La pobreza mundial: los errores del Nobel de Economía
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona
El otorgamiento del mal llamado Premio Nobel de Economía (mal llamado
pues no lo otorga la Fundación Nobel, sino un banco) al profesor
escocés de la Universidad de Princeton, el Sr. Angus Deaton, debido a su
trabajo sobre la pobreza mundial, se ha considerado (correctamente)
como un indicador de la preocupación que un gran número de organismos
internacionales están expresando sobre el crecimiento de la pobreza en
el mundo, y su alivio de que, según la opinión optimista del Sr. Deaton,
tal realidad es reversible, siendo posible que, incluso dentro del
ordenamiento capitalista actual de los sistemas económicos vigentes en
la mayoría de países donde se concentra la pobreza, esta puede
eliminarse. Según el nuevo Premio Nobel de Economía, se necesitaría una
transferencia de fondos –relativamente menor- de los países ricos a los
países pobres, junto con cambios en estos últimos, con mayor número de
campañas educativas dedicadas a su población, lo que sería suficiente
para que millones de personas dejaran de ser pobres. En realidad, el Sr.
Deaton considera que el aumento de la escolarización ha sido el mayor
motor de progreso a lo largo de los siglos, y la mayor causa de la
reducción de la pobreza y del mejoramiento del bienestar de la
población. Un indicador de ello ha sido el aumento de la longevidad
(años de vida que una persona vivirá), que él atribuye al crecimiento de
la población que tiene educación, lo cual, según el Sr. Deaton, permite
a los pobres conseguir lo que se llama el capital humano, que les
permitiría salir de la pobreza y ascender en la escala social.
Esta visión y entendimiento de la pobreza es ampliamente aceptada en
un gran número de instituciones internacionales (que incluyen el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial, así como una gran parte de
ONGs e instituciones gubernamentales y partidos políticos de
sensibilidad conservadora y liberal -sin excluir partidos políticos de
tradición socioliberal, como es el caso de varios partidos
socialdemócratas europeos, incluyendo, por cierto, el PSOE-). En todas
estas instancias, aumentar el gasto educativo se considera condición
sine qua non para eliminar la pobreza.
Esta visión de la pobreza, sin embargo, tiene varios problemas. Uno
es definir pobreza en función del número de recursos que el individuo
tiene. Este nivel de recursos se consideró por mucho tiempo que era de
un poco más de un dólar al día, y que ahora ha subido a 1,9 dólares al
día. Por cierto, hay que aclarar que lo que se presenta como un dólar al
día no es, en realidad, un dólar al día. Para muchísimos países de un
bajo nivel de riqueza, el hecho de que una persona tenga un dólar al día
se consideraría que tal cantidad es más que respetable para poder vivir
sin ser pobre. Ahora bien, cuando el Banco Mundial habla de un dólar al
día no quiere decir que la persona tenga a su alcance un dólar
estadounidense, sino que tiene la cantidad de moneda existente en el
país donde vive el pobre que este necesita para poder comprar los mismos
productos que se pueden comprar en EEUU con un dólar. Si en EEUU con un
dólar se puede comprar una barra de pan, pues el dólar por día en la
India quiere decir la cantidad de moneda india, la rupia, que se
necesita para comprar una barra de pan. Esta cantidad, como he dicho
antes, ha ido aumentando, pasando de 1,25 dólares al día (1.200 millones
de personas, de los cuales un tercio, 400 millones son niños) a casi 2
dólares.
En base en este criterio, se asume que el número de pobres está
disminuyendo, pues hay menos gente cada año que está en esta categoría.
Pero se ignora frecuentemente que ello se debe al gran crecimiento
económico de India y China, que juntos suponen algo más de un tercio de
la población mundial. Pero en esta nota optimista se olvida que en otras
partes del mundo, como en África, hay más personas que viven en extrema
pobreza ahora que hace 30 años (no solo en números absolutos, sino
también en términos proporcionales).
El mayor problema, sin embargo, en esta definición de pobreza, es la
manera como se conceptualiza la pobreza, la cual se define como mera
ausencia de recursos. Según esta conceptualización, el problema de la
pobreza es la falta de recursos por parte del individuo que es pobre.
Esta definición parece razonable, pero contiene un gran error, pues se
centra única y exclusivamente en los recursos que la persona tiene, sin
tener en cuenta los recursos existentes en la colectividad a la cual
pertenece y de los cuales la persona se beneficia. El valor de
subsistencia de un dólar por día para una persona es muy distinto en una
sociedad que tenga sanidad pública, por ejemplo, que en una sociedad en
que el individuo que tenga que pagar para acceder al sistema sanitario.
El contexto en el que vive la persona es de especial importancia para
saber qué recursos tiene una persona, pues a los recursos privados (el
dólar por día) hay que añadir los recursos públicos. Ni Angus Deaton ni
el Banco Mundial toman en cuenta los recursos públicos que pueden
condicionar que un individuo teniendo los mismos recursos privados pueda
o no ser pobre, dependiendo de otros recursos de carácter público
existentes en su sociedad. La definición de pobreza que ellos dan da
excesiva importancia a los recursos privados, excluyendo los públicos,
fijándose solo en la cantidad de recursos que el individuo puede comprar
con el dinero que tiene. Esta visión privatizadora y mercantil de la
pobreza es una visión sesgada que dificulta la comprensión de la
pobreza.
