¿Renegociación o ruptura?
El referéndum griego ha dejado al descubierto el enorme agujero
institucional y político de Europa, con las soberanías tan
desordenadamente repartidas que flotan en una enorme confusión.
Iñaki Gabilondo
Madrid.
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En mi poco documentada y modesta opinión, ese agujero institucional y político al descubierto en Europa a partir de ayer por la noche no es cosa de ahora , ya peina canas, desgarrones sin remendar y refritos varios. Ha estallado por la incapacidad puntual y manifiesta para solucionar la hecatombe griega, pero esto ya era la crónica del desastre anunciado y perpetrado pasito a paso desde la misma fundación de la UE, sobre unas líneas financieras básicas al servicio de un 'Mercado Común'. Sólo eso. Por desgracia. La triste función del órgano la resume de maravilla la propia sigla.
Durante décadas la única función imprescindible del invento ha sido centrarse en el neoliberalismo de los años 30, para edificar una burbuja antropológica rimbombante, pero viejuna y sin perspectivas de renovación ante los retos inapelables de la recesión mundial, las desigualdades sociales ya estrepitosas y el desafío cada vez más acuciante de un cambio climático con la amenaza cada vez más inevitable de un colapso energético y laboral, al que no se ha hecho ni caso, si lo comparamos con el interés que se ha puesto sólo en los bancos y sus manejos. El ramplón y miserable concepto reductivo de una Europa-negocio, sin más aspiraciones, de tal modo, que por mantener ese negocio se sacrificarán derechos, libertades, soberanías, dignidad y hasta vidas humanas si es preciso, con tal de no ceder ni un palmo a la más mínima tentación de poner por delante del mercado y sus reglas, a los europeos, a los seres supuestamente humanos que son la base mantenedora del susodicho proyecto, sin los que ese engendro maravillosamente distrófico, no puede moverse por más que se lo proponga. Los trabajadores de la UE se han convertido en la silla de ruedas de una Europa moralmente lisiada, políticamente bloqueada, sin recursos inteligentes para verse a sí misma, que cada vez pesa más, que cada vez desgasta con más presión las ruedas que la transportan y de las que no tiene recambio.
Renegociar, por supuesto y de momento. No les queda otra, aunque quieran una ruptura con Grecia, para castigarla, saben de sobra que esa ruptura también sería la desvertebración total de su propio proyecto. Grecia no es la causa del mal, es la consecuencia de una larguísima y torpe situación taponada y contenida con parches, "rescates"(?), recortes y abusos de toda laya, empezando por la imposición arbitraria de una misma moneda sin tener en cuenta la realidad de cada país. Demasiado hemos aguantado, desde que el euro vino a sustituir a las monedas nacionales, encareciendo, en el caso de España, casi al doble el precio de los productos. Lo que costaba 100 pesetas se nos puso en 166 de la noche a la mañana. Psicológicamente la sustitución funcionó en apariencia, por la similitud física de las monedas. Pero en realidad el "todo a 100", se convirtió de repente en "todo a 166", con lo que eso significó para el consumo y la economía de países con estructuras sociales y empresariales tan distintas.
Mientras Alemania o Francia, sin ir más lejos, fomentaban y sostenían las iniciativas de la pequeña y mediana empresa familiar y facilitaban los pequeños negocios, mantenían sus astilleros y su metalurgia con una salud estupenda, exigían a España y a los países en parecido estado, "reconversiones" reventadoras de la economía nacional, a cambio de unos "fondos de cohesión" que mucho nos tememos sólo sirvieron fundamentalmente para fomentar y "cohesionar" la megalomanía electoral de gobiernos y ayuntamientos, organizar eventos, "expos", trenes maravillosos para ricos desmantelando las líneas para pobres y obligándoles a usar el coche, lo mismo que derrochar en el deporte como inversión de élite, formando máquinas de ganar trofeos, para estar "al nivel" ganando al Bayer o la Shalke 04 o la Champions. O campeonatos del mundo de lo que sea. O preparando científicos e intelectuales de bandera, que no cuentan luego con estructuras necesarias para desarrollar en su propio país lo que han aprendido y estudiado en una universidad pública de una calidad intelectual muy por encima de la de los gestores impolíticos que padecemos cual maldición gitana de la más peligros especie. Para llegar a político de campanillas y a mangante institucional basta con militar en un partido en plan "pequeño Nicolás", abandonando estudios por amor "a la causa", algo que se recompensa a lo grande vitaliciamente, con una presidencia autonómica, un ministerio de sanidad o de cualquier otra simpleza sin más trascendencia. Pompa y circunstancia, Hidalgo del Lazarillo fashion y ya.
