¿Qué queda? Resta la otra posibilidad, la del pacto por
la izquierda, abierto a fuerzas que puedan compartir elementos
programáticos suficientes para apoyar la investidura del candidato
socialista como presidente
![Pedro Sánchez y Pablo Iglesias [combiando]](http://images.eldiario.es/politica/Pedro-Sanchez-Pablo-Iglesias-combiando_EDIIMA20150603_0288_26.jpg)
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias
Muchos de los cargos más conspicuos del PSOE decían
que era el partido que más se parecía a España. La afirmación, a pesar
de su vacuidad política, daba juego para recabar votos con aspiraciones
de mayoría, a ser posible absoluta. Los tiempos para tal lema electoral
quedaron atrás. Mucho ha cambiado España y mucho debe cambiar el PSOE.
Precisamente lo que está ocurriendo en el tiempo presente, tras los
endiablados resultados de las elecciones generales pasadas, con su
esperada dosis de acrecentado pluralismo político, es que el Partido
Socialista tiene que proponerse cambiar en serio; de lo contrario, no
sólo dejará de parecerse a España, sino que dejará de tener un papel
relevante en la política española.
¿Hacia dónde
encaminarse para ese cambio? Eso es lo que se dilucida a la vez que el
PSOE tiene que resolver qué hace ante la insoslayable cuestión de cómo y
con quién se forma un gobierno de España en la legislatura recién
comenzada. El peligro que le acecha es que, ante los dilemas planteados,
a quien acabe de parecerse sea en verdad al famoso asno de Buridán,
cuyo triste final fue morir de hambre al no decidirse por ninguno de los
dos montones de heno que ante sí tenía para comer. La indecisión mata,
como puede experimentar el PSOE en sus propias carnes si no toma la
decisión adecuada y, como consecuencia, se deja arrastrar pasivamente a
unas elecciones anticipadas en las que sus cuentas en cuanto a resultado
en votos pueden salirle muy mal.
Cuando el Comité Federal del Partido Socialista es
convocado de nuevo para clarificar su posición respecto a posibles
pactos de cara al proceso parlamentario de la investidura de un
presidente que pueda formar gobierno, es de suyo para valorar los pros y
contras de las diferentes posibilidades que están sobre la mesa,
excluyendo la posibilidad que muchos, aun deseando que ésa se cumpla,
consideran un fracaso: la de ir a nuevas elecciones por haber sido
imposible formar gobierno.
Entre las posibilidades en
liza, destaca la de la “Gran Coalición” PP-PSOE, con Ciudadanos en
papel de mediador para adecentar el enjuague, como la más querida por
los voceros del “sistema”, sean los prebostes del poder financiero, sean
los representantes de la patronal, sean los que enfáticamente opinan
desde instancias europeas, sea hasta algún cargo eclesiástico, para
acabar tan bendecida por renombrados exministros populares y socialistas
como ensalzada desde la mismísima cúspide de ese PP que es edificio en
ruinas por cimentación hundida en fango de corrupción. Sin embargo, esa
posibilidad es la que desde el PSOE se rechaza con claridad oficialmente
y de forma mayoritaria, aunque no deja de rondar en su mismo espacio
político.
Desechada esa posibilidad en un país en el
que, por más que se mire a Alemania, la derecha no es la CDU ni el PSOE
es el SPD, las otras alternativas que bailan sobre el escenario se
reducen a dos, bien fáciles de enunciar: o gobierno encabezado por el PP
o, si un candidato suyo no alcanza mayoría parlamentaria, gobierno
presidido por candidato del PSOE. A estas alturas, con el guión tal como
se va desarrollando, un gobierno presidido por Rajoy no parece lo
probable, dado el efecto demoledor sobre su candidatura de los nuevos
casos de corrupción que desde filas del PP han salido a flote, los
cuales hacen imposible un apoyo de Ciudadanos en esas condiciones. Hay
que contar entonces con la tesitura de que el PP cambie su candidatura, y
sea otra persona la que trate de conseguir apoyo de Ciudadanos y del
PSOE, sea por parte de éste de manera explícita, votando, sea de manera
implícita, absteniéndose. Esta posibilidad, siendo por la vía de la
abstención, es la que muchos desde el campo socialista parecen ver bien,
justificándola en nombre de la gobernabilidad. Habrá que decir, sin
embargo, que una decisión en tal sentido no dejaría de ir contra
indicaciones anteriores del mismo Comité Federal, pues sería dejar vía
libre al derechista partido de los recortes, de los ataques al Estado de
bienestar, de la merma de libertades, de la corrupción sistémica y del
bloqueo de la situación en Cataluña. La gobernabilidad aducida no es más
que otra versión de las más interesadas apelaciones a la estabilidad.
