No hay dos sin tres
EL PAÍS
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En una verdadera democracia tres siguen siendo muy pocos. Hay que abrir las puertas a la pluralidad de un federalismo ya inocultable e inevitable, de base municipalista, más fundamentado en el apoyo mutuo del bien común que en la rivalidad ideo-ilógica. Y dejar que lo votado, superando pequeñeces y fijaciones oligárquicas de cualquier deformidad insolidaria, se haga realidad gestora. No hay otro modo de ser democracia y de evitar vicios tan casposos como la corrupción institucional y social.
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