La nueva normalidad
les suena distópica porque no es a una utopía a lo que vamos a
asomarnos. La normalidad, como uso y costumbre, no va a regresar a
nosotros sin la vacuna. Sobre eso sí que hay certeza
Ha sido CAT la que ha dejado en el Congreso el grito
indignado de los que buscan la certidumbre y fue Kant el que dejó dicho
que la inteligencia del hombre está proporcionalmente ligada a la
cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar. "El pueblo español
necesita certezas (…) la ausencia de fechas claras provoca
incertidumbre" claman los populares y hasta algunos actores económicos,
como si la vida no fuera ajena a las certidumbres y como si un despojo
de ARN, con destajo de asesino, fuera a firmales ante notario un pliego
de seguridades.
No haber comprendido que la certeza no
será parte de nuestro mundo, porque de hecho nunca lo fue, es no haber
sacado receta alguna de esta debacle. Ni los que encuentran el consuelo
de la fe para apaciguar el miedo a lo incierto dudaron nunca del dios de
la incertidumbre, ese que les animaba en Mateo a velar "porque no
sabemos ni el día ni la hora".
No hay certidumbres, no hay ni siquiera aún certeza científica. Sólo el socrático scio me nihil scire
halla hueco en nuestros corazones. Así que el plan de desescalada es un
desastre, dicen, porque no nos da certezas, porque no pone plazos a
nuestras ansias, porque no nos asegura la seguridad ni el tiempo. El
plan de desescalada es racional porque sólo se ancla en la falta de
certeza, en las preguntas, en la falta de seguridades que preside
nuestro descenso a la categoría no ya de humanos sino de animales cuyos
organismos se exponen a un peligro biológico que luchamos por controlar.
Los
hay quejumbrosos por lo que afirman es un plan incomprensible y
complejo, lioso y poco claro, y en su lamento no parecen darse cuenta de
hasta qué punto expresan su falta de claridad mental. El plan es
meridiano. Ensayo y error, un método heurístico para obtener
conocimiento. No lo tenemos, ese conocimiento. Ensayo y error y
paciencia. Esas fechas que pide la oposición, esas señales con límite,
no dejan de desearse también como mojones en el camino en el que colgar
los dogales políticos del incumplimiento porque es sabido que ningún
gobernante que dé fechas precisas puede asegurar que las cumplirá o
siquiera que no tendrá que retroceder. No poner fecha es estimular
también al ciudadano. Ladran los que consideran que el Gobierno está
haciendo recaer la responsabilidad en los españoles pero, díganme en
serio, ¿quién ha de ser responsable de nuestra propia salud y de la de
nuestros seres queridos, de nuestras vidas, si nosotros mismos
pretendemos no comprometernos en ello? Sí, también y sobre todo es cosa
nuestra cuidarnos. Cosa de hacer bien las cosas. Cosa de ser cívicos y
responsables, incluso siendo conscientes de que todo lo que se permita
hacer no es obligatoriamente lo que hemos de hacer.
El
plan responde a la razón científica. Pretende ir volviendo a la
actividad con un máximo de medidas que eviten el contagio y un mínimo de
riesgo. Nadie asegura que eso produzca planes "lógicos". "No tiene
ningún sentido que la gente pueda ir antes a la terraza de un bar que al
pueblo a ver a su madre. Bueno sí, uno. La presión de la patronal",
clamaba Rufián. Y erraba porque la lógica en la que nos movemos no es la
de antes ni siquiera la del capital ni la de la importancia simbólica
que le demos a las cosas sino la lógica del bicho. Así que sí, es lógico
que puedas ir a una terraza al aire libre, guardando las distancias, y
que no puedas ir a otra provincia que puede estar en mejor situación
epidemiológica porque, Rufián, si los padres viven en un pueblo de la
misma provincia sí que podrás, pero tendrás que valorar si deberás.
La
provincia, el otro aparente escollo que han encontrado como asidero.
Hace falta ser muy parvo para tragarse eso de que la provincia no vale
porque se diseñó en el siglo XIX. ¿Qué pasa con la provincia? ¿No
votamos por provincias como circunscripción? El Gobierno ha dicho que
aceptará otras unidades administrativas si se les propone de forma
motivada. La provincia como estrambote que no rima. ¿Han pensado en lo
fácil que es instalar controles en los límites provinciales? Nunca se me
hubiera ocurrido que la provincia per se fuera centralista y
centralizadora, castradora de la nacionalidad. Si todo lo que chirría es
la provincia, me arraigo en mi postura de que el plan está basado en la
racionalidad y de que compete a cada comunidad entrar en la carrera de
las cosas bien hechas para lograr superar las fases de forma inequívoca.
Hay
también quejas sobre la imposibilidad de obtener rentabilidad de
ciertos negocios jugando con las reglas del coronavirus. Es muy triste,
pero es que es lo que hay. A nadie se le obliga a abrir su terraza con
un 30% del aforo. Con trescientas muertes aún al día es imposible pensar
en amontonarnos más. Vivíamos en la promiscuidad, vivíamos de la
muchedumbre y eso no va a ser posible hasta que la ciencia halle la
vacuna. La ciencia, esa única diosa capaz de producir la certidumbre.
Zozobran
algunos ante la "nueva normalidad" y yo no alcanzo a ver una
construcción más afortunada. La nueva normalidad les suena distópica
porque no es a una utopía a lo que vamos a asomarnos. La normalidad,
como uso y costumbre, no va a regresar a nosotros sin la vacuna. Sobre
eso sí que hay certeza. Recobraremos una suerte de normalidad, por
oposición al confinamiento y al estado de alerta y a los miles de
muertos y a la lucha detonada en hospitales, que es la anormalidad en su
expresión suma. Volveremos a intentar vivir como la pandemia nos
permita. Debería inquietar que nuestra normalidad siga siendo tan
frágil, tan poco normal en suma, y no un término acuñado para que los
ciudadanos, el pueblo, la gente, entendamos que nada va a ser como
antes… todavía. La humana incertidumbre le ha explotado a algunas
generaciones en las manos. Se han despertado en un mundo en el que no
podemos asegurar las cosas. El mundo de siempre, vamos, no el que les
habían vendido. Kant, danos paciencia.
Creo, modestamente, que llamar política a una constante pelea de corrala entre marujones ideológicos, más parecida a la escena inicial de la zarzuela Gigantes y cabezudos, que a una sesión parlamentaria de cualquier país civilizado, es demasiado arroz para tan poco pollo. No es política ni de coña. Sino una deplorable pelotera de taberna entre clanes de vecinos descerebrados, partidarios del Barça y del Real Madrid, enardecidos por el exceso de cañitas, finos, cafés y cocacolas a saco.
La política se está haciendo en los hospitales públicos bajo mínimos, en la panadería, en las farmacias, aconsejando, preparando diluciones homeopáticas y mandado pedidos a domicilio, en la limpieza de las calles, en el servicio solidario a los ancianos y personas de riesgo que no pueden ni salir a comprar la comida y los medicamentos, en los esclavos de Glovo o Amazon, que se tienen que pagar la seguridad social con la miseria de sueldo que les pagan por llevar comidas y compras a domicilio aunque caigan chuzos de punta. La política la está haciendo la chica que dos días a la semana sigue limpiando las escaleras, puertas, ascensores, cristales, accesos, descansillos y la entrada en los bloques de viviendas, expuesta a que se le contagie cualquier modalidad del Covid-19. La política se está haciendo en las clases online entre maestros y alumnos, en la reposición de material y en la caja de tiendas y supermercados, en las pocas Cajas de Ahorro que la crisis no se llevó por delante en 2008, como las de Manacor, Ontinyet o Unicaja, que no dudan en atender a los pensionistas personal y humanamente, sin maltratarles como sí está haciendo por ejemplo en , el BBV, Santander o Bankia, reduciendo la atención a una sola sucursal, en cuyas aceras se hacinan durante horas esos pensionistas que no pueden con su alma y cuando les llega el turno es la hora de cerrar la ventanilla, que solo atiende lunes y miércoles de 8 a 10, exclusivamente a sus clientes, a pesar de estar comprometidas con el Ayuntamiento para cobrar el IBI, por ejemplo. La política la están haciendo los trabajadores que no pueden cobrar el salario porque la empresa ha parado y a los que la renta básica no les ha llegado.
