No es clickbait. Bueno, o sí. Porque se ha escrito tanto sobre
el tema… Yo creo que a estas alturas es difícil leer o escribir dejando
en un rincón los prejuicios que cada uno tenemos. Yo lo voy a intentar
empezando por responder a una pregunta.
¿Por qué trabajar juntas con lo diferentes que somos?
Bueno, porque es un ingrediente necesario para que se opere un milagro, uno de verdad.
Alguien a quien no he tratado por edad y que no sabremos nunca
si existió como mito o como personaje histórico, le ocurrió eso de
juntar en un “mitin” a unos cinco mil. Y estaban los de organización
jodidos porque pensaban con buen criterio, ¿cómo le damos algo de comer a
este gentío, que ya se hace tarde? Que no tenemos más que cinco panes y
un par de peces. La suma de esto no daba para satisfacer a todo el
mundo.
Y hubo un milagro.
Sí. Hay quien cree que fue algo puramente mágico al estilo Harry
Potter. Otros, que hemos vivido muchas cosas ya en la vida en general y
en política en particular, pensamos que el hecho excepcional fue que la
gente buscó en su mochila, sacó lo que tenía y lo compartió. Lo puso a
disposición del resto. Cuenta la leyenda que apareció pan suficiente y
peces en tal número, que hasta sobró.
Yo he tenido la enorme fortuna de experimentar eso en muchas
ocasiones y por eso estoy convencido de que es posible. Creo que tenemos
cultura política, ideas, experiencias y conocimientos en cada una de
nuestras mochilas como para que haya de sobra para todas y todos.
Solo hay que creérselo, sacarlo y ponerlo a disposición de todo
el mundo. Es jodido porque lo mismo yo pongo aquí lo mejor y el de al
lado se guarda lo que tiene y…
Puede pasar. Yo opté hace mucho tiempo por no guardarme nada. Y
me va mejor. Que cada uno vea lo que quiere aportar en esta nueva fase.
Pero a mí me emociona pensar lo que puede nacer con lo que ya tenemos y
conocemos.
Porque nuestra suerte es inmensa y no dedicamos el tiempo que
deberíamos a glosar los valores enormes que atesoramos en ese amplio
espacio que hay en la izquierda transformadora plurinacional del estado
español. Con muchas de las personas he tenido y tengo diferencias
sensibles en diagnóstico y en propuestas de solución a los problemas a
los que nos enfrentamos. Pero me une a ellas muchísimas más cosas de las
que me pueden llegar a separar.
Yolanda Díaz, inteligencia a raudales y trabajadora incansable,
Ione Belarra con empuje y determinación para dar y tomar, Irene Montero,
brillante e imparable, Alberto Garzón, que optó por usar la economía
para que haya menos pobres y no para que haya más ricos o Ada Colau,
pedazo de partisana.
Pero no nos basta con reconstruir el espacio de Unidas Podemos.
Toca ir más allá y por eso hay que ser capaces de que Sumar sea
atractivo también para Más País, Compromís y Equo. Claro que podría
encontrar muchas cosas en las que no estoy de acuerdo con estas
organizaciones. Pero esto no va de heridas personales o lo que ha
ocurrido en el pasado. Se trata de sacar lo que cada uno lleve en la
mochila…
Joder, que tenemos mucha suerte. Porque estamos ante una gran
oportunidad que pasa también por aspirar a coordinar fuerzas y conformar
un bloque histórico del que formen parte fuerzas que hicieron posible
el gobierno de coalición como EH Bildu y ERC y gentes como Mertxe,
Oskar, Bel, Gabriel o Pilar. Yo soy de los que pienso que cuantas más
naciones, mejor.
La clave del éxito precisará de que las organizaciones políticas
seamos capaces de asumir un papel respetuoso. Y que en ningún caso asfixiemos
a las personas que no militan en ninguna de ellas y a las que ha
interpelado el proceso de escucha que ha puesto en marcha Yolanda Díaz.
“Baja a la tierra, Carlos”. Que aquí hay que firmar acuerdos,
que hay muchas formas de hacer primarias, infinitas metodologías que
negociar y fórmulas diversas.
Pues claro que sí. A mí si me hubiesen dado la posibilidad de
elegir, habría preferido que a estas alturas estuviese acordado todo
porque no soy de dejar las cosas para la última hora. Pero no se va a
resolver ni presionando, ni forzando a nadie a hacer lo que no quiera
hacer, ni buscando culpables. Que nadie se dé por aludido. O que nos
demos todos.
Creo que hay vías para superar los bloqueos. De hecho, a mí no
me da igual la forma en la que se haga este proceso y tampoco soy
neutral ante el resultado. Pero no es lo más importante ahora.
