El problema de la vivienda y el viejo topo que piensa en las musarañas
A la agenda reaccionaria que la derecha trata de imponer debe
oponer la izquierda la defensa de las libertades y una apuesta ambiciosa
por la igualdad
Después de describir en La situación de la clase obrera en Inglaterra
el panorama de explotación y miseria sobre el que se desarrollaba la
revolución industrial, Friedrich Engels publicó a finales del siglo XIX
una Contribución al problema de la vivienda en la
que relata cómo en Londres, Manchester y Liverpool, pero también en
Berlín y Viena, "los obreros van siendo desplazados del centro a la
periferia; las viviendas obreras y, en general, las viviendas pequeñas,
son cada vez más escasas y más caras, llegando en muchos casos a ser
imposible hallar una casa de ese tipo, pues en tales condiciones, la
industria de la construcción encuentra en la edificación de casas de
alquiler elevado un campo de especulación infinitamente más favorable, y
solamente por excepción construye casas para obreros".
Lo que ocurría en aquel capitalismo inicial sigue ocurriendo, con menor
brutalidad en su escandalosa miseria pero con efectos sociales análogos
en términos de desigualdad e injusticia, en el capitalismo globalizado
de nuestro tiempo. La penuria del acceso a la vivienda castiga a los
sectores más desfavorecidos, a las clases medias precarizadas por la
crisis económica y, sobre todo, a los jóvenes, que en las grandes
ciudades tienen dificultades crecientes para emanciparse y encarrilar su
autonomía personal.
Mientras la derecha española exhibía para su pacto en
Andalucía estos días prioridades que amenaza con proyectar a todos los
territorios como la eliminación de impuestos a los ricos, se publicaban
noticias que constatan los problemas efectivos de miles de ciudadanos
sin recursos habitacionales. En Valencia, por ejemplo, los precios del alquiler han subido un 10% en 2018 y un 45% desde 2014. En Madrid, la burbuja del alquiler hace que el 48% de los jóvenes de entre 18 y 35 años esté atrapado en las casas de sus padres. En Barcelona, el Ayuntamiento intenta obligar a los promotores a destinar un 30% de las nuevas viviendas a uso social.
Andreu Missé, en el editorial de la revista Alternativas Económicas que
reprodujo este diario, pone el acento sobre tres aspectos de lo que
califica como una "catástrofe social": el raquítico gasto público
dedicado en España al acceso a la vivienda, el minúsculo peso de la
vivienda de alquiler social y una legislación que no respeta los
derechos de los usuarios y es contraria a la normativa europea.
En ese contexto, el Gobierno socialista presenta unos Presupuestos Generales del Estado de incierto destino en los que destaca el aumento de las partidas dedicadas a la política de vivienda.
Pactadas en gran medida con Unidos Podemos, formación que mantiene una
importante discrepancia con el Gabinete de Pedro Sánchez porque reclama
fijar un precio máximo al alquiler para frenar la burbuja, las medidas
suponen apenas un indicio de que la izquierda despierta de un
ensimismamiento que la hizo estar pensando en las musarañas hasta que
explotó el drama de los desahucios.
No es el único
asunto del que el "viejo topo" tiene que volver a ocuparse. Como dejó
explicado Tony Judt, que no era precisamente un extremista, “se trata de
optar entre la política de la cohesión social, basada en unos
propósitos colectivos, o la erosión de la sociedad mediante la política
del miedo”.
El desmontaje de las políticas de
vivienda durante la hegemonía de la derecha ha hecho que los gobiernos
de izquierdas en las ciudades y las comunidades autónomas se hayan
topado con hechos como la venta a fondos buitre de pisos públicos en
Madrid que ha llevado a la condena de Ana Botella y su equipo por el Tribunal de Cuentas o la necesidad de la Generalitat Valenciana de reparar un escaso parque público heredado en condiciones inhabitables mientras 16.000 personas esperan una vivienda social.
A la agenda reaccionaria que la derecha trata de imponer para contener
la respuesta popular a los estragos causados por los recortes y la
brutalidad del ajuste social del periodo de crisis, la izquierda debe
oponer una programa mucho más ambicioso en aspectos cruciales como el
del derecho a una vivienda digna. Cuando conservadores y "liberales"
pactan con la extrema derecha para alcanzar el poder, queda claro que la
lucha por las libertades no tendrá futuro si no se da la batalla de la
igualdad.
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