Esa es la política, la dinámica de la Polis (ciudad) y la vida de la politeia (ciudadanía). De ese carnaval de los animales que tenemos en el corral de la Carrera de San Jerónimo, nos sentimos completamente al margen. No por nuestra voluntad, es que no podemos comprender su idioma. Necesitamos tiempo y reflexión para concederles un lugar digno de estudio, pero nos falta tiempo: hay que emplearlo en desinfectar todo constantemente, en lavarnos las manos cada cinco minutos, en lavar sin tregua fregaderos y encimeras con lejía, tres veces las verduras, en poner lavadoras sin parar, tender, recoger y guardar la ropa, bajar basura separando lo orgánico, el plástico, las latas, el aluminio, los vidrios, los textiles, el cartón y el papel, en poner y quitarse mascarillas y guantes, en descalzarse y calzarse al entrar y salir de casa. En conectarnos al teléfono y al ordenador para saber algo de nuestros seres queridos, familiares y amigos. Ahora mismo, la política está ahí dando el callo desde la base imprescindible para que la gestión de la vida en común, que en realidad es la política no se vaya por el desagüe. Lo "otro", o sea "los otros", se parece más a la peli de Amenábar que al parlamento de un estado democrático. Son más zombis que otra cosa.
Sánchez está en la parra. Sigue con la mentalidad provincialista del Imperio Romano desde la cúpula, como si fuese Augusto, a decretazos porque sí, sin darse cuenta de que estamos en el siglo XXI y el concepto pro-vincis, está más que superado por el desarrollo autónomo imprescindible de los territorios. Por otra parte hay autonomías incapaces de desarrollar una empatía responsable y solidaria en tiempos de peligro universal, donde es fundamental la unidad de lo diverso, que no equivale a que un centralismo fagocite las partes de su identidad-puzle aprovechando la ocasión para meter goles en un sentido o en otro. Y esa realidad, personajes como Torra o como los australopitecos de la derecha feroz, ni la ven ni se la imaginan. Cuando el Planeta debe ser una piña para salvarse del destrozo des-humano, y se le está pidiendo a Europa que reaccione con decencia, lucidez y humanidad en el nivel económico y social, no tiene el menor sentido aprovechar el Armagedón para sacar votos de las comanditas ideólogo-folkloricas. Porque el finiquito general no tendrá en cuenta si se es de derecha o izquierda, catalán, gallego, balear, riojano, holandés o saharawi.
Lo cierto es que la politeia española está hasta la coronilla de que su dolor y su esfuerzo constante sirva de comidilla cutre y manipuladora en el Parlamento, que debería ser la sede de representación del pueblo soberano en el que precisamente el pueblo ni siquiera es el convidado de piedra, es que no existe, no se puede reconocer en ese mejunje. Ni siquiera con la mejor voluntad.
Si la oposición no tiene más ni mejor argumento que el insulto, la coz, el mugido, el rebuzno, el mordisco, el arañazo, la embestida, la cornada, el erupto emocional y la defecación instintiva, no está capacitada para ocupar escaños, sino establos. Es evidente. Y es seguro que sus votantes lo van a tener en cuenta. Pero lo que tampoco tiene sentido es que un Vicepresidente del Gobierno les responda en el mismo plan, considerando que el fascismo es menos grave que el parasitismo. No se puede bajar tanto el nivel de comunicación sin quedar a la misma altura que los provocadores. Exabruptos e insultos no pueden ser el recurso que llene el vacío argumental. Entre quejas, reproches personalizados y zarandajas viscerales, se está evitando entrar en la realidad política, porque ese tipo de show no es política, es vergüenza ajena. Ojo, que la ideología tampoco es política sino mera especulación de ideas, aplicables a cualquier gestión y forma de vivir, que nunca se debería usar como justificante de las propias incapacidades y de la falta de autocontrol. Si no se tiene siquiera la capacidad para escuchar, que no es lo mismo que oir, pensando en cómo rebatir lo que te están diciendo sin haberlo escuchado, comprendido y asimilado para poderlo analizar y responder con acierto y claridad, nunca se debe asumir una responsabilidad de representante de nada que no sea el propio tinglado individual, o sea, jamás se debería intentar representar a nadie y menos a millones de personas. La política no es una carrera profesional, es un servicio público y temporal, el gestor político no puede ni debe carecer de una profesión, de un oficio que le permita vivir al margen de sus convicciones ideológicas lo que éticamente es un bochorno y un negocio nada más. Y un perjuicio demoledor para su credibilidad como servidor y gestor púbico.
Una vez hecho al análisis y la crítica, vayamos con las propuestas. ¿Cómo actuar concretamente en semejante cisco de paranoias, miedos y cabreos sordos y vocieferantes?
1. El presidente Sánchez si quiere lograr lo que dice, no tendrá más remedio que tragarse el marrón y convocar a la oposición como se convoca a un socio, a un vecino del mismo bloque que se está hundiendo. Aunque haya sido ese mismo vecino el que ha socavado los cimientos del edificio pretendiendo hacerse un garaje particular con el que forrarse alquilando plazas sin pedir permiso a la comunidad ni pagar impuestos municipales. Teniendo en cuenta que cuando eso sucedió el Presidente Sánchez no dijo nada y le siguió la corriente aprobando que 155 coches ocupasen plaza en el sótano provocando la amenaza de derrumbamiento. Es decir, que no basta con que el consejo de ministros de un gobierno en minoría parlamentaria decida decretos si no cuenta con la oposición; la tarea que ahora toca realizar no es luchar por imponer el propio criterio, sino conseguir que en el propio criterio se pueda incluir la cooperación de la oposición, que alguna cosa útil puede aportar, si se logra que se calme y se aclare más allá del piñón que se pilló perdiendo las elecciones e imputada en todos los juzgados. Valorar al pp más que a vox debería ser un puntazo. Mientras ambos se identifiquen con el mismo "enemigo" no habrá nada que hacer. Es hora de abandonar el concepto "lucha" y la hostilidad como señuelo. El horno no está para bollos. La opción menos cafre podría ser contar con el pp, comunicarle las decisiones y pedirle su opinión y propuestas, y así vox se quedaría como la vanguardia kamikaze que se desgasta en el ataque a todo bicho viviente con más tripas que inteligencia, con lo que el pp iría tomando conciencia de que le acerca más a su regeneración y al perdón social, una cooperación civilizada con el bien común que montarse un pastiche destroyer con la política más descerebrada, que de cara al momento político global es una devastación para el propio partido popular y para la sociedad. Imprescindible fomentar una empatía regeneradora y dejar atrás esa estúpida y salvaje antipatía devastadora.
2. Si los partidos derechistas, de verdad quieren el bien de España no se pueden seguir comportando como la falsa madre en el Juicio del Rey Salomón. O mía o que,matándola, la partan por la mitad. Evidentemente, esa barbaridad no es sostenible. España nunca va a ser otra vez 'una, grande y libre' al estilo franco-falangista. Ha tenido la única y más larga etapa democrática de su historia y ni siquiera los peperos más zafios querrían renunciar a las libertades que aun tenemos, a la libre expresión, al libre albedrío y a la salud social de no depender del miedo para casarse con alguien del mismo sexo, como Maroto, o a expresar libremente el pensamiento como hacen en las redes sociales tantos derechistas,sin que "la social" de Billy el Niño se los lleve a la DGS y los tire por la ventana diciendo que se han suicidado.
Cierto que nuestro caso es muy chungo, pero debemos rescatar lo que aun no se ha ido al garete, conservarlo y mejorarlo. Cambiar lo que no funciona pero se ha hecho privilegio para unos y costumbre sufridora para otros, no solo no nos va a hacer daño ni nos va a hacer menos españoles, al contrario, nos va a ayudar a cambiar lo que no nos permite avanzar y crecer en civilización y cultura convivencial. Es más, solo en esa dirección podremos salir de este estado de marasmo total. Entenderse con inteligencia es propio de seres humanos lúcidos y conscientes. Volverse la espalda, ignorarse o andar a la greña dando palos de ciego para que cualquier sigla prevalezca sobre los derechos y deberes humanos, es de irresponsables, ciegos y estúpidos. Estoy convencida de que en el fondo de esas poses y conductas estrábicas, hay un alma, una sensibilidad y una conciencia, que aun no han podido salir del armario, atrapadas en prejuicios y sambenitos falsos, heredados de un miedo y un concepto del poder completamente suicida en otro siglo y otra situación que ya nada tienen en común con el pasado que nos privó de ese zona cognitiva y sensible de la consciencia, a la que tenemos el derecho de disfrutar para crecer y el deber de sanar y compartir para hacer habitable y humano este mundo.
Por lo tanto la oposición tiene el deber ético y de oficio de presentar al gobierno alternativas y propuestas razonables, que no solo favorezcan lo "suyo" y perjudiquen al resto de españoles. Hundir el gobierno no les iba a salir gratis, puede que con semejante putada hasta desaparezcan como partido político y nadie les perdonará semejante atentado terrorista parlamentario en un momento crucial para el propio Planeta Tierra.
Con el exterminio de la vida no se puede especular para sacar tajada. Ya se está comprobando en las zonas donde el pp ha destrozado la sanidad pública para hacer negocio, sin que el Psoe hicies nada para evitarlo. Nadie los acusa, solo los muertos a miles en las residencias de ancianos privatizadas, dejan al aire las vergüenzas que ningún insulto, descalificación o calumnia pueden ocultar con su estrépito. Esa terrible plaga deja a la oposición por los suelos y no necesita que nadie la "combata".