Pienso que debemos tener primarias y que la gente, que
voluntariamente se apunte a un censo creado al efecto, pueda votar
libremente a quienes pueden impulsar la siguiente fase de nuestra
realidad política. Claro que yo tengo más sintonía con las personas con
las que comparto militancia en Izquierda Unida, pero os aseguro que me
saldrían un centenar de nombres capacitadísimos más allá de mi
organización que deberían ejercer responsabilidades de enorme calado si
aspiramos a gobernar este país y a transformarlo en profundidad. Y estoy
seguro de que todas las diferencias que tenemos se resuelven con debate
y métodos democráticos. No puedo creer que ese acuerdo sea
inalcanzable. Y tampoco pienso que sea necesario rubricarlo para hacerlo
posible.
¿Ingenuidad? Bueno, quizá. Pero creo que ahora mismo no viene
mal y que debe estar aderezada de unas pizcas de confianza. Y alguien
tiene que empezar porque lo contrario nos pesaría toda la vida. Nos va
demasiado a los de abajo en este envite. Tiene que salir bien.
Y por eso es imprescindible que, para sumar de verdad, esté
Podemos, no falten ni Izquierda Unida ni los Comunes y formen parte
Alianza Verde, Equo, Más País, Compromís y Anticapitalistas. Y además
que no aparquemos la ambición de convencer a las fuerzas políticas que
legítimamente aspiran a la independencia de sus naciones porque,
mientras compartimos estado, hay muchísimas cosas que podemos hacer
juntos para mejorar la vida de la gente, especialmente las personas más
vulnerables.
Nos sale un programa bonito con los mínimos de todas y todos.
Pero, sobre todo, compartiríamos una hoja de ruta que esperanzaría no
solo a quienes alguna vez votaron cambio sino a quienes jamás se
acercaron a una urna porque no les convencimos de que desde la
institución podíamos de verdad mejorar su situación.
Mientras eso ocurre, yo voy a ir ilusionado el 2 de abril al
Magariños. Cuantos “imposibles” ha hecho “posibles” nuestro querido
Estudiantes allí.
Y quiero darle allí un abrazo en el templo del Estu a
Ione, a Pablo, a Irene, a Pam, a Alejandra y a tantos otros. Porque sin
ellos y ellas, sin la militancia de Podemos, no vamos a ningún sitio.
Pero tampoco sin Yolanda, sin Izquierda Unida y sin todo el empuje que
da quienes no se cansan de soñar que esta vez (esta sí) va a ser la
buena.
Y si el domingo no estamos todas y todos, perseveremos para hacerlo posible cuanto antes.
Ojalá Sumar se quede pequeño. Porque se trata de multiplicar.
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Aquí dejo este artículo de Javier Valenzuela en InfoLibre, publicado hoy mismo, sobre el mismo tema. Creo que queda clarísimo el panorama. O la izquierda que necesitamos se une y Podemos se despierta, o las consecuencias serán que Podemos acabará como Ciudadanos, y la izquierda una vez más sumida en una injusta minoría, la mayoría votante absteniéndose en las urnas y los "de siempre" machacando todo el país y a la mayor parte de las sociedad desde el Estado y sus instituciones, o sea, España convertida en una Cañada Real completita. Y todo gracias a Podemos. Nunca se lo perdonarán quienes confiaron, les votaron e hicieron posible su presencia en Europa, en el Parlamento y en el Gobierno de Coalición, para acabar hundiendo el presente y el futuro en el fondo del ppozo. Será un trauma político que no se querrá repetir otra vez, pasándolas moradas de verdad. Las bases sociales confiaron en ellos y el 15M les abrió las puertas. El pueblo ha sido traicionado y su dolorosa decepción no les permitirá volver a gobernar nada. Lo triste es que lo tengan que pagar IU, Compromís, Más País, Los Verdes, Adelante Andalucía, Podem, La España Vaciada. O Podemos cambia ya o adiós Podemos, eso seguro...Será inevitable. Es lo que tiene jugar con fuego cuando se acumula pólvora en el equipaje, creyendo que solo son trapos para lavar a golpe de escaño o de leyes pensadas con los pies y pisadas con la cabeza. Como el Ahorcado del Tarot. O la ley 'del sí es sí'.
Opinar sobre la situación del magma político a la izquierda del PSOE es
meter la cabeza en un avispero. Te la pueden acribillar a picotazos. La
susceptibilidad y la irritabilidad son extremas, en algunos muy
particularmente, cabe precisar. Sólo se aceptan adhesiones
inquebrantables, cualquier matiz es tachado de traición.
Y sin embargo, más allá de los hooligans, parece existir un
amplio consenso sobre unas cuantas cosas importantes entre el electorado
potencial de ese espacio político. En primer lugar, que no es inevitable que el PP, apoyado por Vox, reconquiste La Moncloa
el próximo invierno. La situación económica está lejos de ser
catastrófica, el escudo social funciona razonablemente y las querellas
territoriales se han ido apaciguando. En cuanto a Feijóo, ha demostrado ser muy poca cosa, si no directamente bobo. Y sus únicos socios posibles de Gobierno, los de Vox, han hecho el ridículo con el show parlamentario de Ramón Tamames.