La pobreza es un concepto relacional Pero a este error hay que sumarle otro, consecuencia también de
centrarse en el individuo sin analizar su relación con los otros
individuos en la misma colectividad. Dos personas con el mismo número de
recursos monetarios pero viviendo en dos países distintos pueden
catalogarse como pobres en una sociedad y dejar de serlo en la otra. Que
se definan como pobres o no depende de la cantidad de dinero que el
individuo tenga en relación con los demás individuos en aquella
colectividad. En otras palabras, la pobreza es un concepto relacional.
En realidad, si todas las personas del mundo fueran pobres, no habría
pobreza en el mundo, pues al no haber otras personas con otros niveles
de recursos, la persona no se sentiría ni sería pobre. La
pobreza, pues,
depende del contexto en el que vive la persona definida como pobre.
Veamos los datos: una persona pobre en el barrio pobre del Bronx en Nueva York, EEUU,
tiene más recursos físicos y monetarios (televisión, dólares, coche,
móvil, mayor espacio de vivienda, transferencias públicas de tipo
asistencial, etc.) que una persona de clase media en Ghana (África). Si
el mundo fuera una sociedad, el pobre del Bronx, Nueva York, EEUU,
pertenecería a la clase media mundial, y la persona de clase media de
Ghana pertenecería a la clase pobre mundial. Y, sin embargo (y esto es
de una enorme importancia), utilizando incluso el mismo indicador que
utiliza Deaton (la esperanza de vida –longevidad- para definir progreso)
nos encontramos con la situación. paradójica de que el pobre a nivel
mundial (la persona de clase media de Ghana) vive 15 años más que la
persona de clase media a nivel mundial (el pobre del Bronx). Parece
paradójico que el que tiene más recursos (la persona del Bronx) y es
menos pobre a nivel mundial, tenga menos años de vida que el otro (el
africano de clase media) que tiene menos recursos. Y es ahí donde fallan
las teorías de Deaton y de la mayoría del establishment antipobreza,
que cree que pobreza es un problema individual de falta de recursos que
además se puede resolver a base de educación.
La pobreza no es un concepto absoluto, sino relativo. Que seas pobre o
no y que se te defina como que seas pobre o no, depende de dónde estés
ubicado en la estructura social de un país. No se puede tomar al
individuo fuera del contexto económico, político y social donde vive. Y
ello nos lleva a la raíz del problema que no es la falta de recursos
sino la manera como están distribuidos. La distribución de los recursos a
nivel nacional, así como a nivel internacional es el tema fundamental
que la sabiduría convencional sobre la pobreza reproducida por el Banco
Mundial y el Sr Deaton no tocan.
Una persona pobre del Bronx en EEUU está en el fondo de la sociedad,
una sociedad profundamente desigual y enormemente polarizada en la que
existe poco apoyo colectivo (el Estado del Bienestar en EEUU es muy
deficiente, como lo muestra que el 48% de pacientes con enfermedades
terminales -es decir, que se están muriendo- estén angustiados por saber
cómo pagarán –ellos o sus familias- sus facturas médicas). Es más, este
pobre del Bronx está enormemente frustrado, pues la distancia social y
económica de él o ella con el promedio de la sociedad estadounidense es
enorme, con lo cual se ve abrumado y con pocas posibilidades de salir
del fondo del pozo, lo cual crea una gran frustración y patología,
responsable de su menor longevidad. La persona de clase media en Ghana,
por el contrario, no está por debajo, sino por encima del promedio de la
sociedad en la que vive, y por lo tanto, no tiene esta frustración y
alienación frente al resto de la sociedad como resultado de la ausencia
de una distancia difícil de corregir, algo que sí le ocurre al pobre del
Bronx.
Es ahí donde el énfasis en transferir rentas a los pobres para
resolver la pobreza es insuficiente. Es conocido entre los expertos en
política social que gran parte de las medidas antipobreza que están
basadas en la transferencia de fondos públicos de carácter asistencial
tienen escasa eficacia en resolver dicha pobreza. Toda la evidencia
existente muestra que tales transferencias públicas a las poblaciones
pobres, aun cuando necesarias para aliviar la pobreza, son ineficaces
para resolver esta en un país. Un tanto parecido ocurre con el énfasis
en la educación como medida para salir de la pobreza. Son medidas
necesarias, pero insuficientes. Lo que se requiere para eliminar la
pobreza son medidas públicas altamente redistributivas, que reduzcan las
distancias económicas, financieras, políticas, mediáticas y sociales,
que son las causas de la pobreza. La evidencia es abrumadora en este
sentido. A mayor desigualdad en un país, mayor es su pobreza. De ahí que
lo que se requiere para eliminar la pobreza es la redistribución de los
recursos en un país, encaminada a reducir las desigualdades, el tema
que es precisamente tabú de los organismos internacionales.
De lo dicho hasta ahora, se debe concluir que enviar dinero de los
países ricos a los pobres no ayuda a disminuir la pobreza, a no ser que
estos recursos se dedicaran a medidas redistributivas, que raramente
tienen lugar. En realidad, si los países ricos quisieran ayudar a
eliminar la pobreza en los países pobres, lo podrían hacer fácilmente,
ayudando a redistribuir la 07 enorme concentración de la riqueza que
existe en aquellos países. Que no lo hagan es porque muy frecuentemente
son los mayores aliados de aquellas estructuras de poder que controlan y
se benefician de la concentración de la riqueza en dichos países. El
lector entenderá también porque las tesis expuestas en mi artículo no
tienen la visibilidad que tienen las del Sr. Deaton o del Banco Mundial,
pues las primeras, con su énfasis en la redistribución, amenazan a los
grupos de mayor riqueza en un país que tiene gran influencia, cuando no
control, de los mayores medios de información y persuasión del país. Así
de claro.
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