Torra y el independentismo más heavy deberían aplicarse la misma reflexión.
No deberían infravalorar de ese modo al pueblo que trabaja, se arruina, sufre y muere por ello, en vez de vivir con justicia e igualdad. Coninteligenciapolítica. Que sin un contenido ético, justo y humanitario, no es posible desarrollar.
Menos violencia verbal y más compromiso ético y político de verdad, no de trapicheos. Menos desperdicios y más sustancia. Menos residuos y más reciclaje. El mejor modo de hacer que la mierda de hoy se recicle es convertirla en abono orgánico para la cosecha de mañana. Psoe, Podemos y Oposición, por favor, salid de la caverna que ya es hora, el Paleolítico se acabó hace miles de años y la humanidad no puede avanzar con un lastre como vosotros, ni en España ni en el mundo.
Propuestas, propuestas y propuestas. Iniciativas sanas, generosas y de miras mucho más amplias y al mismo tiempo, concretas. Estamos hasta la peineta de que nos gobiernen niños de guardería emocionales, inmaduros e ineptos para una responsabilidad como la que requieren los gravísimos problemas que nos llueven encima. Mientras a vosotros solo os importa hacer mercadillo pseudopolítico con el negocio de los paraguas. Ya basta, por favor.
Manifestación
en París de personal sanitario, en septiembre de 2019, con una pancarta
que denuncia los paráisos fiscales y la escasez de recursos para la
sanidad. AFP/Philippe Lopez
En estos momentos, los ministros de Hacienda de todo los gobiernos de
mundo andan revisando hasta la última línea de sus presupuestos para
ver de dónde pueden sacar la más mínima cantidad de dinero que pueda
atender la urgencia en la que nos encontramos. El del estado alemán de
Hesse, Thomas Schaefer, se suicidó, según se informó, ante los problemas
que estaba ocasionando la pandemia a las empresas y personas a las que
tenía que ayudar. Imagínense cómo lo estarán pasando en países más
pobres.
Sin embargo, justamente ayer miércoles 28 de abril, se publicó el último informe de la Red de Justicia Fiscal (aquí)
que una vez más vuelve a poner de manifiesto que los ministros europeos
se podrían evitar sus desvelos muy fácilmente, si se lograra que en la
Unión Europea todos pagásemos los impuestos que nos corresponden, ni uno
más ni uno menos, los que están establecidos.
Según el informe, cuatro países europeos (dos de ellos pertenecientes
a la Unión Europea y a la eurozona) constituyen un eje de evasión
fiscal de empresas multinacionales de Estados Unidos que hace perder,
como poco, unos 27.600 millones anuales al conjunto de países miembros
de la UE.
Se trata de Reino Unido, Suiza, Luxemburgo y los Países Bajos que
establecen tasas impositivas muy bajas (del 0,7% en Luxemburgo al 10,5%
en Reino Unido) para que las grandes empresas declaren allí los
beneficios que obtienen, en realidad, en otros países. De esa forma,
esos cuatro líderes de la evasión fiscal se han convertido en la cloaca
por donde se pierde la mitad de la que realizan las grandes
corporaciones mundiales.
El escándalo tan evidente que representa esa práctica se manifiesta
si se tienen en cuenta los beneficios por empleado que reportan las
grandes empresas estadounidenses en diferentes países europeos: 8,8
millones de dólares en Luxemburgo, 826.000 dólares en Suiza, 575.000
dólares en Países Bajos y 84.000 dólares en Reino Unido, mientras que
las mismas empresas declaran 46.000 dólares en Alemania, 45.000 en
Italia, 36.000 en Francia y 34.000 en España.
En total, en esos cuatro países se declaran tres veces más beneficios
que los declarados en toda la Unión Europea por empresas
multinacionales de Estados Unidas (o cuatro si se excluye Irlanda).
Subraya el informe que son precisamente los países que están
registrando un mayor impacto de la Covid-19 los que sufren más pérdidas
fiscales por esta causa (Francia, casi 7.000 millones de dólares,
Alemania algo más de 4.000 millones, Italia un poco menos de esta última
cantidad y España más de 2.000 millones). Y Luxemburgo es el
responsable de la mayor pérdida de ingreso fiscal para el resto de la
Unión Europea (12.000 millones de dólares anuales), seguido de Países
Bajos (10.000 millones), Suiza (3.000 millones) y Reino Unido (1.500
millones).
Se trata de pérdidas de ingreso fiscal muy elevadas pero inferiores a
las que realmente se producen por la evasión fiscal de las grandes
empresas multinacionales porque los datos que he mencionado solo
reflejan beneficios de las estadounidenses y no los de las europeas. Y,
además, porque la competencia que hacen esos países del eje viene es uno
de los factores que provoca que los demás países europeos continuamente
reduzcan sus tasas impositivas sobre los beneficios de las empresas. Si
se suman todas las vías de evasión fiscal que verdaderamente se
producen en Europa las cifras que se alcanzan son astronómicas. Un
estudio de Richard Murphy para el Grupo Socialista del Parlamento
Europeo de enero de 2019 (aquí)
estimó, con datos de 2015, que la evasión fiscal producía en Europa una
pérdida de ingresos a los gobiernos de 825.000 millones de euros
anuales (unos 60.000 millones en España).
Estas pérdidas de ingresos fiscales que son consentidas por las
autoridades europeas deberían resultar incompatibles con la democracia
más elemental en cualquier circunstancia, pero mucho más en medio de una
situación de emergencia sanitaria como la que estamos viviendo.
Ni siquiera se trata de reclamar más impuestos sino de exigir a las
autoridades que obliguen a que todos paguen los ya existentes y que no
sean ellas mismas las que abren las puertas a la evasión fiscal. El
informe de la Red de Justicia Fiscal reclama tres simples medidas para
atacar el caso de la evasión fiscal de las empresas multinacionales:
obligarlas a pagar sobre una base imponible conformada por los
beneficios globales obtenidos en Europa en función de parámetros
objetivos (empleo y ventas), a que publiquen anualmente un informe, país
por país, donde se indique la ubicación de su empleo, ventas, ganancias
e impuestos que pagan y establecer una tasa efectiva mínima común del
25% para toda la Unión Europea.
El informe presenta finalmente una propuesta que deberían tener en
cuenta todos los gobiernos a la hora de conceder las ayudas que son
imprescindibles para salvar a las empresas que pierden ingresos a causa
de la pandemia de la Covid-19: puesto que se las salva con dinero
público, deben estar vinculadas a cumplir compromisos de protección del
empleo, no pueden dedicarse a retribuir a accionistas, deben ir
acompañadas de un alto grado de transparencia para poder conocer el uso
que se hace de ellas y formularlas de tal forma que incentiven, en el
periodo post crisis, la formación de mercados más equilibrados,
transparentes y competitivos y el compromiso de las empresas con sus
obligaciones fiscales. Por último, la Red por la Justicia Fiscal propone
que no se den ayudas públicas a las empresas que utilizan paraísos
fiscales para evadir impuestos.
De momento, sólo Dinamarca, Polonia y Francia han renunciado a
conceder ayudas a las empresas que utilizan los paraísos fiscales. En
Inglaterra (un país oficialmente religioso y cuya monarca es la jefa de
la Iglesia), el gobierno ha rechazado una petición de los obispos en
este sentido y en Alemania sólo algunos Estados han evitado ayudar a las
empresas que no están al día en sus obligaciones fiscales.
Las autoridades e instituciones europeas
no hacen lo debido, lo que tienen fácilmente al alcance de su mano, para
que la justicia fiscal, un imperativo ético de las naciones
democráticas, sea una realidad en nuestro continente.
Los recortes de gasto que harán casi todos los ministros de hacienda
que mencioné al principio se harán con cargo a los servicios públicos de
salud, educación, cuidados o pensiones que en mayor medida necesitan
las personas de menos recursos. Mientras tanto, las grandes empresas y
las mayores fortunas de dentro y fuera de Europa siguen evadiendo
impuestos europeas ante la actitud complaciente de esas mismas
autoridades. Manga ancha para los ricos, mano dura para los pobres:
Europa no tiene futuro si sigue actuando así.
La conjuntivitis es la afección ocular por la que más se consulta al médico. Puede tener diferentes causas y puede afectar a bebés, niños y adultos, incluso a nuestras mascotas. Y para ellas la Homeopatía también resulta, como no podía ser de otra manera, de gran ayuda.
En este post vamos a ver cuáles son las causas de laconjuntivitis, sus síntomas,
cómo se diagnostica y cómo podemos prevenirla y tratarla.
Y veréis cómo la Homeopatía puede ser una de las opciones de tratamiento de la conjuntivitis más interesantes.
¿Qué es la
conjuntivitis?
El sufijo -itis significa inflamación así que la conjuntivitis
será la inflamación de la conjuntiva que es una fina membrana
transparente que recubre la superficie blanca del globo ocular y la cara
interna de los párpados.