No había ni hay en Europa un proyecto de desarrollo ético con un código moral sine qua non, ni una estructura social y económica compartida, ni un control mutuo de recursos, ni unas reglas sólidas y bien diseñadas y consensuadas consultadas y aprobadas por la ciudadanía, informando puntualmente en los medios de las importancia de las propuestas y de la responsabilidad de los ciudadanos a la hora de exigir a los políticos una clara exposición sobre Europa y un análisis abierto sobre las competencias de la UE en la soberanía de los pueblos asociados. Todo esto nunca se vivió ni se explicó en los ayuntamientos ni en las diputaciones y delegaciones del Gobierno...Sólo el dinero "de los fondos europeos" se invertía en fomentar la corrupción y mantener forrada a su clientela. En España, en Grecia, en Italia, en Portugal, en Irlanda..., qué coincidencia, precisamente culturas muy dependientes de una determinada religión que históricamente está vinculada y fundida con el poder político y económico y con un curriculum pavoroso de regímenes dictatoriales y "guerras de religión" en sus haberes.
Como la misma Europa es de por sí una burbuja económica, convivió a la perfección con el sistema burbujil de nuestros "biparties" mediterráneos, hasta que una de las crisis neocon, tan naturales en ese habitat ciego y sordo, pero muy buen contable al tacto y al trinque, puso en el candelero la fragilidad y la chapuza del invento europeo. Una estructura pantagruélica ,inútil y hasta cruelmente injusta, a la hora de gestionar una crisis que no supo prever ni vislumbrar, tan entretenida en su euroglamour cortoplacista y cegato.
Si hemos llegado a este estado de debacle ética, social, económica y política, no bastará con renegociar el batiburrillo, habrá, ante todo, que replantearse la UE actual y su función, porque no es normal que en la casa de todos, unas habitaciones sean de cinco estrellas y otras sean chabolas repintadas y adaptadas para las vacaciones de los cincoestrellistas. Algo no funciona en el conjunto y no sólo en la zona gipsi del imperio con los cimientos de barro. Realmente Europa está rota en su conciencia y hasta que no lo comprenda y lo solucione no funcionará jamás y estará expuesta constantemente a estos bamboleos y conmociones gravísimas.
Este eurosinvivir ya lo describió Ortega y Gasset en 1922, en La España Invertebrada. Como si hubiese hecho un viaje al futuro, describe y define a la Europa de su tiempo como una desidentidad sin proyecto, un laissez-faire, laissez-passer, que se abandona a los vaivenes de las masas sin conciencia hasta derivar en totalitarismos aplastantes de las mismas masas que los promueven y todo por falta de vitalidad consensuada, de deseos y proyectos compartidos que poner en marcha entre todos.
Algún día Europa agradecerá a Grecia, una vez más, que haya sido la vanguardia de la inteligencia colectiva. Para empezar, ese Varoufakis tan vilipendiado, ridiculizado y humillado por los medios y sus mantenedores, acaba de dar una lección magistral de inteligencia política y de decencia coherente: ha estado al pie del cañón hasta que su pueblo ha podido confirmar en la UE su dignidad y su derecho a expresar su dolor indignado en las urnas ; a continuación ha dimitido. ¿Tomarán nota Angela Merkel, Juncker o Draghi, por poner algunos ejemplos paradigmáticos?
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