-¿Compañeros? Hola, soy Maruja.
-….
-Creo que hoy no voy a poder mandarla. Vamos, es que no podré ni
escribirla. No es que me pase algo, o que no me pase nada, o que no
sienta algo, o que no sienta nada. Es que hoy no querría añadir más
palabras al aluvión de letras, sílabas, diptongos, participios,
partículas, verbos, sujetos, predicados y demás charanga. Sujetados y
predicadores. Tantos signos de admiración, tan pocos de interrogación
profunda… Cuando la palabra es ruido, quizá el silencio sea la mejor
elección.
-…
-Sí, ya sé que puedo escribir sobre lo que quiera, pero eso no me
soluciona gran cosa. Salvo que en vez de un diario digital fuéramos… No
sé. Una sinfónica. Y yo, un instrumento en una sinfónica que
interpretara, viviera, creara, entregara a los demás una sinfonía. Algo
bucólico, pastoral, pero no cursi. Como el correr de un transparente,
vigoroso arroyo. Y que me dejarais tocar el clarinete, siempre he
querido tener oído y tocar algo, un clarinete: notas aladas elevándose
por encima del humo y del griterío, de los himnos que empiezan a sonar
por compasión pero llevan incorporados tambores de guerra, de las
lágrimas de pena que son astutamente secundadas por lágrimas de
cocodrilo en forma de bolsos y zapatos y carteras ejecutivas.
-…
-Comprendo que pido una imposible, trabajamos con lo que podemos. Los
hechos, el análisis, la palabra. Pero no soy lo bastante inteligente ni
estoy preparada para dar con las palabras que podrían servirnos de
consuelo, de aclaración y de escudo. Me nutro, a mi vez, de las
reflexiones que llegan, flotando con nitidez sobre los detritus de tanto
mente impropia. Trato de rescatar las piezas de reflexión que me ayudan
a ampliar mis conocimientos y a no perder la calma. Necesito, como
muchos de nosotros, conocer todos los rincones en donde anida la verdad.
-…
-Y me hiere que no reconsideremos con suficiente vigor el escenario
completo. Buenas personas de aquí y de allí, y malas personas en todas
partes. Eso es lo que hay. La fuerza bruta, la maldad, el caos maligno,
sólo pueden prender en territorios de antemano fértiles, los interesados
mercaderes de la muerte, los especuladores de la geografía y de la
vida. No debemos permitir que su estruendo propagandístico cale en las
buenas personas. Sí, estamos rodeados de patriotas, eso también es una
desgracia. De fútiles y ambiciosos patriotas, quiero decir. El dolor por
París no tiene que ver con las patrias ni con la civilización
occidental, al menos en mi caso, sino con las vidas truncadas y el
horror de su muerte. Eso no se apacigua con venganzas machotas y tan
equivocadas como las anteriores.
-…
-Un clarinete alto y limpio, barriendo las impurezas que socavan la
racionalidad al amparo del dolor provocado por los asesinos. Más allá
del dolor, pero fiel al dolor, una música como un arco iris abriendo el
horizonte del pensamiento múltiple, una esperanza en la posible
clarividencia -que incluya también la destrucción del enemigo que creció
a nuestros pechos: pero por los medios acertados: financiación,
hipocresía, venta de armas, redes sociales-, yendo de sien a sien, con
todos los colores, un arco iris como una nota limpia de clarinete.
…
-Vale. Os lo agradezco mucho. Quedamos en que esta semana no os mando
artículo. Ojalá hubiera podido enviar una luz. Una luz que entra,
primero fina, y que luego se expande, cubriéndolo todo. Iluminando,
explicando, esperanzando. Enfriando las vanas histerias. Una luz como
una nota de clarinete, como un vigoroso y transparente arroyo. Como un
pensamiento libre.
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Maruja Torres, espléndida. Divina. Como la música sinfónica. Como un poema del corazón. Como la luz. Gracias!
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