La conjuntiva tiene una función
defensiva para el ojo y, junto con la lágrima, actúa como una barrera
ante gérmenes o partículas ambientales. Además contiene pequeñas glándulas que
producen una secreción que mantiene hidratada y lubricada, también junto
con la lágrima, la superficie del ojo permitiendo el perfecto movimiento del
globo ocular.
En caso de conjuntivitis
pueden también verse afectados otras partes del ojo como puede ser la córnea.
¿Qué puede
provocar una conjuntivitis? Causas de la conjuntivitis
Las causas que pueden provocar un “ojo rojo”, otra
forma de denominar a las conjuntivitis, pueden ser:
Infecciones
Las más frecuentes son las producidas por virus aunque
también pueden estar implicados bacterias y hongos. Todas ellas
son contagiosas.
Es muy frecuente que estas conjuntivitis víricas
aparezcan en el contexto de un resfriado o de un proceso de garganta también vírico.
Los virus pasarán de las mucosas respiratorias a los ojos a través de las manos
o de objetos que hayan estado en contacto con las secreciones nasales y después
toquen los ojos. Es frecuente también que comience en un ojo y luego acabe
pasando al otro.
Otra fuente de infección suele ser la mala higiene de las lentillas
y de los envases que las contienen.
En el contexto actual que estamos viviendo en relación con el
COVID-19 parece ser que la conjuntivitis puede ser también uno de
los síntomas que provoca la infección. De hecho en un porcentaje significativo
de pacientes puede llegar a ser la primera manifestación y la puerta de entrada
en el organismo. La lágrima puede funcionar también como vehículo de contagio.
Alergias
La conjuntivitis alérgica aparece cuando los ojos se exponen a una sustancia a la que la persona es alérgica (alérgeno). Los factores más comunes son los ácaros del polvo, el polen, hongos y epitelios y pelo de animales.
Normalmente los síntomas oculares se acompañarán de rinitis con picor, estornudos y secreción nasal. También puede asociarse a la aparición de una dermatitis alérgica en la superficie de los párpados o en otras zonas de la piel y otros síntomas respiratorios tipo asma.
Irritantes
El cloro de las piscinas, el agua del mar, el humo, la
contaminación, vapores químicos, un cuerpo extraño, incluso el aire frío pueden
funcionar como irritantes que acaben desencadenando una reacción inflamatoria
de la conjuntiva provocando lo que conocemos como conjuntivitis irritativa.
Las lentillas, cuando se mantienen puestas durante un
tiempo excesivo, también pueden provocar la irritación de la conjuntiva.
Cuidado con el sol en la playa y, sobre todo, en la montaña. En la nieve siempre gafas de glaciar incluso aunque esté nublado.
Las personas con sequedad ocular (ojo seco) también
estarán más predispuestas a sufrir conjuntivitis.
Síntomas de la conjuntivitis
Los síntomas principales de la conjuntivitis son:
Enrojecimiento de los ojos.
Hinchazón de los párpados.
Picor.
Sensación de “arenilla” o de cuerpo extraño.
Lagrimeo.
Secreción viscosa amarillo-verdosa que suele
formar una costra durante la noche en el borde del párpado, las legañas. Es
frecuente en las conjuntivitis bacterianas.
En las conjuntivitis alérgicas pueden sumarse, como
decíamos, otros síntomas propios de la alergia como la rinitis, el asma o la
dermatitis.
Complicaciones de la conjuntivitis
No es frecuente pero en algunas ocasiones, sobre todo en las conjuntivitis
irritativas e infecciosas, puede afectarse la córnea y repercutir
en la visión.
El dolor al abrir y cerrar los
párpados, la sensibilidad exagerada a la luz, la visión borrosa o alterada, la
hinchazón importante de los párpados o la sensación de cuerpo extraño dentro
del ojo serán síntomas a tener en cuenta y siempre habremos de consultarlos con
el médico.
Prevención y contagio de la conjuntivitis
Hay que tener en cuenta que solo
son contagiosas las conjuntivitis infecciosas y que lo son incluso menos
que un resfriado común al no contagiarse vía aérea.
Aun así es muy importante tener
unas pautas correctas de higiene para evitar que los gérmenes presentes
en la lágrima pasen de un ojo a otro o de una persona a otra:
No tocarse los ojos
con las manos.
Lavarse las manos con
frecuencia.
No compartir nada que
haya estado en contacto con el ojo infectado.
Cambiar a diario la
funda de la almohada.
No compartir
maquillaje ni productos de higiene ocular que puedan transportar los gérmenes.
Diagnóstico de la conjuntivitis
Normalmente el diagnóstico de la conjuntivitis
se hace en base al interrogatorio y a una exploración simple del
ojo.
En algunas ocasiones en las que se
sospeche alguna posible complicación o un origen bacteriano poco común, como
puede ser una enfermedad de transmisión sexual, el médico puede tomar una
muestra de la secreción del ojo para someterla a un análisis de laboratorio y
hacer alguna exploración especial del ojo.
Conjuntivitis en los bebés
Al nacer los niños corren el riesgo
de contaminarse por bacterias y virus que se encuentran en el canal del parto,
pudiéndose producir lo que conocemos como conjuntivitis neonatal. Para
evitar esta situación se suele aplicar a los bebés una crema antibiótica de
forma profiláctica nada más nacer ya que la mayoría de estas conjuntivitis son
de origen bacteriano.
Estas conjuntivitis en los
recién nacidos puede ser causadas también por una obstrucción en el conducto
lagrimal.
La sintomatología es similar a la
de los adultos con ojos rojos e hinchados y secreciones amarillo-verdosas
espesas. El médico deberá valorar cada caso pues en algunas ocasiones, según su
origen, estas conjuntivitis pueden presentar complicaciones que afecten
a la visión.
A veces, incluso la misma pomada
antibiótica que se aplica de forma profiláctica puede desarrollar una conjuntivitis
irritativa en bebés sensibles.
Tratamiento convencional de la conjuntivitis
La mayoría de las conjuntivitis
son víricas por lo que el tratamiento
convencional se enfocará a aliviar los síntomas mediante colirios refrescantes
y lavados oculares mientras la infección se va resolviendo sola, pudiendo durar
varias semanas esta evolución hasta la curación. Solo estarán recomendados los
colirios con antibiótico en el caso de una conjuntivitis bacteriana
confirmada.
El uso de medicamentos
antivirales estará justificado si la conjuntivitis está provocada
por el virus del herpes.
A esto habrá que añadir todas las medidas
de cuidado e higiene que hemos comentado anteriormente para evitar el
contagio de un ojo a otro, si aún no se ha dado, y a otras personas.
La Homeopatía en el tratamiento de la conjuntivitis
Los medicamentos homeopáticos,
en mi experiencia, tienen un gran valor en el tratamiento de las
conjuntivitis por varios motivos:
La mayoría de las conjuntivitis
son víricas por lo que los antibióticos están contraindicados y solo se
justifica el uso de antivirales en el caso de conjuntivitis por el virus
del herpes o en pacientes con procesos severos de inmunodepresión.
Los medicamentos
homeopáticos actúan estimulando los propios mecanismos de defensa del
organismo.
Los medicamentos
homeopáticos son compatibles con cualquier otro tratamiento si fuera
necesario. En el caso de tener que usar antibióticos o antivirales los medicamentos
homeopáticos serían compatibles con éstos y contribuirían a elevar la
capacidad de defensa y de lucha del organismo frente a los gérmenes.
Podemos usar los medicamentos
homeopáticos en cualquier paciente, desde embarazadas hasta bebés y
también en personas que estén tomando otro tipo de medicamentos para otras
dolencias agudas o crónicas.
A la hora de elegir el tratamiento
homeopático adecuado es muy importante individualizar cada caso. No
usaremos los mismos medicamentos homeopáticos para todas las conjuntivitis
sino que tendremos en cuenta la forma particular en la que cada paciente
manifiesta sus síntomas y la causa de cada conjuntivitis.
Algunos de los medicamentos
homeopáticos de uso más frecuente:
Aconitum. El ojo está muy rojo y la inflamación
aparece de manera brusca. Es frecuente que debute a la noche después de
haber sufrido un enfriamiento brusco. El ojo está seco, sin lagrimeo.
Belladonna. El ojo está rojo con sensación de
ardor y dolor que puede ser pulsátil. Las molestias se agravan con la
luz y con el aire frío. En estos pacientes tampoco hay lagrimeo.
Apis mellifica. Lo característico de estas
conjuntivitis es que se acompañan de un edema importante del ojo. El
paciente suele sentir dolores punzantes y ardientes que mejoran con el
fresco y se agravan con el calor.
Euphrasia. El ojo está rojo con sensación de
ardor e impresión de cuerpo extraño, como si tuvieran “arenilla” en el
ojo. En estos pacientes el lagrimeo es intenso y suele ser irritante. La
infusión de esta planta se ha usado clásicamente para hacer lavados de
ojos como tratamiento de las conjuntivitis. Yo sigo recomendándolo y,
además, en las farmacias existen colirios a base de Euphrasia que van
verdaderamente bien.
