de responder a lo que la ciudadanía les exige en las urnas. De momento y visto lo visto y a pesar de D'Hondt: Garzón for president, please!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.