Pero ya sabemos de qué estabilidad se trata:
estabilidad del "sistema", estabilidad de un orden que acumula
injusticias, estabilidad de una democracia erosionada por la corrupción.
Sería la estabilidad que, como la paz de los cementerios, es paz en la
soterrada guerra de quienes están apegados a anquilosadas estructuras de
dominio. Hay sobradas razones, por tanto, para oponerse a esa vía, que
sería hacia la del continuismo de la derecha en el poder, por más que se
camufle mediante concesiones de última hora para granjearse el apoyo
que no merece. En consecuencia, no es un pacto ni de las derechas, ni
con la derecha, lo que el Comité Federal socialista debe avalar.
¿Qué queda? Resta la otra posibilidad, la del pacto por la izquierda,
abierto a fuerzas que puedan compartir elementos programáticos
suficientes para apoyar la investidura del candidato socialista como
presidente y, a ser posible, la formación de un gobierno de cambio
que, como gobierno de coalición, tenga la fuerza suficiente para
afrontar todo lo que está por delante, hacia dentro, como una nueva
política económica para luchar contra el paro o nuevos planteamientos
para una reforma en verdad federal del Estado, como hacia fuera, cual ha
de ser una actitud no servil ante unas instancias europeas que han de
dejar atrás sus políticas neoliberales. Entre las combinaciones
posibles, en ninguna puede faltar Podemos, lo que significa la imperiosa
necesidad de buscar por ambas partes el modo de aproximar posiciones
para no fallar ante una ciudadanía que espera los pasos decisivos que la
nueva etapa reclama. No vale, desde el PSOE, hacerse trampas
obstaculizando un acuerdo posible calificando de antemano a Podemos como
partido independentista por el hecho de proponer un referéndum en
Cataluña. Tan insostenible falacia debe abandonarse, como no debe irse
al autobloqueo que supone rechazar una posible investidura de Pedro
Sánchez si se produjera también por el hecho concurrente de que partidos
independentistas se abstuvieran. La responsabilidad de la abstención
sería de ERC y DiL, no del PSOE.
Hay razones, por tanto, para pensar que el PSOE no tiene por qué
quedarse paralizado, como el asno de Buridán, en vez de moverse hacia la
izquierda, que es donde debe situarse. A esas razones habrá que añadir
la exigencia de que su Comité Federal sea ámbito de deliberación y
decisión políticas fundadas sobre buenos argumentos, y no terreno
pantanoso en el que se acorrale al Secretario General dando lugar a una
novedosa y sorprendente confirmación de la ley de hierro
de las oligarquías políticas con la que Robert Michels diagnosticó
desde hace mucho la vida de las organizaciones políticas. Es hora de
apuntar en dirección distinta a tal diagnóstico. Quizá para ello el
camino sea llevar al mismo Comité Federal la propuesta de que la
militancia se pronuncie sobre la política de pactos, lo cual, por lo
demás, cuadraría con el espíritu de unos tiempos en los que la
ciudadanía, consciente de sus derechos, quiere una democracia no
domesticada. Un pacto de izquierda es, en cualquier caso, lo que muchos
pensamos que debe ser asumido por el PSOE y avalado por su Comité
Federal.
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