Allium cepa. Es un medicamento homeopático que
usamos habitualmente en las conjuntivitis alérgicas. Es un cuadro muy
similar al de Euphrasia pero en este caso el lagrimeo no irrita los
bordes del ojo. Suele acompañarse de los otros síntomas propios de la
rinoconjuntivitis alérgica como son la secreción nasal y los estornudos.
El medicamento es capaz de aliviar todo el cuadro.
Argentum nitricum. Aquí la secreción es
mucopurulenta. Los párpados pueden estar hinchados y es muy
característico que el paciente refiera dolores punzantes “como por una
astilla”. Se agrava con el calor y la luz intensa y mejora con el
fresco. Es, en mi experiencia, el medicamento más usado en las
conjuntivitis de los bebés, junto con Hepar sulfur.
Mercurius solubilis. Aquí el derrame es amarillo-verdoso y corrosivo. Las molestias empeoran con el calor y por la noche.
Hepar sulfur. El derrame suele ser abundante y
no irritante, a diferencia del de Mercurius. Los dolores se agravan con
el más ligero tacto y el frío; no soporta la más mínima corriente de
aire. El calor suave le alivia.
Prunus spinosa. Medicamento homeopático clásicamente utilizado en el herpes oftálmico.
Silícea. Es un gran recurso en las
conjuntivitis neonatales en los bebés que tienen un problema de
obstrucción del conducto lagrimal. Es también un buen medicamento
homeopático de blefaritis y de orzuelos recidivantes.
Estas son algunas de las posibilidades que la Homeopatía nos ofrece a la hora de tratar las conjuntivitis, teniendo siempre en cuenta las causas y la forma individual en la que aparece la dolencia.
Además, en los pacientes con una tendencia importante a repetir con excesiva frecuencia sus conjuntivitis podremos utilizar los medicamentos homeopáticos de su terreno particular para equilibrar su organismo e intentar frenar su tendencia
patológica. Para encontrar estos medicamentos tendremos en cuenta,
además de las características de sus conjuntivitis y de su relación con
alguna causa habitual, aspectos personales del paciente como su
constitución física, sus otras tendencias patológicas, otras
enfermedades que haya sufrido a lo largo de su vida (él y sus
familiares) y también aspectos comportamentales y emocionales de la
persona.
Hay algo evidente: el capitalismo salvaje está compuesto por seres humanos también. Es cierto que a rasgos generales, su humanidad está en entredicho constantemente, pero está, de eso no cabe duda. Nacen y mueren solos, como los pobres. Son infelices y desgraciados en muchos aspectos de sus vidas, sobre todo cuando descubren que el dinero no puede comprar la felicidad, ni el equilibrio, ni la salud, ni el verdadero amor, ni la inteligencia que uno mismo no quiere desarrollar porque está convencido de poder pagar para que piensen por él o para que lo salven del infierno que él mismo está creando constantemente si da limosnas en la parroquia para comprar a dios y no porque le importe el sufrimiento de los pobres que le tienen sin cuidado. Tal vez por ese estado de pérdida de sí, de miseria íntima, los ricos capitalistas también lloran y se mueren de asco sin poder evitarlo a base de cheques al portador.
Es posible que esta pandemia, esta guerra sin disparos, pero mortífera a tutiplén tanto o más que una guerra de las de siempre, este boomerang inevitable, tenga el peso suficiente para despertar las conciencias capitalistas, o más bien, capitaltorpes, si fuesen capitalislistos de verdad jamás habríamos llegado a este ppudridero pplanetario. Lo del newdeal, sería el abc de su orientación cotidiana y no un humillante borrón en sus cuentas viejas que nunca debería repetirse.
Pero, afortunadamente, los ricos tienen también un equipo interno para conectar con su Ser, aunque 'normalmente' lo desconozcan y lo ignoren, y muchos de ellos se mueran sin haberlo descubierto enredados en el mercantilismo más tóxico, lo que les obligará a repetir curso una vez y otra hasta que descubran que no son robots financieros, sino Seres Humanos en evolución constante, y que mientras estén en este plano de la experiencia, tienen arreglo si abren los ojos y cambian de dirección. Entonces descubrirán su fragilidad, sus zonas oscuras, sus dependencias, sus miserias y carencias, que los bienes exclusivamente materiales no alcanzan a remediar. Entonces comprenderán que no son lo que tienen, sino que solo tienen lo que no son ni podrán ser si no despiertan. El resultado indiscutible es la historia, el legado del tiempo, donde ellos han estado llevando las riendas desde que "los dioses" aparecieron en el Planeta como ejes de los imperios, de la guerra, de la crueldad y la explotación de los más indefensos por los más violentos, avariciosos, soberbios, crueles y desalmados. Carentes de la capacidad de unir emociones e inteligencia, para dar lugar al alma, a los sentimientos y a la conciencia. Un déficit terrible que está acabando con la gallina de los huevos de oro: la vida y el Planeta.
Si el capitalismo empieza a comprender su responsabilidad demostradísima en este proceso de destrucción masiva, es posible que la sociedad humana se salve del finiquito, ya nada simulado ni en diferido. Más que evidente, en tolosmorros. La verdadera pandemia es el capitalismo carente de conciencia consciente. Que se lucra con las guerras, los conflictos, la enfermedad, l sexualidad manipulada y convertida en negocio y esclavitud, al nivel mortífero del tabaco o del alcohol, la avidez y la peor de las estupideces: usar la inteligencia para autodestruirse, la ciencia de Einstein para crear bombas atómicas y asesinar pueblos enteros, como en Hiroshima y Nagasaki, usar la biología y la química para bombardear campos y envenenar a generaciones enteras, como en Vietnam, fabricar armamento para asesinar inocentes como en Los Balkanes, Siria, Libia, Irak, o Yemen. Invadir Ghana, por ejemplo, con millones de toneladas de basuras tecnológicas supertóxicas, que están matando niños que deben trabajar quemando plásticos para sacar metales, o sacando coltán de las minas para fabricar la basura que también les matará como otro boomerang que ellos no han generado. Lo mismo vale para la quema de las selvas y la contaminación asesina de las combustiones conla pérdida in crescendo de oxígeno y ozono en la atmósfera. Ese capitalismo solo puede mejorar desapareciendo en su formato actual. Deshumanizado y por ello, depredador y suicida en su misma naturaleza degenerada. Ese capitalismo es el fabricante de la pandemia actual. Y lo sabe.
Tendrá que asumirlo, igual que sus cómplices no capitalistas lo han consentido como "normalidad". Tendrán que aprender a escuchar la voz de la humanidad oprimida por el concepto de "libertad de los mercados" para destruir al prójimo como así mismos, que no es la libertad de expresión ni de opinión, sino la manipulación de las necesidades, problemas y conflictos, creados para forrarse con ellos. De momento es la propia Vida la que ha constituido ante el sistema de la aberración, su propio y universal Juicio de Nüremberg. En el que posiblemente la condena no sea abandonar este mundo sino seguir en él tal y como está.
Ahora el capitalismo tiene que elegir entre su cambio o su suicidio. Y el resto de la humanidad no capitalista entre ajustarle las cuentas o iniciar un nuevo espacio en el que, sacando lo mejor de cada opción y desactivando lo peor, entenderse cooperando en los mejores términos y opciones posibles para poder sobrevivir sin destrozar la vida ni a los seres vivientes de cualquier especie.
La Nueva Normalidad. Instalación provisional. 2020
Habrá que ir
pensando en disputar esa "nueva normalidad", ya que vamos a vivir en
ella. Disputarla para hacerla habitable, para que no sea una coartada, y
para que no se convierta en normalidad a secas.
La mascarilla es la
nueva normalidad. El teletrabajo es la nueva normalidad. No dar besos es
la nueva normalidad. Los restaurantes con mamparas, las playas con
distancia y los cines a medio aforo son la nueva normalidad. Justificar
cualquier cambio odioso añadiéndole la coletilla “es la nueva
normalidad” es también la nueva normalidad.
Cada vez
que estos días oímos hablar de nueva normalidad, no nos bebemos un
chupito porque más bien se nos encoge el estómago. Se supone que una
expresión que incluye la palabra “normalidad” debería tranquilizarnos, y
sin embargo nos provoca un sobresalto. Añadirle “nueva” a “normalidad”
resulta una contradicción en términos, un oxímoron, y el efecto es
inquietante, amenazante.
“Nueva normalidad” ha sido la expresión más repetida por
el presidente del gobierno en su anuncio de plan de desescalada. Tampoco
le culpemos, pues la expresión no es una creación orwelliana del
maléfico Sánchez: en otros países también se habla mucho estos días de “the new normal” o “la nouvelle normalité”,
aunque no he visto a otros gobernantes usarla con tanta insistencia.
