“Han pasado once años y ocho meses”, dice Pilar Manjón,
que lleva la cuenta exacta. Once años y ocho meses desde que el
terrorismo yihadista asesinó a su hijo en uno de los trenes del 11M.
Once años y ocho meses, y Pilar aún tiene que aguantar los insultos, las
amenazas, los desprecios, las mentiras… El veneno con el que los
conspiradores del 11M intoxicaron a una parte de la sociedad. Unas
mentiras que aún hoy siguen provocando dolor en las víctimas sin que el
Gobierno las respalde, sin que la Fiscalía actúe.
Lean completa la entrevista que ayer publicamos con Pilar Manjón. Lean, y tal vez entenderán por qué en eldiario.es decidimos retirar una entrevista
con un cineasta francés, autor de un documental sobre el 11-M donde
culpa del atentado a “los ejércitos secretos de la OTAN” con las mismas
pruebas –ninguna– con la que antes los conspiradores culparon a ETA, al
PSOE, a la Policía Nacional o a los servicios secretos.
Cuestionar una sentencia judicial es tan legítimo como,
en ocasiones, necesario. Pero las afirmaciones extraordinarias requieren
pruebas extraordinarias, y en la teoría de la conspiración ni las hubo
ni las hay. Los supuestos agujeros negros del 11M están más que
desmontados por las sentencias judiciales. La tarjeta de la Cooperativa Mondragón era una cinta de la Orquesta Mondragón. El ácido bórico etarra para esconder explosivos era un desodorante para los pies y un insecticida contra las cucarachas.
Los “pelanas de Lavapiés” –el grupo islamista autor de la masacre y que
se suicidó en Leganés cuando fue acorralado por los GEO– no solo no estaban “congelados”, sino que realizaron varias llamadas telefónicas para despedirse de sus familiares antes de volarse por los aires. La justicia ha dado recientemente la razón a las testigos que identificaron al terrorista islamista Jamal Zougam en los trenes –y a las que El Mundo llegó a ofrecer una mejora en el trabajo si exculpaban a Zougam–. Y así con todo lo demás.
Lo que sí está más que acreditado son las mentiras de la conspiración.
Hay pruebas más que de sobra para acusar de ellas al diario El Mundo y a
su entonces director. En septiembre de 2006, Pedro J. Ramírez, dedicó tres portadas consecutivas,
las tres a cinco columnas, para exculpar a uno de los autores del
atentado: el minero que vendió los explosivos a la célula islamista,
Antonio Trashorras. El Mundo presentaba a este hoy condenado a 34.715
años de cárcel como “la víctima de un golpe de Estado”.
La entrevista en tres portadas se entendió mucho mejor poco después,
cuando El País publicó una conversación desde la cárcel donde Trashorras
explicaba a sus padres que “mientras El Mundo pague, yo les cuento la Guerra Civil”. Y quedó completamente en evidencia hace pocos años, en una entrevista en El Confidencial donde Trashorras pedía perdón a las víctimas y admitía que mintió.

Entrevista a Trashorras, condenado en el juicio del 11M.
También está bastante acreditada la
conspiración del Gobierno de José María Aznar durante aquellos días de
marzo. “Si es ETA ganamos, si son los islamistas perdemos”, le dijeron a
Aznar sus asesores, y el Gobierno se esmeró en mentir a los españoles y ocultar información.
El mismísimo jefe del CNI nombrado por el PP, Jorge Dezcallar, confesó recientemente en sus memorias
cómo el Gobierno ignoró los informes del servicio de inteligencia
español, que apuntaron desde el primer momento al yihadismo, e “intentó
mantener la duda de ETA hasta las elecciones”. Dezcallar también revela
que el CNI se enteró por la televisión de las primeras detenciones
porque el Gobierno nunca les informó. El máximo responsable del servicio
de inteligencia español fue manipulado por el PP por puro interés
electoral. Imaginen que en Francia, tras los últimos atentados, hubiese
pasado algo igual.
Los autores intelectuales de la
mayor manipulación de la historia del periodismo español tienen nombres y
apellidos: Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos. No actuaron
solos: contaron con el apoyo logístico del Partido Popular. El PP no solo financió el periódico digital de Losantos con dinero de la caja B del partido. También presentó cientos de preguntas parlamentarias en el Congreso para respaldar la conspiración.
Al frente de aquel PP de los agujeros negros no solo estaban Eduardo
Zaplana y Ángel Acebes, hoy fuera de la política. Su jefe se llamaba
Mariano Rajoy, un político que alentó la teoría de la conspiración, que ignoró a las víctimas que no eran de su cuerda y que jamás ha pedido perdón.
Tampoco se han disculpado Jiménez Losantos y Pedro J. Ramírez, a pesar de las sucesivas sentencias (incluyendo condenas contra ellos dos).
Al contrario: once años y ocho meses después, aún continúan con la
teoría de la conspiración y ambos han acusado a eldiario.es de censura
por retirar esa entrevista que nos coló en nuestro servidor por error
uno de nuestros medios asociados y que jamás se debió de publicar. El policondenado por injurias y calumnias Jiménez Losantos incluso nos tacha de golpistas; sin rubor. Se enteraron de que habíamos quitado la entrevista porque nosotros mismos lo contamos;
porque en eldiario.es tenemos la costumbre de pedir disculpas a los
lectores cuando nos equivocamos y explicar la causa y los detalles del
error.
Para leer y escuchar mentiras sobre el peor
atentado de la historia de España ya hay medios de comunicación más que
de sobra. Demasiados, como sufre Pilar Manjón. Incluso El Mundo aún hoy sigue publicando columnas de Losantos
donde impunemente acusa a la Policía y al CNI de manipular pruebas del
11-M. La Fiscalía no dijo nada; estaría muy ocupada rastreando algún
tuit.
La línea de eldiario.es
es amplia, pero en ella no caben mentiras tan burdas como las de la
conspiración del 11-M. No porque en este periódico no haya espacio para
puntos de vista distintos con los que discrepar; al contrario, en
numerosas ocasiones he defendido frente algunos socios y lectores la
pluralidad. Sino porque la libertad de expresión en el periodismo tiene
límites muy obvios: los hechos y el respeto a la verdad.
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