En segundo lugar, la mayoría del electorado potencial de la
izquierda alternativa al PSOE no está pidiendo a gritos que sus
dirigentes, partidos, movimientos, facciones, sectas y capillas se
dediquen a interpretar por enésima vez la escena del Frente Popular de Judea de La vida de Brian.
Dividirse por cuestiones de dimes y diretes, procedimientos, puestos en
las listas o notas a pie de página. Es más bien lo contrario, es el “estoy, estamos, hartos” expresado este miércoles por Quique Peinado aquí mismo.
Tal y como están las cosas, solo hay dos alternativas de
Gobierno para España. O una repetición de la coalición entre el PSOE de
Pedro Sánchez y las fuerzas situadas a su izquierda, o la llegada de
Feijóo a La Moncloa con la muleta de Vox.
Es posible que el PSOE mantenga o hasta incremente algo su peso
parlamentario, pero no es seguro que lo haga la constelación situada a
su izquierda si no acude unida a los comicios. Y si ese espacio ahora
representado por Unidas Podemos, y que el proyecto Sumar aspira a
renovar y ampliar, no conserva, como mínimo, su actual número de
diputados, peligra la idea de una segunda legislatura de Gobierno progresista de coalición. Es una cuestión de aritmética.
Por eso resultan tan preocupantes e irritantes las polémicas
politiqueras en torno a una candidatura liderada por Yolanda Díaz que
reúna a todas las sensibilidades situadas a la izquierda de Sánchez. Al
abandonar el Gobierno, Pablo Iglesias acertó al señalar a Díaz como su candidata
a liderar el espacio de Unidas Podemos. Era, y sigue siendo, la
política netamente de izquierdas más popular entre la ciudadanía.
Paradójicamente, Díaz no para ahora de recibir pullas y zancadillas de
Iglesias y muchos de sus seguidores.
Probablemente Díaz no estuvo fina al no invitar a Ione Belarra e
Irene Montero a aquel acto en Valencia del pasado noviembre. Quizá haya sobreactuado
en algunos de sus distanciamientos respecto a Podemos. Y no parece
haber sabido atajar la idea de que con Sumar pretende crear su propio
partido, o, en todo caso, su propio partido más Errejón y otras fuerzas
pequeñas, una especie de Izquierda Unida Plus o Premium.
Pero ya estamos en pleno ciclo electoral. Es estéril lamentarse
por lo que pudo ser y no fue. Lo es también regodearse en el rencor y el
deseo de venganza. Y, desde luego, es absolutamente suicida dejarse
llevarse por el narcisismo y el sectarismo.
Jamás he satanizado a Podemos, al contrario. He dicho y escrito
en repetidas ocasiones que hizo una aportación muy valiosa a la política
española al recoger la justa y necesaria indignación del 15M. Introdujo
aire fresco en una estancia cerrada al poner en cuestión los dogmas del
régimen del 78 y decir alto y claro que nuestra democracia es mejorable. Y, desde luego, fue, y sigue siendo, víctima de una campaña de odio y mentiras sin parangón. Una campaña cruel y sistemática orquestada por el establishment, desde su cúpula hasta sus cloacas.
Pero lamento tener que decir que Podemos ha ido a peor. Lo señala Ignacio Sánchez Cuenca, que nunca fue hostil a ese partido, en un artículo en CTXT
que le ha valido críticas desaforadas. “Podemos”, escribe Sánchez
Cuenca, “ha dejado de transmitir ilusión y novedad. Su discurso está
dominado por la reivindicación de su propia existencia frente a la
hostilidad del exterior”.
Pues sí. Podemos ha ido asumiendo el espíritu de una Numancia asediada.
No reconoce el menor error, no hace la menor autocrítica, señala
paranoicamente como esbirro del sistema a cualquiera que no esté de
acuerdo con lo que dice. Ha ido agriándose y marginalizándose. Y esto no es saludable.
Dicho esto, creo que Podemos tiene que estar en Sumar.
Sería un desastre que no estuviera, que los electores a la izquierda
del PSOE se encontraran en los próximos comicios generales con dos
papeletas: una encabezada por Díaz y otra por Belarra y/o Montero.
Que la división de los suyos desanima a la izquierda y lleva a
parte de ella a la abstención es un hecho probado. Que el sistema
electoral premia la unidad y castiga el fraccionamiento, es también
indiscutible, digan lo que digan algunos sabiondillos.
Díaz debería hacer un último gran esfuerzo para integrar a Podemos
en Sumar. No dentro de unas semanas, ya mismo. Sería decepcionante que
no consiguiera con compañeros de viaje político lo que consiguió como
ministra con la patronal y los sindicatos.
Y Podemos debería dejarse de zarandajas y
anunciar esta semana su incondicional disposición a integrarse en Sumar.
Tiempo habrá luego para discutir sobre primarias, censos, cuotas o lo
que sea. Este sería el nuevo gran servicio que podría rendir a la causa
por la que nació en 2014. Y una prueba de que conserva la visión.
Sin Podemos quizá Díaz no sume lo necesario.
Sin Díaz quizá Podemos tenga que rebautizarse como Pudimos.