Quiero pensar que Sánchez lo hace para aliviarnos, para ofrecernos en el
confinamiento un horizonte próximo de cierta normalidad, aunque no sea
la normalidad en la que vivíamos hasta hace dos días. Pero tanta
insistencia consigue el efecto contrario: malestar, inquietud, desánimo,
nostalgia de nuestra normalidad, la única que merece tal nombre, esa
que nos resistimos a dar por perdida y no aceptamos llamar “vieja
normalidad”.
Hay en Sevilla un mercado de barrio que
en su fachada exhibe lo que cualquiera pensaría una coña si no estuviese
oficialmente grabado en azulejo: “Mercado Las Palmeritas. Instalación provisional. 1973”.
Me acordé de Las Palmeritas y su provisionalidad de casi medio siglo
mientras escuchaba al presidente del gobierno hablar una y otra vez de
la “nueva normalidad”, esa que alcanzaremos en junio si nada se tuerce, y
para la que necesitamos todo un “Plan para la Transición hacia una
Nueva Normalidad”.
Queremos pensar que la nueva
normalidad es justo eso, una instalación provisional, cuatro paredes
con techado de uralita donde vivir lo mejor posible mientras
reconstruimos la normalidad que el virus tumbó. De hecho, cada vez que
el presidente usa la expresión aclara que será “la nueva normalidad que
regirá nuestras vidas hasta que no tengamos una vacuna”. Tranquilos, es
solo hasta que haya vacuna. Tranquilos, es solo hasta que construyamos
el nuevo mercado.
Como ningún científico se apuesta
hoy ni un café a ponerle fecha a la vacuna, habrá que hacerse a la idea
de que la nueva normalidad será nuestra única normalidad por una
temporada que puede ser larga. ¿Un año, dos, más? Y según se vaya
prolongando, el problema ya no serán las mascarillas, las mamparas o los
besos, sino otras medidas con las que se irá construyendo esa nueva
normalidad. ¿Qué pasará cuando tu empresa te cuente que “bajar sueldos
es la nueva normalidad”, o tu proveedor de servicios te informe de que
“subir tarifas es la nueva normalidad”? ¿Y si algunas de las medidas
excepcionales que estas semanas hemos aceptado mansamente por
responsabilidad, y que afectan a derechos y libertades, se acaban
convirtiendo en la nueva normalidad?
Habrá que ir
pensando en disputar esa nueva normalidad, ya que vamos a vivir en ella.
Disputarla para hacerla habitable, para que no sea coartada de
cualquier tipo de medida, y para que, en lo que pueda depender de
nosotros, no acabemos dejando a nuestros hijos un azulejo que dentro de
medio siglo lean con la misma guasa con la que hoy vemos el mercado de
Las Palmeritas: "La Nueva Normalidad. Instalación provisional. 2020".
La lucha contra la evasión y elusión fiscal
pasa por cuestionar el acaparamiento de los recursos del planeta por una
minoría que se intenta lavar la cara con un “filantro-capitalismo”
obsceno
Miguel Urbán
22/4/2020
CTX- Público
La banda de Robin Hood (1859) Edmund George Warren
A diferencia de otros medios, en CTXT mantenemos todos nuestros
artículos en abierto. Nuestra apuesta es recuperar el espíritu de la
prensa independiente: ser un servicio público. Si puedes permitirte
pagar 4 euros al mes, apoya a CTXT. ¡Suscríbete!
Netflix está hoy presente en alrededor de dos millones de hogares
españoles. No parecen irles muy mal las cosas. Sin embargo, la
multinacional paga más o menos los mismos impuestos que tú. ¿No te lo
crees? Las dos filiales españolas del gigante de producción y
distribución audiovisual en streaming pagaron 3.146 euros en concepto de
impuesto de sociedades en su primer ejercicio fiscal en España. Y no,
no falta un “millones”. Pagaron 3.146 euros en impuestos. En todo el año
2019. Que, por cierto, no era su primer año, porque llevan operando en
nuestro país desde 2015, pero nunca antes habían tributado. Aunque,
visto el resultado, igual hasta les habría interesado empezar antes:
¡podría haberles salido a devolver y todo! Bromas macabras a parte, la
factura fiscal por impuesto sobre beneficios de Netflix España
equivale, aproximadamente, al IRPF que paga un trabajador que ingrese
24.000 euros anuales.
El caso de Netflix no es una anécdota. Desde hace tiempo vemos año
tras año salir a la luz nuevas filtraciones de papeles que demuestran
cómo multimillonarios y multinacionales del mundo se consideran a sí
mismos como una “nueva aristocracia global” que goza del privilegio de
estar exentos de pagar impuestos. Leona Helmsley, esposa del
multimillonario Harry Helmsley (condenado por evasión fiscal), afirmó
con orgullo que ella no los pagaba porque los “impuestos son para la
gente normal”. Y, visto lo visto, la verdad es que razón no le falta.
Mientras trabajadores y pequeños empresarios contribuyen con sus
impuestos –y ponen la parte que otros no han pagado–, la desigualdad en
el mundo se multiplica y la austeridad se instala en las políticas
públicas con recortes sobre nuestra educación, sanidad y, en definitiva,
sobre nuestros derechos. Y a lo largo de estas semanas estamos
comprobando de forma dramática cómo esos recortes en sanidad se
convierten literalmente en muertes.
Pero la evasión y la elusión fiscal no son casos aislados o
coyunturales: entrañan un fenómeno estructural del capitalismo líquido
de nuestro tiempo, íntimamente ligado a la ofensiva neoliberal que desde
hace décadas azota nuestras economías. No son manzanas podridas: son
ladrones que arramplan con los manzanos comunes, pero se niegan a
contribuir a su cultivo colectivo. Y aquí en Europa, la propia
arquitectura económica de la UE promueve, en un marco de libertad de
movimiento de capitales y sin armonización fiscal, regímenes fiscales
dispares en su seno. Un sistema que propicia una devaluación fiscal
permanente de la que se benefician tanto las élites de Holanda y
Alemania como las de España o Italia. Así mismo, la UE cuenta con sus
propias estructuras offshore y un entramado regulatorio cuyos
desniveles, permisividades y estímulos en la sombra, potencian la
evasión y elusión que de facto beneficia sólo a los grandes
capitales, rentistas y familias más ricas, en perjuicio de las mayorías
populares. El resultado es una Europa de millonarios a costa de millones
de pobres.
Un entramado de elusión y evasión que no podría funcionar sin una red
de guaridas fiscales al margen de las obligaciones tributarias. Y
decimos “guaridas”, por no decir directamente “cloacas”, porque
llamarlas “paraísos fiscales” sería aceptar la gramática de la misma
minoría peligrosa para quienes esos lugares resultan paradisíacos.
Gracias a estos lugares donde la lex mercatoria impera
sobre cualquier otro derecho, a la ingeniería contable y a recovecos
legales, un puñado de privilegiados ha encontrado numerosas fisuras para
ocultar o disimular una proporción sustancial de sus fortunas. Y hoy
todo el sistema hace aguas por esas grietas. Según todos los estudios,
nunca ha habido tanto dinero en paraísos fiscales como hoy. Aunque la
cantidad exacta es imposible de contabilizar: por el secretismo y por lo
obscenamente abultado del monto. Según el economista Gabriel Zucman,
habría cerca de 7,6 billones de dólares procedentes de fortunas
personales ocultos en lugares como Suiza, Luxemburgo o Singapur.
La evasión o elusión fiscal de las grandes fortunas y multinacionales
está en el corazón tanto del vertiginoso aumento de la desigualdad en
todo el mundo como de la tendencial carestía financiera de los estados
que alimenta el discurso de los recortes y la austeridad. Se estima
que en toda la UE se pierde cada año un billón de euros en recaudación
tributaria por este motivo. Un billón es básicamente el PIB de España.
Algo especialmente obsceno en estos años de crisis en los que desde las
instituciones europeas se pedían esfuerzos a la mayoría de la población
para que aceptasen recortes de derechos e ingresos a cambio de "salir
entre todos" de la crisis. Pero a los “paraísos” fiscales nadie les
aprieta el cinturón.
Además, es fundamental recordar que la concentración de la renta y la
riqueza estuvo en el origen de la crisis y que, lejos de disminuir en
estos años, no ha dejado de crecer. Las políticas económicas aplicadas
por las instituciones comunitarias y por los gobiernos han producido una
masiva transferencia de recursos de abajo arriba. Una socialización de
las pérdidas. Un expolio fríamente organizado. Una economía de Hood
Robin, ese ladrón de guante invisible que roba a los pobres empobrecidos
para dárselo a los ricos enriquecidos. Y cual canciller Palpatine con
el Consejo Jedi, para que no quedase contrapeso alguno al atraco
perfecto, las instituciones y las políticas redistributivas han sido
objeto de una sistemática operación de acoso y derribo desde las
tribunas, lobbies, partidos políticos y medios de comunicación al
servicio de multimillonarios y multinacionales.
Estos diez años desde el inicio de la crisis de la deuda en Europa
han supuesto una década perdida para las clases populares, pero una
época de ganancias para las grandes corporaciones que no han parado de
aumentar sus beneficios y su poder. Un tiempo marcado por la combinación
de escasez y desigualdad, donde la pérdida de peso de las rentas del
trabajo en favor de las del capital reluce de forma especialmente
sangrante. Tiempos de oligarquización acelerada del poder: un
fenómeno que se erige a la vez como resultado, causa y eje central del
nuevo ciclo histórico que vive tanto Europa en general como España en
particular.
En su último informe, la OIT destaca el caso de España en esa pérdida
de las rentas del trabajo en relación con el PIB. Y le pone cifras:
desde 2009, las y los trabajadores han perdido 64.500 millones de euros
al año en ese proceso, que no es otra cosa que la lucha de clases en
cifras macroeconómicas. Básicamente lo que costó (hasta ahora) el
rescate bancario. Pero como si lo tuviéramos que pagar cada año.
Revertir esta escandalosa situación pasa irremediablemente por situar en
la agenda europea la reducción del poder económico y político de los de
arriba mediante el reparto del trabajo y de la riqueza como eje central
para atajar la desigualdad creciente. Y hoy ya no es solo una cuestión
política o ideológica. Ni siquiera moral. Es también la única manera de
tener herramientas para poder enfrentar la pandemia social que se
avecina.
Estas últimas semanas estamos escuchando que, ante la crisis
económica y social que se avecina, será necesario implementar un
‘programa de reconstrucción’, un ‘Plan Marshall a la europea’, un ‘New
Green Deal’ o un ‘New Deal’ a secas ahora que parece que las élites se
bajan de la fiebre verde y vuelven a relegar la agenda ecológica para
tiempos mejores. En cualquier caso, muchos nombres grandilocuentes que
concretan poco o nada en qué consistirían y menos aún cómo se
financiarían esos programas. Y no son precisamente detalles menores.
Porque tan importante como hablar de aumentar el gasto social es
determinar quién pagará la factura. ¿Pasará como en la crisis de 2008?
¿Pasará como pasa con los paraísos fiscales? ¿Pasará como con Netflix?
Si queremos que esta vez la historia sea diferente, tenemos que
plantar cara de forma decidida a la revuelta de los privilegiados: ese
puñado de multimillonarios y multinacionales que se niega a pagar
impuestos, practicando un auténtico terrorismo fiscal con la ayuda
cómplice de gobiernos y principales partidos, mientras se dedica a
denunciar o a amenazar directamente a quien denuncia sus prácticas de
desfalco de las finanzas públicas. Así que, cuando saquen su postureo de
estadista a pasear y nos hablen de implementar un ‘New Deal’ para
rescatar la economía post-pandémica, sería bueno recordarles que para
poder financiar el original, Franklin D. Roosevelt llevó el impuesto
sobre la renta a su máximo histórico a lo largo de los 12 años de su
mandato (1933-1945). A quienes ingresaban más de 200.000 dólares de
entonces (al cambio histórico unos 3 millones de dólares actuales) se
les aplicaba un tipo impositivo del 94%, el más alto de los 24 tramos en
los que se estructuró el impuesto sobre la renta en Estados Unidos en
aquellos años post-depresión.
Hoy puede sonar revolucionario. Seguramente porque la
contrarrevolución neoliberal se ha encargado de que solo la antigua
distopía nos parezca cruda cotidianidad. Por eso necesitamos una
revolución fiscal sobresaliendo en la caja de herramientas contra la
desigualdad galopante. Pero además de un instrumento necesario, la lucha
contra la evasión y elusión fiscal y en favor de una fiscalidad
realmente progresiva constituye también hoy un cuestionamiento del orden
mundial neoliberal imperante. Un cuestionamiento del acaparamiento del
conjunto de los recursos del planeta por una minoría peligrosa que luego
se intenta lavar la cara con una especie de “filantro-capitalismo”
obsceno.
El ejemplo más paradigmático lo hemos tenido estos días en la
Comunidad de Madrid, con el Gobierno del PP de Díaz Ayuso un día
anunciando la mayor bajada de impuestos de la historia y al día
siguiente pidiendo donaciones por internet a empresarios y
multinacionales para para financiar la sanidad madrileña durante la
pandemia del coronavirus. Solo en impuesto del patrimonio, Madrid dejó
de percibir 955 millones de euros en 2017 (el último año en el que hay
registros) por exenciones a los más ricos. No queremos su marketing
caritativo; queremos que paguen la factura de una sanidad pública,
gratuita, universal y de calidad. Porque, como hemos visto estas
semanas, entre otras cosas nos va la vida en ello. Y para que empiece a
ser una realidad hay que aumentar los impuestos de forma sustancial a
quienes más tienen.
Porque enfrentar la pandemia social que se avecina pasa
ineludiblemente por el combate de la desigualdad, de todas las
desigualdades crecientes, plurales e interconectadas, interviniendo en
las realidades que son fuente y reflejo de esa desigualdad, como la
fiscalidad, la precariedad, la austeridad o el poder corporativo. En
definitiva, volver a poner en el centro del debate la redistribución de
la riqueza y de los recursos como eje central de un programa
ecosocialista. Porque nuestras vidas valen más que sus beneficios. Y
porque nuestro combate es tanto contra las élites que provocan
desigualdad como contra quienes se aprovechan de ella para convertir a
los más golpeados en chivos expiatorios y exculpatorios de las
primeras. Una revolución fiscal para que los paraísos de una minoría
peligrosa no sean el infierno de la mayoría social.
------------------ Miguel Urbán Crespo es eurodiputado y militante de Anticapitalistas.
15 mujeres rescatadas de la prostitución hacen cada día 800
mascarillas para residencias de ancianos y centros sanitarios. Trabajan
en el taller de costura de la Asociación para la Prevención y
Reinserción de la Mujer (Apramp), la ONG que las ayudó a salir de la
trata y que ayuda a más de 2.500 mujeres cada año.
Malas noticias para los océanos: la Gran Barrera de Coral sufre el peor episodio de blanqueamiento de la historia.
Es la tercera vez que ocurre en los últimos cinco años, y en esta ocasión ha afectado a un 60% de los corales que quedaban, dejando en entredicho el futuro del mayor ecosistema vivo del mundo.
El CO2, principal responsable del cambio climático,
es la mayor amenaza para los sistemas de arrecifes de coral en todo el
mundo. La actividad humana, especialmente la quema de combustibles
fósiles como el carbón, gas y petróleo, ha provocado que los océanos
estén más ácidos y más calientes.
Durante cientos de miles de años la Gran Barrera de Coral se
ha ido adaptando a su delicado entorno. Pero además de unos océanos que
se calientan cada vez más y más, el tiempo que transcurre entre un
episodio de blanqueamiento y el siguiente se está reduciendo, lo que
dificulta su recuperación. Parece que estamos llegando demasiado rápido a un punto de no retorno.
La
industria del carbón es el principal motor del cambio climático en el
mundo y en Australia, que en los últimos meses ha sufrido una de sus
peores sequías, una de las temporadas de incendios más devastadoras de su historia y una de las tormentas más fuertes en varios decenios, además de la actual pandemia del COVID-19.
Los océanos son una de nuestras mejores defensas contra el
cambio climático, y nuestra salud depende directamente de la suya. No
podemos permitir que el lugar con mayor biodiversidad de nuestro planeta se destruya por un fenómeno que hemos causado por nuestra continua dependencia del petróleo, el gas y el carbón.
En Greenpeace ahora más que nunca necesitamos tu apoyo para
poder seguir trabajando en buscar soluciones reales que aborden la
crisis climática y poner freno a la industria de los combustibles
fósiles., ayúdanos a seguir protegiendo la salud del planeta y de nuestros océanos, únete ahora >>
En Greenpeace no aceptamos
subvenciones públicas, ni aportaciones económicas de empresas o partidos
políticos. Todo lo que hacemos es gracias a la contribución de personas
como tú.
Entrada al Teatro de la Comedia, en Madrid, cerrado durante el estado de alarma por la pandemia del coronavirus. E.P.
La cultura, en su sentido más amplio, es una de las actividades que
siempre paga en mayor medida los efectos de las crisis económicas. Como
cualquier otra que consista en la producción de bienes o servicios,
necesita recursos materiales y gasto procedentes de la iniciativa
privada y de la pública, y ambos disminuyen notablemente cuando la
economía se deteriora. Aunque, en el caso de la cultura, el daño suele
ser mayor por otras razones.
Como consecuencia de la última crisis económica iniciada en
2007-2008, bajó el peso de las actividades culturales en el PIB español,
el empleo, el número de empresas, el gasto total de la administración
central, de las comunidades autónomas y ayuntamientos y el gasto
familiar y personal, por citar sólo algunas magnitudes expresivas de su
evolución. Y, cuando la mayoría de ellas todavía no había logrado
recuperarse, la epidemia del Covid-19 trae consigo una nueva crisis;
ahora mucho peor, pues no sólo supondrá la disminución de la demanda y
del gasto que traen consigo todas ellas, sino la imposibilidad de
generar oferta durante un tiempo que, en algunas casos, puede llegar a
ser literalmente letal para los productores.
Una vez rectificado el grave error inicial del ministro de cultura,
cuando al principio de esta nueva crisis descartó adoptar medidas
específicas de apoyo al sector, es imprescindible que todas las
administraciones pongan en marcha estrategias efectivas que impidan que,
una vez más, la producción y el consumo de bienes y servicios
culturales esenciales para la vida personal y social y para las
democracias tan debilitadas de nuestro tiempo, vuelvan a quedar en
mantillas en España.
En materia de financiación, la cultura siempre ha tenido que navegar
entre dos mares. Por un lado, se la considera -con razón- una actividad
industrial más y de ahí se deduce que debe financiarse a través de los
mercados, en función de que sea capaz de crear la demanda suficiente. El
Estado, así, puede desentenderse de ella. Por otro, y cuando no es
industria en su sentido estricto, la cultura tiende a ser considerada
como algo banal, tan sólo relativo al ocio y al entretenimiento, cosa de
artistas, de excéntricos y bohemios que con sólo alguna ayuda ocasional
pueden sobrevivir si no han conseguido, como le sucede a la gran
mayoría, alcanzar el estrellato.
En España no hemos terminado de entender (ni siquiera estoy seguro de
que hayamos comenzado a entenderlo) que la cultura ni es sólo industria
ni un simple pasatiempo. La cultura, en todas sus expresiones, es una
pieza sin la que no puede existir vida en libertad, ni democracia, ni
bienestar porque sin ella se carece de la simbología, de las ideaciones o
los sueños que conforman la comunidad imaginada sin la que los seres
humanos no podemos vivir. La cultura es todo lo que envuelve nuestra
vida personal y social para que pueda tener sentido ante los demás y lo
que le da sentido a lo que vemos de los otros. Sin cultura seríamos
seres desnudos, no podríamos interpretarnos, como tampoco tendría
sentido la economía de nuestro tiempo que tiene cada día más componentes
inmateriales o icónicos para poder lograr que los sujetos se
identifiquen con los propios objetos, aunque eso sólo sea para que sigan
consumiéndolos sin descanso.
Es por eso que las constituciones modernas reconocen el acceso a la
cultura como un derecho más de la ciudadanía y de ahí que los Estados no
puedan limitarse a ayudar a la producción cultural, como si de una
vieja obra de caridad se tratase, sino que deben considerarla como una
pieza más del entramado que puede sostener las democracias
bienestaristas, como puedan ser la seguridad, la salud o la justicia, es
decir, como un auténtico bien de interés público cuya provisión, a
través de cualquiera que sea el procedimiento, debe quedar garantizada
con suficiencia y, esto es muy importante, con plena libertad.
La cultura es algo demasiado grande y no podemos dejarla caer de nuevo en esta crisis.
Con carácter inmediato, urgente, las administraciones públicas
deberían tomar medidas para evitar la sangría de ingresos que están
sufriendo muchas empresas culturales y trabajadores autónomos, teniendo
en cuenta que la especificidad de muchas de sus actividades les
dificulta acudir a las fuentes de apoyo (sobre todo crediticias) que se
han aprobado en las últimas semanas. Se tiende a creer que los creadores
no hacen nada en los procesos de ideación y creación y que, por ello,
pueden efectivamente vivir "de la nada" durante ese tiempo. Hay que
evitar que se desvanezcan los procesos creativos de mayor o menor
envergadura que estén en marcha y entender que, cuando eso ocurre, se
pierde valor económico exactamente igual que cuando cierra cualquier
otra empresa o negocio.
Al mismo tiempo, hay que ser muy consciente de que la crisis que
estamos viviendo es el inicio de un nuevo tiempo, de cambios que van a
transformar la vida social en todo el planeta y no sólo por algún
tiempo. Vamos a tener que acostumbrarnos a vivir en otro tipo de
espacios, con otras distancias entre nosotros; consumiremos productos
que vendrán con envoltorios icónicos diferentes y que se pondrán a
nuestra disposición a través de redes muy distintas a las que ahora
conocemos. Cambiará el uso del tiempo, la forma de divertirnos e incluso
el tipo de ropa que usemos porque vamos a comenzar a percibir y a
relacionarnos a nosotros mismos y a todo lo que está a nuestro alrededor
de otras maneras. El Gran Encierro, como ya se le llama, está
modificando, quizá para siempre, nuestro oikos, nuestro espacio
doméstico en el más extenso sentido de la palabra. Y también el relato,
como gusta decir ahora, que la cultura y no otra cosa, escribe de
nuestras vidas
La cultura va a ser el instrumento que nos permita dialogar
inteligible, razonable y amablemente con todos esos cambios y con
quienes nos rodean para poder sobrevivir, con más o menos libertad y
democracia, a los tiempos de transformación y dificultades que nos
esperan. La cultura, las imágenes, los cuentos, los ideales de belleza,
los sonidos que nos rodean, los sueños, lo imaginado, la música y el
movimiento... son piezas sin las que no se va a poder armar el
rompecabezas económico que tenemos por delante.
La cultura no es el celofán que recubre lo que nos parece que tiene
valor en nuestras sociedades, una guinda de poco precio que ponemos
sobre el pastel, sino un componente intrínseco del valor de las cosas
que tanto apreciamos. No hay empresa sin icono, que pueda vender un
producto sin dotarlo previamente de cultura, de intención o de
narrativa, cualquiera que ésta sea; no hay ciudad que hoy día salga
adelante sin imagen; no hay país sin marca; ni seres humanos sin sueños.
No hay vida posible sin cultura.
Los gobiernos deben meterse en la cabeza que no se trata de ayudar a los culturetas,
como a veces dicen los burócratas que reparten el pastel del
presupuesto, sino de invertir en valor para generar un ecosistema
socioproductivo que facilite la creación y el consumo de bienes y
servicios culturales, no como una actividad en el margen que sólo tiene
un fin en sí misma (que también), sino como componente de todos los
demás procesos de creación de riqueza. Para eso debería empezar por
garantizar que exista información rigurosa y actualizada, un mapa
completo de la cultura como fuente de valor en nuestra sociedad y en la
economía.
Los productores culturales, por su parte, también deben entender que
no precisan tan sólo de ayudas, sino que ellos mismos han de crear los
tejidos, cada vez más complejos, que son necesarios para lograr que lo
creado se disfrute en la mayor medida de lo posible, para que se realice
finalmente y complete.
Hay que crear sinergias entre el resto de los sectores productivos y
sociales y la actividad cultural, proporcionando espacios, facilitando
el consumo y haciendo posible que lo que no tiene precio también se
remunere.
La cultura en España necesita una auténtica política industrial que
le proporcione acceso a los recursos, que anticipe financiación
especializada, que contemple las singularidades productivas,
financieras, fiscales, laborales y comerciales del sector y de los
mercados en donde se desarrollan la producción y el consumo de
mercancías culturales. Pero también se necesita promover la política
cultural, la producción y el consumo cultural, en la industria y los
servicios, en toda la vida económica. Para ello hay que inventar nuevas
entidades de crédito especializado, formas novedosas de mecenazgo y de
financiación compartida, ocupar nuevos espacios y aprender a usar y
poner en valor lo común, hacer más cultura con las nuevas tecnologías y
convertir a la tecnología, con la cultura, en una práctica
auténticamente liberadora, o promover con rapidez las nuevas formas de
consumo de los bienes y servicios culturales que se están abriendo paso
tanto en los hogares, como en las empresas y en los espacios colectivos.
Y, como he dicho, todos (administraciones, creadores y productores y
consumidores) hemos de aprender a darle valor a lo que, como he dicho,
no tiene precio, para que la cultura que no es industria ni exactamente
una producción mercantil, pero que sí se concibe y existe para el
intercambio, pueda llevarse a cabo.
Puede parecer que son palabras algo abstractas, una simple filosofía,
pero lo que de verdad plantea la crisis del Covid-19 es la necesidad de
que las sociedades y las economías se rehagan, se reconstruyan dicen
los políticos. Esa es la tarea de los gobiernos, de las empresas, de las
familias y las personas y organizaciones de todo tipo. Pero nada ni
nadie se puede rehacer ni reconstruir sin haberse imaginado previamente y
esa es, justamente, la función de la cultura, hacer posible que todos
nos imaginemos a nosotros mismos y nos hagamos imagen y a imagen de todo
lo demás que nos rodea. Sin ella, sin cada día más, mejor y más libre
cultura, seremos cada vez peores y más esclavos.